Ilustración para la edición de 1796 de ·"Les liaisons dangereuses" |
Consideraciones para Nicolás Alfaro, estudiante del Máster en Antropología y Etnografia de la UB
Consideraciones sobre el seductor y la seducción
Manuel Delgado
En principio, lo que debes retener es que el Valmont de Laclos ejemplifica bien un principio fundamental: un seductor nunca busca meterse en la cama con el otro o la otra. Esa es la diferencia entre un seductor y un ligón. Valmont expresa una concepción del amor cortés —el amor en la corte— que vemos aparecer en la literatura libertina del XVIII francés —Sade, por ejemplo— y tienen como referente el universo estético del rococó. Es de esa concepción que bebe por ejemplo la invención del drama taurino, en que el torero precisamente ejerce como seductor del toro, con el que juega en un juego que debe prolongar el máximo tiempo posible y en el que el encuentro carnal no es nunca el fin, puesto que el juego mismo —la lidia— es el fin verdadero. Te estoy hablando del momento civilizatorio —el de la segunda mitad del XVIII y en el contexto cortesano francés— que vemos aparecen una idea de seducción basada en la simulación, el ritual, el juego, la importancia de las apariencias, la voluntad de control... El baile cortés sería otro ejemplo perfecto de puesta en escena de ese principio.
Consideraciones sobre el seductor y la seducción
Manuel Delgado
En principio, lo que debes retener es que el Valmont de Laclos ejemplifica bien un principio fundamental: un seductor nunca busca meterse en la cama con el otro o la otra. Esa es la diferencia entre un seductor y un ligón. Valmont expresa una concepción del amor cortés —el amor en la corte— que vemos aparecer en la literatura libertina del XVIII francés —Sade, por ejemplo— y tienen como referente el universo estético del rococó. Es de esa concepción que bebe por ejemplo la invención del drama taurino, en que el torero precisamente ejerce como seductor del toro, con el que juega en un juego que debe prolongar el máximo tiempo posible y en el que el encuentro carnal no es nunca el fin, puesto que el juego mismo —la lidia— es el fin verdadero. Te estoy hablando del momento civilizatorio —el de la segunda mitad del XVIII y en el contexto cortesano francés— que vemos aparecen una idea de seducción basada en la simulación, el ritual, el juego, la importancia de las apariencias, la voluntad de control... El baile cortés sería otro ejemplo perfecto de puesta en escena de ese principio.
Esto es, la seducción se plantea como un juego
hecho de tensiones, seguidas de calmas, sucesión de aproximaciones
y distanciamientos, presencias y ausencias. El seductor —o la seductora,
entiéndeme— juegan a eso: a embaucar, ofrecer lo que no piensa conceder, en
mentir, puesto que su actuación consiste en encadenar uno tras otro sus
engaños. Lo que importa es ver y ser visto, negociar entre miradas que
presuponen deseos, desencadenar la pasión en los ojos, en el tacto, en el
olfato, y para ello están todas las prótesis provistas por la moda o, en
general, todas las técnicas de autopresentación. En eso consiste el fliltreo
típico de la seducción. Se coquetea, se engolosinan los instintos, pero se
mantienen las distancias –a veces, mínimas– para conjurar la realización de lo
que se ha despertado. Te copio un fragmento de Fragmentos de un discurso
amoroso (Siglo XXI): “Para mostrarte dónde está tu deseo basta
prohibírtelo un poco.
X.... desea que esté allí a su lado, pero dejándolo un poco libre Ligero,
ausentándose a veces, pero quedándose no lejos; es
preciso, por un lado, que esté presente como prohibido (sin lo cual no habría
deseo válido)... Tal sería la estructura de la pareja realizada: un poco de prohibición, mucho de juego¸ señalar
el deseo y después dejarlo.”
Sobre todo entiende que, como te digo, el éxtasis no se encuentra en el
momento final. La jurisdicción de la seducción no es lo genital, sino lo
ocular, a la manera de lo que me escribías tú el otro día. Lo que
verdaderamente cuenta no es el fin sino el proceso, sus incidentes y sus
riesgos. Te copio otro fragmento de Barthes: “En realidad, poco me importan mis
oportunidades de ser realmente colmado. Sólo brilla, indestructible, la
voluntad de saciedad". Indispensable ahí la lectura de De la seducción, de
Jean Baudrillard (Anagrama), cuando se refiere a esta, a la seducción, como “un
proceso circular, reversible, de desafío, de puja y de muerte".