Sería en 2010 o así que Pere Meroño me escribió para pedirme mi testimonio personal para un libro que estaba preparando sobre la historia de la
Organización Comunista de España (Bandera Roja), una organización que tuvo un
papel importante durante la última fase del franquismo y algunos de cuyos
militantes han –hemos– tenido una evolución interesante, o cuanto menos
curiosa. Esto fue lo que le mandé.
MEMORIA DE BANDERA ROJA
Manuel Delgado
Toda mi militancia política en la resistencia antifranquista se produce en el contexto de la
lucha estudiantil en la enseñanza media, el frente
de bachilleres. Es el 1971 cuando inicio mi incoporación a una estructura
organizada. Tengo 15 años. Está cerca la experiencia del Mayo francés y las
protestas contra las penas de muerte en el consejo de guerra en Burgos en diciembre de 1970. He
empezado a trabajar a los 14 años en una fábrica de yeso.
Me incorporo a los círculos de la OCE-BR, una especie de instancia
destinada a la preparación ideológica de simpatizantes antes de ser aceptados
plenamente como militantes. En aquel momento circulan propuestas de organizar
unas Juventudes de Bandera Roja, pero no cuajan durante el periodo en que milito, que es entre
1971 y 1974.
Forman parte de mi círculo personas de las que conozco su
nombre de guerra, pero a las que nunca más volveré a ver: María, Carmen... “La
Monja” sé que regenta un restaurante en Gràcia. Niño-ñago trabaja en una
librería y sé ahora que se llama Carlos. Bruno era un tipo estupendo, en cuya
casa en Gràcia hacíamos reuniones para discutir números de Estrella Roja. Me
dijeron que había muerto en un accidente de moto. Otras personas con las que me reunía en BR son la escritora Olga Guirao; el
escritor Xavier Vernetta; el historiador Félix Manito; Francesc Osan, director
de la ONG Barcelona Solidària; Albert Viladot, ya desaparecido, que fuera
director del diario Avui, y la que luego sería su esposa, Maria Àngels Solé, a la que encontré más tarde ejerciendo como médico en el Hospital del Mar. Espero que no les moleste que mencione sus nombres.
Nos reuniamos en parroquias –Sant Josep Oriol; la del carrer
Olzinelles, en Sants… También en casas particulares, algunas en la zona alta de
la ciudad, lo que da cuenta del origen social de una parte de la
izquierda estudiantil de la época.
A la reuniones acude a veces un responsable político
superior, no recuerdo ahora exactamente de qué instancia. Era siempre el mismo:
Josep Maria Maymó, que luego fue responsable de política municipal del PSUC. Recuerdo vagamente una reunión en ESADE a la que asiste
Francesc Baltasar, que luego sería alcalde de Sant Feliu y conseller de Medi Ambient. De hecho, fue su hermano, Josep Baltasar, "Manolito", que estudiaba en
el Instituto Emperador Carlos, la persona que me introduce en la organización.
A él le perdí de vista, pero me reencontré más tarde con otra militante,
Assumpta Roura, que había sido su esposa. Assumpta murió en 2014 en una situación personal penosa.
En la clandestinidad antifranquista nuestro ambiente estaba
compartimentado en diferentes adscripciones fácilmente reconocibles. En
bachilleres –jóvenes que hacían 5º, 6º o COU, de entre 16 y 19 años– había una
fuerte presencia troskista –PORE y LCR–, pero también de la Joventut Comunista de Catalunya
–los jóvenes del PSUC— i del PCE (i) y el Movimiento Comunista de España,
maoístas, pero, a diferencia de nosotros –cuya reputación de reformistas ya era
generalizada–, “en serio”. No recuerdo otras militancias en mi entorno. Por
ejemplo, no conocí ni supe de ningún militante anarquista, salvo uno en el instituto que no estaba organizado.
En la coordinadora de bachilleres acudían unos jóvenes –creo
que del Instituto Ausias March, seguramente militantes del PSAN– que se
empeñaban en intervenir en catalán, lo que motivaba una reprobación general.
Puedo dar testimonio de que, ante su empeño, se hacía una traducción simultánea
al castellano, más que nada para fastidiarles. En aquel contexto, existía una
especie de consenso sobreentendido según el cual el castellano era “el idioma
de los trabajadores”. Creo que había un fuerte elemento de pose, porque todos
los asistentes entendían perfectamente el catalán. En aquel ambiente, la
“cuestión nacional” ni se planteaba. Los únicos que ostentaban la “C” en sus
siglas eran los comunistas del PSUC y la JCC.
Por lo que hace a la dinámica que nos lleva de regreso, por
así decirlo, al PSUC, recuerdo especialmente algunas reuniones presididas en
Maymó en las que se insinua claramente la importancia y la urgencia de “hacer
política”. Por ejemplo, recuerdo que se impone la consigna de estar “contra el
gobierno” y no contra “el franquismo” o “el régimen” en abstracto. También
recuerdo las reflexiones que motiva la convocatoria de l’Assemblea de Catalunya
en Sant Cugat, en el año 1973, que nos devuelve a la evidencia de que, a pesar
de que la Organización tiene una presencia notable en las industrias del Baix
Llobregat y que tenemos también una fuerte influencia en el campo
universitario, sobre todo entre los jóvenes PNN, la hegemonía política en la
lucha estudiantil y sindical le corresponde plenamente al PSUC. Todo apunta en
las discusiones a la inevitabilidad de un reingreso en el único partido
político en condiciones de administrar y dirigir en serio el fin del franquismo
desde una perspectiva de izquierdas.
En algún momento de 1974 la mayoría de militantes y
simpatizantes de BR que actuábamos en el frente de bachilleres abandonaron la
lucha política o nos pasamos a la Joventut Comunista de Catalunya. Recuerdo en concreto una asamblea de la organización en la parroquia de la Bonanova y la intervención en ella de Borja de Riquer.
En la JCC continué mi militancia en el sector de bachilleres hasta mi segunda detención y mi puesta a disposición militar en agosto de 1975. Cuando salí de la cárcel y hasta la legalización del PSUC, quedé desactivado como militante.
En la JCC continué mi militancia en el sector de bachilleres hasta mi segunda detención y mi puesta a disposición militar en agosto de 1975. Cuando salí de la cárcel y hasta la legalización del PSUC, quedé desactivado como militante.