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Estas son las respuestas que envié a La Opinión a propósito de la 7ª edición de D.Nuevo Ensayo en el CENDEAC de Murcia, en torno al libro de Julia Ramírez, "Utopías artísticas de la revuelta" (Akal, 2014). La entrevista apareció publicada el lunes, 16 de junio de 2014.
Julia Ramírez al principio del libro aclara que va a
entender la palabra “arte” como creatividad. De ese modo se aleja un tanto del
arte como algo institucional y evita tener que entrar en una justificación
normativa de lo que entiende por arte. ¿Cree que es importante señalar esta
diferencia?
Es verdad que esa
opción Implica sortear una discusión
conceptual que se puede considerar superada e inútil. Lo que ocurre es que entonces resulta
complicado establecer de qué estamos hablando, puesto que no hay actividad
humana que no sea creativa. En esa consiste la singularidad de la especie
humana: en que no solo vive en sociedad, sino que crea la sociedad en que vive.
Las relaciones entre arte y política han marcado una parte
importante del siglo XX. Las “estéticas de protesta” que analiza Julia Ramírez
en su libro se enmarcan dentro de ese horizonte. ¿Cómo analiza usted este tipo
de expresiones artísticas?
El arte lleva mucho
tiempo procurando contribuciones a la transformación social. Hubo grandes
artistas que contribuyeron a la agitación y la propaganda al servicio causas
revolucionarias. Es una última etapa, justo a la que el excelente libo de Julia
nos remite, en que se ha producido un autonomización de las prácticas creativas
con intenciones políticas. Parece como si se hubieran independizado de los
proyectos políticos, sindicales y civiles, como si renunciaran a ponerse al
servicio de la revolución y quisieran ser revolucionarías en sí mismas. Es
difícil, en relación a ello, con experimentar una cierta inquietud, en tanto
ese tipo de tendencias pueden implicar no una estética de la protesta, sino una
estetización de la protesta, que no es lo mismo, es decir una concepción de la protesta como
mera puesta en escena, como show.
Expresiones artísticas como las que revisa Julia se producen como auténticas
apropiaciones del espacio de la ciudad. ¿Cómo interpreta usted esta relación
entre arte y espacio urbano?
También me
intranqulizan. Al margen de la buena voluntad de sus convocantes y
participantes, pueden ser una contribución a la espectacularización del espacio
urbano, es decir a esa meta de la
promoción turística e inmobiliaria de las ciudades que es subrayar sus
cualidades de "creatividad", en
orden a propiciar un ambiente atractivo para clases medias ávidas de ambientes
intelectuales "rupturistas" y "alternativos".
La represión policial de estas movilizaciones artísticas de
protesta es otro problema decisivo, también señalado por Julia. ¿Cómo lee usted
esta relación conflictiva entre reclamación plebeya y las fuerzas del orden?
Yo
pienso que esta concepción de la protesta como performance, alejada de procesos
sólidos y estructuras organizativas duraderas, es perfectamente asimilable por
las autoridades, que pueden verlas como
expresiones "culturales" inofensivas, ajenas a la dialéctica de la
lucha de clases y los antagonismos sociales, movimientos alternativos sin
alternativas, cuestionamientos del sistema meramente estéticos y, por tanto,
estériles.
Recientemente usted ha sido muy activo a la hora de analizar
lo que estaba ocurriendo en Can Vies. ¿Se pueden establecer algún paralelismo
con el libro que se analizará el jueves?
No. Para nada.
Los hechos en la barriada de Sants de hace unos días no tuvieron nada de
"creativos", en el sentido que Julia planteaba. Desde el punto de
vista estético fueron más bien vulgares, con escasa preocupación por renovar
las maneras de emplear la calle para la protesta. Solo fueron la repetición del
modelo clásico de apropiación insolente del espacio urbano. Lo típico: carreras
ante la policía, barricadas, caceroladas desde los balcones. Se puede decir que
los revoltosos de Can Vias fueron escasamente innovadores, aunque no sé qué
importancia puede tener eso.
¿Cree que es importante defender la diferencia entre el
académico y el intelectual como pensador crítico e implicado?
Por supuesto.
Un académico es alguien que trabaja aprendiendo y enseñando constantemente
sobre cuestiones que son de su competencia y sobre las que puede expresarse de
manera fundamentada, sea en su clase o donde se requieran sus servicios como
funcionario público. Un intelectual no sé qué es; creo que es alguien que firma
manifiestos de intelectuales. Cuando en algún contexto alguien me presenta como
"intelectual" y peor como "intelectual comprometido", me
siento ofendido. No quisiera parece arrogante y vanidoso en exceso, pero de
verdad que me considero y quiero que me
consideren lo que soy: un profesor, esto es un trabajador de la enseñanza. Ese
es el título del que me siento verdaderamente orgulloso.
Para terminar, dado que usted es
catedrático de una universidad pública, nos gustaría saber cómo interpreta
usted la situación actual de la educación superior.
Lamentable en todos
los sentidos. Estudiantes que no pueden acabar sus estudios porque no se pueden
pagar la matrícula; profesores que cobran una miseria y trabajan en precario;
investigaciones que se interrumpen por falta de financiación; trabajo de
reflexión frustrado por la lucha por las acreditaciones que te permitan
promocionarte o simplemente conservar tu puesto de trabajo. En estos días
merece la pena pensar en qué implica que tengamos la selección número uno del
mundo y ninguna de nuestras universidades figure entre las doscientas más
importantes de Europa y no digamos del mundo.