La foto es de Madhi Aidj y procede de https://www.mahdiaridjphotography.com/en/
La ciudad como obra de arte
Manuel Delgado
Por supuesto que la ciudad es un escenario natural para lacreatividad. En la ciudad se escribe, se lee, se pinta, se ruedan películas. La ciudad es el trasfondo sobre el que transcurre todo tipo de acciones creativas. Pero eso no es solo consecuencia de las virtudes inspiradoras del ambiente urbano. La ciudad no es un motivo artístico: es, toda ella, creación. La ciudad es la mayor y más genial obra de arte que el ser humano ha creado.
Por supuesto que lo es en su lado construido. Siendo como es la arquitectura una de las siete artes, lógico es que la ciudad le dé la oportunidad de dar sus mejores creaciones. No hay ciudad que no tenga su monumento arquitectónico, antiguo o contemporáneo, de catedrales a construcciones de vanguardia.
La pintura encuentra en las ciudades sus expresiones más singulares: las pinturas urbanas se agitan, consiguen el milagro de agitarse. La ciudad es pintura en movimiento. Todo en ella, en su vida cotidiana, son cuadros de una exposición, pero de una exposición que nunca es la misma, como si fuera un museo de lienzos inestables y efímeros.
No es casual, por su parte, que la danza contemporánea encuentre en las calles su proscenio favorito. Es por una razón sencilla: porque la actividad ordinaria de los viandantes agitándose arriba y abajo por vías y plazas es, ya de por sí, una danza, la coordinación de cuerpos, tiempos, espacios y movimientos, como una coreografía permanente que se despliega constantemente y nunca se detiene.
En cuanto a la música... En los años 20 del siglo pasado, hubo un género cinematográfico que se llamó "sinfonías urbanas". Eran como documentales en los que se mostraban imágenes aparentemente desordenadas de la actividad en las calles. El cameraman salía a rodar y luego encadenaba las imágenes sin darles ningún hilo argumental. Tenían una característica: eran mudas, no tenían música. Una forma de proclamar que la vida en la ciudad era ya en si misma una sinfonía, un concierto de todo con todo, un coro inmenso que reúne todas las voces de todos y todas, un canto que a veces se transforma en susurro, en alarido o en aullido. Las ciudades suenan incluso en silencio.
Y si, como decíamos el otro día, las vidrieras y las terrazas de los cafés se inventaron era porque lo que pasaba por delante era un espectáculo teatral, un drama espontáneo hecho de escenas siempre cambiantes. Todo en las calles es una fuente ininterrumpida de performances.
Por último, la ciudad es relato, cuento, novela, poema... Solo que es como si estuviera escrito en el agua y nunca permaneciera. Como un acróstico, que se puede leer en todas direcciones. O como un palimpsesto en que las narraciones se amontonan una encima de otra formando capas. En la ciudad se lee y se escribe, pero no se puede leer en si misma, hasta tal punto las historias que explica se agolpan, se cruzan y se interrumpen unas a otras.