La foto es de José Segarra |
Fragmento de la introducción a Ciudadanismo. La reforma ética y estética del capitalismo,
Catarata, Madrid, 2017.
EL INDIVIDUO COMO MOVIMIENTO
SOCIAL
Manuel Delgado
El ciudadanismo es una corriente teórica más
bien difusa que promueve nuevas formas de gestión y participación políticas en
que se realicen los principios democráticos universales en que se dice
sustentar el sistema liberal, pero que, se sostiene, aparecen adulterados por
su usurpación interesada por parte de un sistema capitalista despiadado, al que
se cree viable atemperar de la mano de su reforma moral. Por supuesto que el
ciudadanismo plantea reivindicaciones sociales destinadas a mejorar la vida de
las personas, pero su asunto principal es el de la consecución y el
reconocimiento de un nuevo tipo de ciudadanía que alcance el horizonte ilustrado
y del reformismo burgués del siglo XIX de una sociedad de seres libres,
debidamente imbuidos de virtudes cívicas, compuesta por librepensadores cultos,
a los que iguala su competencia para actuar como seres responsables que acuerdan
definir y organizar cooperativamente los términos de su convivencia. El
ciudadanismo vendría a ser una especie de democraticismo radical o fundamentalismo
democrático, cuyo sentido aparece bien sintetizado en la consigna
"democracia real, ya".
Los programas económicos ciudadanistas suelen
ser meramente socialdemócratas —y más demócratas que socialistas— y se limitan
a procurar restaurar en lo posible lo que fuera el Estado del bienestar,
invistiendo de una dosis de sensibilidad social al sistema de libre mercado y
aspirando no tanto a superar el orden capitalista, como a participar de él. El
ciudadanismo n0 censura el capitalismo sino su versión neoliberal más
despiadada y la actividad perversa de
una minoría desalmada de poderosos —"la casta"— contra la que la
inmensa mayoría debe sublevarse. Esta moderación por lo que hace al orden
capitalista, al que solo le reprochan sus excesos y su falta de escrúpulos, es
del todo compatible con una cierta
vehemencia retórica, muy en la línea de la vieja tradición de los partidos
radical-republicanos o incluso imitando el estilo de los populismos herederos
del modelo peronista.
Del ideario ciudadanista destaca la puesta en
valor del sujeto-ciudadano, es decir de la encarnación del individuo abstracto
como receptor de derechos y responsabilidades naturales, que limitan cualquier autoridad externa a él a
la hora de consensuar compromisos entre personas particulares que se asocian
voluntariamente en pos de objetivos comunes, siempre orientados por valores
morales asumidos desde la conciencia soberana de cada cual. El
ciudadanismo eleva al individuo a su
máximo nivel de eficacia simbólica como personaje conceptual, puesto que
reconoce en él la imagen de un ser humano desnudo, sin atributos, desafiliado,
solo cúmulo de potencialidades de acción
y desarrollo. Redime al individuo de sus inclinaciones individualistas a base
de reactivar en él la vocación emancipadora con que nació de la mano del
proyecto civilizatorio moderno, devolviéndole su dignidad original como
instrumento de liberación de los constreñimientos de la tradición y de
cualquier servidumbre u obediencia no consentidas.
El ciudadanismo es una corriente subjetivista,
sin duda, en tanto considera que el sujeto es la única fuente legítima de
verdad ética, pero afirma vindicar una subjetividad de orden no egoísta, sino
solidaria, abierta a la ayuda mutua con otras subjetividades conscientes tanto
de su irreductibilidad como de su mutua dependencia, responsables de sus capacidad
para determinar la historia por encima e incluso contra las instituciones que
dicen representarlas. El subjetivismo ciudadanista asume la dignidad radical que
el liberalismo reconoció en el individuo y lo eleva al rango de verdadero
movimiento social.