Comentario enviado a los y las camaradas de la Célula Ramón Casanellas del Partit dels i les Comunistes de Catalunya en junio de 2016
SOBRE EL INDEPENDENTISMO COMUNISTA EN CATALUNYA
Manuel Delgado
Los partidos comunistas siempre y en todos sitios han sido partidos
patrióticos, además de internacionalistas. En todos los casos, los comunistas
han entendido que los intereses de sus respectivas naciones eran los de sus
mayorías sociales y especialmente de su clase obrera. En las sociedades
sometidas a las diversas formas de imperialismo, el compromiso de los
marxista-leninistas con sus respectivas causas de emancipación nacional ha sido
una constante. Sabemos que fue asi en una etapa reciente por lo que hace a la
lucha contra el imperialismo norteamericano o el colonialismo de las grandes
potencias europeas. Igual por lo que hace a multitud de minorías étnicas en
todo el mundo. En la propia Europa occidental también los comunistas han
encabezado la resistencia contra el ocupante o invasor. Lo vimos en el
liderazgo de los comunistas en los diversos movimentos guerrilleros que se
enfrentaron a lo ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, pero no
menos en las expresiones colonialistas por decirlo así “interiores” en la
propia Europa occidental, que afectaban a naciones que también habían decidido
llevar a cabo procesos de autodeterminación contra lo que entendían que eran
situaciones de opresión nacional.
En Europa, los partidos comunistas plantearon la lucha
antifascista en clave patriótica, sobre todo, como es lógico, en el contexto de
la ocupación nazi de sus territorios. Recuérdese que la defensa de la República
tuvo en España, de la mano precisamente del PCE, una considerable dimensión
nacionalista y de liberación nacional, con sus frecuentes exhortaciones a la
defensa de la patria contra los invasores italianos y alemanes, pero también
contra las tropas coloniales marroquíes que empleara Franco como fuerza de
choque.
También cabe tener presente a determinados conflictos europeos, como es
bien conocido en casos como el corso, el bretón, el nordirlandés o, en el caso
español, de catalanes, vascos y gallegos, que en todos los casos –al menos en
algunas de sus corrientes principales– asumieron posiciones políticas de signo
marxista-leninista. También ahí cabria recordar que el hecho no es
específicamente novedoso y no responde, como se ha sostenido, a la influencia
del FLN argelino, por ejemplo. En la década de los años 10 del siglo XX, Lenin
ya se ocupó de criticar a quienes consideraban que el derecho de autodeterminación
que se reclamaba para los pueblos colonizados no era aplicable al caso de
conflictos análogos que tenían su escenario en la propia Europa. El propio
Lenin ya establecía que lo que se reconocía como objetivo legítimo para
Turquia, Egipto, India, Jiva o Bujará –por citar los casos que él mismo
proponía–, lo era también para Finlandia, Polonia o Ucrania, e incluso para
Irlanda, por cuya revolución de 1916 expresó toda su simpatía. Consúltese al respecto el “Balance
de la discusión sobre la determinación” de Lenin, sobre todo los puntos 6, “¿Se
puede contraponer las colonias a Europa en esta cuestión”, y 10, “La insurrección
irlandesa de 1916”. Esto está en La lucha de los pueblos de las colonias y países
dependientes contra el imperialismo, publicada por la Editorial Progreso de Moscú en
1973.
El caso catalán
ha sido especialmente significativo del tipo de ingredientes teóricos que dieron
un contenido patriótico a la lucha por el socialismo en un buen número de
paises. El leninismo arraigo enseguida en Catalunya asumiendo como centrales
las tesis independentistas, es decir el objetivo de hacer de Catalunya un país
socialista separado de España. Se concretó en figuras como Martí i Julià, Francesc Layret, Salvador
Seguí, Rafael Campalans, Jaume Compte, etc., y en partidos independentistas de
signo marxista-leninista, como Estat
Català-Partit Proletari i después el Partit Català Proletari. En paralelo, la
expresión catalana del Partido Comunista de España se convierte en Catalunya,
en 1932, en partidos independientes, algunos confederados, como el Partit
Comunista de Catalunya, y otros independentistas, como el Bloc Obrer i
Camperol. De esa amalgama nacen, en 1935, el POUM, en 1936, en Partit
Socialista Unificat de Catalunya, en cuya constitución juegan un papel clave
líderes procedentes de la izquierda revolucionaria independentista, com ara
Amadeu Bernadó, Pere Aznar, Artur Cussó o el mismo Pere Ardiaca, uno de los refundadores
el año 1982 del PCC. Es ese partido, el PSUC, el que se integra como entidad
independiente en la III Internacional Comunista, siendo acaso la la primera y poco
menos que la única vez que Catalunya ha tenido voz propia en una organismo
internacional.
Otra cosa es que el independentismo marxista
en Cataluña, en ese contexto, asumieran, en la línea de los austromarxistas (Bauer,
Kautsky) primero y, más adelante, por Stalin los postulados románticos e
idealistas (Herder, Humboldt) que identificaban lengua y espíritu nacional.
Así, podemos leer a Stalin: "La nación es una comunidad estable,
históricamente constituida, de lengua, de territorio, de vida económica y de
psicología, manifiesta esta en la comunidad de cultura" (Marxismo y cuestión nacional, Anagrama,
1977, p . 40; de un artículo del 1950). La incidencia de esta apropiación estaliniana
del nacionalismo místico se hizo notar en lo que acabo de mencionar que fueron
el catalanismo comunista de los años 30.
Por mucho que hayan subsistido de forma
residual, estas posicionado esencialistas fueron paulatinamente abandonadas por
el PSUC, que demostró cada vez más "estar firmemente por la defensa del
especificidad nacional de los pueblos, pero no por la sublimación de sus
características carpeta una forma ideal, por encima de lo que sucede en la
sociedad "(Rafael Ribó, Cataluña,
nación de izquierdas, RBA/Ed. 62, 1988, p. 52). El primordialismo ha
perdurado, en cambio, en un minoritario discurso nacional-izquierdistas. Para
comprobarlo, no hay más que ver el libro ganador del premio Octubre "Joan
Fuster" de 1978, Lingüística y
cuestión nacional (Eliseu Climent ed., 1979), en el que Sebastián Serrano
afirmaba que las tesis de Stalin eran plenamente comparables con el proyecto
novecentista de homogeneización lingüística: "... la intervención de
Stalin era plenamente justificada, y su solución en el contexto lingüístico
teórico-práctico era la más sensata, llena de buen sentido ... Fabra y el
Instituto de estudios Catalanes estarían absolutamente de acuerdo con la
filosofía lingüística de Stalin "(p. 144).