El Centre Abraham, en la Vila Olímpica de Barcelona |
Nota para María Gabriela Navas, doctoranda, enviada en septiembre de 2015
Y DOMINANDO LA CIUDAD IDEAL, UN TEMPLO
Manuel Delgado
Déjeme insistir en ese asunto, que creo que es básico, que es el de la
raíz utópica de la Vila Olimpica, esto es la representación que asume de ser
realmente la Nueva Icaria. Las experiencias de utopismo de tradición
occidental, como notaba Lewis Mumford, no es casual que tantas veces
hayan "sido visualizadas como una ciudad", de tal forma que la utopía
ha venido siendo hasta ahora sobre todo utopía urbana. Esto lo tiene en "La utopía, la ciudad y la máquina", en
Frank E. Manuel, ed., Utopías y pensamiento utópico (1982).
Y es que, en efecto, la utopía es en esencia un modelo topográfico, modelo
que se fundamenta en la inspiración celestial de una estructura espacial y constructiva
organizada de manera lógica. Otra recomendación bibliográfica para lo que está
haciendo: Françoise Choay, "La utopía y el estatuto
antropológico del espacio edificado", en Juan Calatrava y José Antonio González Alcantud, eds. La
ciudad: paraíso y conflicto, (Junta de Andalucia/Abada). Importante.
Ya sabe que ese es mi tema favorito. La dimensión mistico-religiosa de
la arquitectura y el urbanismo como discursos. El cristianismo no ha hecho sino
continuar el afán por conformar una ciudad no solo modelada, sino también modélica.
Los monasterios medievales ya eran, de alguna forma, concreciones que anticipaban
la promesa bíblica de la Ciudad Ideal. Más adelante, la sociedad urbana ideal
concebida por Francesc d'Eiximenis en el siglo XIV y, durante el Renacimiento,
las imaginadas por Alberti, Filarete o Francesco di Giorgio, implicaban
idéntica proyección urbanística de perfección socioespacial, una morfología
hecha de círculos y polígonos perfectos, de volúmenes simétricos y de
repeticiones, que pretenden inspirar idéntica regularidad en las relaciones
políticas y sociales reales. A las ciudades ideales católicas le seguirá la
reformada, la Cristianópolis del pietista Johann Valentin Andreae, en el siglo
XVII. En todos los casos, la ortogonización del espacio se convierte en
ortogonización de la sociedad que hace uso de ella.
Cuando piense en la Vila Olimpica, no se olvide del
Centro Abraham. Es fundamental para su investigación. No en vano casi siempre
encontramos en medio de esa ciudad perfecta un volumen arquitectónico que
remite a las fuentes trascendentes de la armonía social obtenida y expresa una
síntesis en piedra de los valores trascendentes en que se funda. En el centro
de Bensalem, la capital de la Nueva Atlántida de Bacon, la Casa de Salomón; también en
el centro del anillo más interno de la Civita Solis de Campanella, la residencia del sacerdote
supremo, de forma circular, seis veces mayor que la catedral de Florencia, el
mismo referente que adopta el templo que describe Anton Francesco Doni en el núcleo de la ciudad radiante de
su Mundo sabio y loco, que aloja cien sacerdotes y cuya cúpula
sobrepasaría cuatro o cinco veces la de Santa Maria di Fiore. Tanto el utopismo
ilustrado del XVIII - Morelly, Babeuf—, como el
socialismo utópico del XIX —Owen, Fourier, Cabet, Saint-Simon; incluso la menos autoritaria de
Bellamy— vuelven a insistir en torno a la misma idea de congruencia urbana que,
como es sabido, inspirará proyectos como el barcelonés de Ildefons Cerdà,
no en vano inventor del concepto de urbanismo para nombrar la ciencia de
la ciudad planificada. En el centro del falansterio, el templo, no por
casualidad al lado mismo de la torre de vigilancia.