dimecres, 27 d’octubre del 2021

Ciudadanismo

La foto es Pedro Mata

Reseña del libro Revolución urbana y derechos ciudadanos, Jordi Borja (Alianza Editorial, 2013), aparecida el 1/3/14 en Babelia, suplemento de libros de El País. 

CIUDADANISMO
Manuel Delgado

A Jordi Borja le corresponde el mérito de haber procurado algunas de las reflexiones más serias y pertinentes a propósito del hecho urbano. Una dilatada experiencia en la intervención urbanística, tanto en su dimensión gubernamental y planificadora, como en la elaboración teórica de sus fundamentos, lo legitiman para pensar en voz alta a propósito de en qué consiste actuar o intentar actuar sobre las ciudades para mejorarlas desde la planificación, pero también desde los combates sociales. Hay por ello mucho de balance crítico en sus últimas aportaciones, que son un examen sobre cuáles han sido en las últimas décadas, y a nivel planetario, los procesos de creciente usurpación capitalista de las ciudades, pero también los proyectos de transformación que, desde la gestión o desde la movilización, han pugnado por ponerle freno, con éxitos relativos y fracasos absolutos. Ese era el sentido que ya tenía su La ciudad conquistada  y ahora, diez años después, este Revolución urbana y derechos ciudadanos, que nos llega, como el anterior, de la mano de Alianza Editorial.

Este último libro de Borja tiene un doble valor. Por un lado, continua esa memoria de logros y decepciones de una concepción que se quiso progresista en la gestión de las áreas urbanas, que en el fondo han sido ensayos por conseguir que el urbanismo dejara de ser lo que casi siempre ha venido siendo: una colosal máquina de guerra contra lo urbano, es decir un dispositivo y un discurso tecnocráticos destinados a controlar y someter a los urbanizados. El hecho de que el propio autor haya personificado durante más de cuatro décadas esa voluntad por concebir y ejecutar un urbanismo al servicio de la mayoría convierte su última obra en una especie de currículum ampliamente comentado, como lo demuestra que la mayoría de referencias e ilustraciones remitan a él mismo y su experiencia como gestor y como ideólogo, incluyendo la relativa al auge y decadencia del llamado "modelo Barcelona", cuya génesis y promoción internacional tanto le deben.

El segundo asunto sobre el que esta obra brinda una excelente desarrollo es el de una ideología que se ha convertido en el refugio doctrinal de los restos de lo que un día fue el izquierdismo de clase media y que es el eje doctrinal en torno al cual giran hoy tanto los intentos de reorganización de la izquierda como la actividad de buena parte de movimientos sociales, muchos de ellos levantados contra la depredación económica del suelo urbano. Se trata de lo que podríamos denominar ciudadanismo, que no deja de ser una actualización del republicanismo clásico, con su elogio de la sociedad civil y de la esfera pública como mecanismos de mediación y control crítico del poder político.  

El ciudadanismo se plantea como una especie de democraticismo radical que trabaja en la perspectiva de realizar el proyecto cultural de la modernidad en su dimensión política, que entendería la democracia no como forma de gobierno, sino como modo de vida y como asociación moral. El ciudadanismo no llama al desmantelamiento del sistema capitalista, sino más bien a su reforma ética, reclamando una agudización de los valores democráticos abstractos y un aumento en las competencias estatales que la hagan posible. Se trata entonces no tanto de impugnar el capitalismo como desorden del mundo, sino más bien de atemperar sus “excesos” y su carencia de escrúpulos, prescindiendo o colocando en un lugar secundario cualquier referencia a la lucha de clases e invocando la noción de ciudadanía como una especie de difusa ecumene de individuos supuestamente libres, iguales en derechos y debidamente imbuidos de valores cívicos.

Interesa sobre todo cómo el idealismo de la ciudadanía exalta una visión casi mística del espacio público, central en este libro de Jordi Borja y en toda su última etapa. Desde esa perspectiva el espacio público —y la ciudad toda ella como su extensión— se imagina a la manera de un territorio ideal de consenso y reconciliación presidido por la figura del ciudadano, un personaje hipotético en el que se cancelan los antagonismos y que encarna la posibilidad imposible de una tregua entre segmentos sociales con intereses incompatibles, que aceptan olvidar sus contenciosos en nombre de un ámbito de coincidencia en que las viejas clases sociales se funden en pos de metas de convivencia compartidas, todo ello en nombre de valores universales de igualdad, justicia y participación.

Por tanto, interés duplicado de esta última aportación de Jordi Borja. Por un lado, inventario de los avances y frustraciones en la lucha por una ciudad democrática, en forma de una casi autobiografía de quién lleva en ella décadas desde y contra el poder. Por el otro, un verdadero manifiesto de cómo, también en el frente urbano, una izquierda histórica tambaleante busca nuevos lenguajes que ni son nuevos, ni son suyos.



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