Nota para Álvaro Santamaría, doctorando en Éstética y Teoría del Arte, en la Universidad de Salamanca, enviada en enero de 2025.
Lo cotidiano es exótico
Manuel Delgado
El etnógrafo se relaciona con su objeto de una forma paradójica, pero obligatoria. Como titula Georges Condominas su libro sobre los moï vietnamitas, "lo exótico es cotidiano", es decir en su inmersión en el terreno en contextos más o menos remotos tiene que llevar a cabo esa labor de familiarizarse con lo hasta entonces era raro para él. En cambio, si lo que pretende es trabajar en y con su entorno, lo que tiene que hacer es exotizar su experiencia ordinaria, darse cuenta de hasta qué punto es extraña o lo sería para alguien distante y distinto de la cultura a la que pertenece. Por tanto, en ese caso es lo cotidiano lo que debe devenir extraño, lo que ha de sorprendernos. Sorprenderse de lo "normal".
Pero esa idea es antigua. Está en la pista que coloca el primer romanticismo en la base de la disciplina. La idea de lo que lo cotidiano debe ser exótico es la que le permite a Novalis definir la poesía romántica. Dice de ella: "El mundo tiene que ser romantizado. Así se volverá a encontrar el sentido original. La romantización no es más que una potenciación cualitativa. (...) Al darle a lo común un significado elevado; a lo ordinario, un aspecto misterioso; a lo conocido, la dignidad de lo desconocido; a lo finito, una apariencia infinita, romantizamos".
Eso está en uno de sus primeros artículos, de 1798, "Polén", que el año pasado precisamente publicó Buchwald.
Ya sabes: "Toda ceniza es polen".