dissabte, 27 de juny del 2020

Todo está unido por lo mismo que lo separa

Un kumpo, personaje que acompaña las cicuncisiones diola.. La foto es de Dmbjoob
Comentario para Francesca Salmistraro, alumna de Antropología Religiosa en el Grado de Antropología Social de la Universitat de Barcelona.

Todo está unido por lo mismo que lo separa
Manuel Delgado


Mira, Francesca, lo que dices está perfecto. Adelante. Completa Mauss con los tres textos de Lévi-Strauss, como estás haciendo. Lo del valor simbólico como con una función simbólica parecida a la gramatical del fonema 0 es parte de la deuda de Lévi-Strauss con Roman Jakobson, que dice que el fonema 0 no es, como los demás, un fonema que se opone a otros fonemas, sino a la ausencia de fonema. El valor simbólico 0 está a disposición de completar la experiencia fragmentaria de la realidad a la manera de una especie de comodín simbólico. Vas bien. En ese sentido, el mago, como el chamán y el poseído, se convierten en proveedores de este tipo de material y lo hacen a partir de la sobreabundancia de significados con que cuentan y que no tienen, por así decirlo, dónde colocar. El problema inverso de los “normales”, que tienen un déficit crónico de significados para la cantidad de significantes pendientes de formalización en su respectivo sistema de representación. O sea que adelante con esos cuatro textos, más el de Luc de Heusch sobre las tecnologías extáticas.

El tema de los ritos de paso está bien traído. Adelante. Aquí lo que corresponde es que prescindas de las interpretaciones sociologistas y apliques las socio-lògicas. En este sentido también vas bien. Tiene que ver con la necesidad de operar cortes que hagan pensable la realidad, al margen de la función social que cumplan esos cortes o discontinuidades. Lo que diríamos es que no podemos pensar la realidad como si fuera continua. Necesitamos pensarla como discreta. Esa es la función no social, sino intelectual de los pasajes rituales.

La cuestión básica no es entonces la de la existencia «plena», «saturada» o «ocupada» de las distintas regiones en que se quiere dividir la sociedad o el cosmos, sino de qué manera estas compartimentaciones sociales de las que el rito de paso es puente deben mantenerse a distancia. Como la víctima sacrificial o como aquel que experimenta una crisis extática en un rito de posesión, se advierte de los peligros que acechan a aquel que se atreve a vulnerar la distancia entre dos dominios que se procura que mantengan en todo momento una distancia prudencial y suficiente, una franja indefinida y, por tanto, indefinitoria. Pero, sobre todo, lo que el umbral ritual –la fase liminal– hace –al margen de su dimensión contingente– es la proveer de la certeza no de que hay unidades separadas en la estructura de la realidad,  sino que hay separaciones, pues el espíritu humano sólo puede actuar a base de distribuir cortes, segregaciones, escisiones. De ello se deriva que no son instancias, instituciones, status sociales, o mundos lo que se constata, sino la diferencia, la distancia que a un mismo tiempo los separa y los genera . Todas las prevenciones, los cuidados, los riesgos que implica situarse en la frontera advierten no del riesgo de que haya fronteras, sino del pavor que produce imaginar que no fuera. En realidad la amenaza no es que lo diferente se toque, sino que no haya diferencias.

Eso es lo que hace un rito de paso, asegurarse que las cosas clasificadas estén al mismo tiempo unidas y separadas. El rito de paso tiene la función intelectual de separar y unir, puesto que todas las cosas en el universo -y en la estructura social- están separadas por lo mismo que las une y unidas por lo mismo que las separa.



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