dilluns, 25 de maig del 2020

Sobre la contribución de Hannah Arendt a la histeria anticomunista durante la guerra fría

Hannah Arendt
Mensaje a la gente del Observatori d'Antropologia del Conflicte Urbà en el marco de una discusión sobre Hannah Arendt

Sobre la contribución de Hannah Arendt a la histeria anticomunista durante la guerra fría
Manuel Delgado

Yo creo que Hannah Arendt era muchas cosas, pero sobre todo su gran contribución al pensamiento liberal de izquierdas y eso que Garnier llamaba ciudadanismo fue su anticomunismo. Arendt tuvo su gran éxito editorial en Estados Unidos en 1950 con Los orígenes del totalitarismo. El libro se publica en plena guerra fría y como parte del ambiente de histeria anticomunista que da pie a la persecución macartista. Hannah Arendt trabaja, escribe, publica y obtiene repercusión en ese marco, al que de algún modo contribuye, aunque sea con ese matiz crítico, repito, del liberalismo norteamericano, que pudo existir y expresarse contribuyendo a su manera a la lucha contra la “amenaza roja”. Recordar que el Comité de Actividades Norteamericanas actúa entre 1950 y 1953. Otros alemanes exiliados  en Estados Unidos no dudan en marcharse ante el clima de fascismo que se había desatado allí, como Brecht o Thomas Mann. Hannah Arendt se queda y precisamente en 1951 obtienen, ella y su marido, la nacionalidad estadounidense, a pesar del pasado izquierdista de este, Heinrich Blücher.

Arendt está determinada en su pensamiento por el marxismo suave de los autores frankfurterianos en su descalificación de las masas como agentes revolucionarios, una línea que  fue asumida por la intelectualidad liberal estadounidense. Es ahí donde aparece como teórica Hannah Arendt con  su distinción pueblo-populacho a propósito del Estado totalitario y la complicidad que en su constitución y mantenimiento encuentra este en las masas. Es ahí donde sorprende la recuperación del principal teórico de la reacción “científica” que, cerca de Lombroso, había suscitado la agitación social en la Europa del siglo XIX, en particular la Comuna de París: Gustave Le Bon –a quien Arendt dedica un encendido elogio–, uno de los autores que le había servido a Hitler para postularse como “seductor” de lo que hasta entonces habían sido las turbas anarquistas y comunistas. Era Hitler que se jactaba de haberle sacado el mejor provecho a las enseñanzas de Le Bon y haber asentado su poder político en la manipulación de unas masas que la izquierda había creído monopolio suyo en Alemania. Frente a las pretensiones de la izquierda, pero también frente a la rudimentaria descalificación reaccionaria, Hitler estaba convencido de haber encontrado la clave para ponerlas al servicio de los objetivos del Partido Nazi. Leer sus confidencias a Hermann Rauschning (Confesiones íntimas, Círculo Latino), podemos encontrar un capítulo XXXV todo él dedicado a su concepción de la política de masas.

Pues en esa misma línea de la reaccionaria de Le Bon, Arendt ve la masas como una entidad amorfa, ajena o contraria a toda estructuración o jerarquía organizativa, impulsada por instintos "más allá del control del individuo y, por ello, más allá de la razón", sin ideales, sin intereses, estúpida, y por tanto maleable desde la demagogia, en todo momento predispuesta para que en su seno se generen bandas violentas e irracionales, que Arendt llama mob, del latin mobile vulgus, es decir vulgo caprichoso y sin criterio. Os adjunto Los orígenes del totalitarismo. Miraos el capítulo X.

A partir de ahí que ese papel central otorgado a las masas en los discursos para la transformación socialista y el derrocamiento del capitalismo desaparece o se debilita en una buena parte de la izquierda intelectual, que parece renunciar al leninismo como metodología revolucionaria y hace suyas las presunciones individualistas de la tradición liberal-republicana, con su consabida censura de la "sociedad de masas".  Y de ahí, a su vez, las corrientes procuradas desde la izquierda contracultural norteamericana y asumidas por corrientes neomarxistas o neoanarquistas europeas, que, ya en los 60, hacen suya la que hasta hacía unas décadas había sido la crítica a las masas propia de la tradición liberal, incluyendo una nueva manera de vindicar los valores de la subjetividad personal y la soberanía del individuo. incluyendo implícita o explícitamente buen número de las premisas de la psicología de masas de finales del XIX.

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