dissabte, 18 de desembre del 2021

Desconstruyendo "Lost". VI. El Limbo de las Vanidades y la Escalera de Jacob


"Jacob's Leader", William Blake (c. 1805)

De la conferencia pronunciada en las Jornadas sobre la vida y la muerte. Identidad, creencias y rituales, celebradas en el Museo de América de Madrid, en noviembre de 2010

DECONSTRUYENDO "LOST". VI.
EL LIMBO DE LAS VANIDADES Y LA ESCALERA DE JACOB
Manuel Delgado

Otra fuente a partir de la que “Lost” conforma su trama es sin duda El paraíso perdido de Milton, publicado en 1667. La región intermedia con la que se puede identificar la Isla sería el Limbo de las Vanidades, uno de los lugares en los que recala Satán en su viaje hacia al mundo de los recién creados humanos, para entablar en él su última batalla contra Dios. Allá, como se sabe, pervertirá a Adán y Eva y los arrancará del Paraíso, del cual desde entonces no parará en su intento de convertirse en su amo y señor. En concreto, el Limbo de las Vanidades se encuentra descrito en el Canto Tercero. Es un sitio en el Orbe más exterior, en las "primeras convexidades" del cosmos por el que se desplaza aquel a quien Milton presenta como el Enemigo. A este lugar llegan, como si fueran vapores, las vanidades humanas, las cosas vacías y banales, y todos "aquellos que con ellas quieren construir su sueño esperanzado de fama o gloria, o de bienaventuranza aquí en la otra vida..., buscando el elogio de los hombres solamente.., aquí es dónde encuentran recompensa oportuna para sus méritos, vacía como sus hechos". Es ahí donde todos estos seres vagan hasta su muerte final. También van allá a parar todos aquellos que creyeron que podrían entrar en el Cielo disfrazados. Todos ellos fueron absorbidos también por el mismo viento errático que los trajo hasta ese lugar, al que sólo iluminan los rayos de luz que se filtran por el muro tras el cual se encuentra el Cielo.

También es en ese momento que encontraríamos unos de los anclajes del personaje de Jacob en la serie, claramente emparentado con el patriarca Jacob de la Biblia, sobre todo por su visión del Cielo y de la vía de acceso a él. Es en el Limbo de las Vanidades donde Milton nos presenta en su poema al Enemigo descubriendo que allá se entreabre el pórtico celestial, del que parte aquella escalera helicoidal que Jacob viera en sueños, camino de Haran, ascender hasta una cúspide luminosa y por la que subían y bajaban todo tipo de ángeles, arcángeles y querubines (Ge 28: 11-19): “Estos escalones parecían de la escalera por donde Jacob vio como ascendían y descendían Ángeles, estoles fúlgidos de guardianes, por la noche, en sueños, en los campos de Luz, durmiendo a la intemperie y se despertó gritando: ¡Esta puerta es la puerta del Cielo!”.

A hacer notar aquí la importancia del tema de la escalera como símbolo y al mismo tiempo instrumento de todas las místicas que giran en torno al ascenso a los cielos o descenso a los infiernos, de las que sin duda el tema bíblico de la escalera de Jacob sería un ejemplo de los que recoge la propia tradición judeocristiana. Ya volveremos a como el desplazamiento a los transmundos situados encima o debajo del nuestro es un asunto recurrente en todas las variantes de chamanismo, incluyendo las que conocemos extendiéndose por el mundo antiguo y, entre ellas, las asociables a los misterios órficos o eleusianos. De ahí, de nuevo una línea roja nos llevaría a la herencia mistérico-pagana que recoge el propio cristianismo y a todos los esoterismos gnósticos que desembocan en el ocultismo ilustrado. Recuérdese, al respecto,  que el papel de la escala mística en la simbología francmasona, en la que en el rito escocés corresponde al grado XXX. La desembocadura de ese itinerario histórico la encontramos en el lugar de privilegio que el tema de la escalera de Jacob merece en la imaginería propia de la psicología gnóstica, el autoconocimiento, la búsqueda de la riqueza espiritual, el humanismo cósmico y demás expresiones de lo que se ha coincidido en señalar como la religión de la postmodernidad y del nuevo orden mundial, es decir la Nueva Era.

La presencia del paraíso perdido miltoniano debería hacer obvio, por otra parte, que la traducción de "“Lost”" por "Perdidos" podría ser arbitraria y resultarle más apropiada la de "Perdido”, puesto que es del Edén enajenado por el pecado original de lo que se estaría hablando. La relación de la Isla con el Jardín del Edén aparecería también explicitada –pensemos en el comentario de Hugo acerca de que los esqueletos abrazados que se encuentran enterrados, y a los que antes se aludía, son Adán y Eva–, además del mismo aspecto paradisíaco de la Isla.

La elección de Tenerife como el escenario para el capítulo 6x9 podría interpretarse en la misma dirección. Es cierto que la isla de la serie se antojaría emparentada con leyendas como las de Pohnpei, en la Micronesia, y la imaginario ubicación en ellas de la ruinas de Nan Madol y en la que Lovecraft y August Derleth supusieron el acceso secreto a civilizaciones ocultas. Pero la “pista canaría” conduciría más bien a San Borondón, la Isla Ballena o Isla Fantasma, aquel territorio emergente que nadie encuentra si lo busca, puesto que sólo aparece cuando no se espera, aunque siempre entre las islas de Hierro y La Palma. Esta octava isla de las Islas Canarias lleva siglos motivando todo tipo de especulaciones y podemos leer sobre ella en buen número de crónicas de viajeros. Es la que Ptolomeo denominaba "Apròsitus", la "Inaccesible", que fue reconocida por el tratado de Évora como la "Non Trubada" o "Inaccesible", asociada a la Atlántida de los griegos, pero sobre todo al Paraíso Original.




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