dilluns, 30 de desembre del 2019

Todos los lugares son lugares de memoria

Seda abandanada del Particdo Comunista Bulgaro. Foto de Dimitar Dikoff
Comentario para la arquitecta y doctora en antropología Maria Gabriela Navas, enviado en mayo de 2015, cuando todavía estaba haciendo lo que luego sería su espléndida tesis sobre la Vila Olímpica.

TODOS LOS LUGARES SON LUGARES DE MEMORIA
Manuel Delgado

Vamos a arrancar con el concepto de lugar de memoria, que ha popularizado Pierre Nora. El texto de partida es Les lieux de mémoire (Gallimard). No está traducido al español, pero si al inglés. Está en la biblioteca. Le adjunto algunos textos que le pueden orientar en el valor que se le asigna a esa noción. Familiarícese con ella. Representa que «lugar de memoria» es aquel punto en que se produce un retorno reflexivo de la historia sobre sí misma. Puede ser muchas cosas: lugares materiales, monumentos, lugares históricos, ceremonias conmemorativas, emblemas, pero sobre todo que éste es un concepto abstracto, de carácter simbólico, destinado a dilucidar la dimensión evocadora de objetos, que pueden ser materiales e  inmateriales, pero que se aplica ante todo a sitios, puntos en un territorio.  Es, pues, la exploración de un sistema simbólico y la construcción de un modelo de representaciones. En últimas se trata de la reconstrucción del pasado en el presente, a través de los elementos y acontecimientos más significativos.

Se habla entonces de una reificación territorial de algo o alguien que no puede ser sustituido por nada o por nadie más, marca concreta hecha sobre el espacio, un punto de calidad en el cual la ideología o los sentimientos relativos a valores sociales o personales se revelan. Esta fetichización o valor ritual de un punto que hace de él un "lugar de memoria" lo que hace es convertir ese lugar en un nudo, un lazo que permite resolver tanto social como intelectualmente las fragmentaciones, las discontinuidades que toda complejidad le impone tanto a la consciencia como a la percepción.

De hecho, las políticas monumentalizadoras que afirman rescatar el pasado industrial, son en realidad una memoria de mentirijillas, una magna operación de maquillaje, que convierte el recuerdo en una parodia basada en la réplica y el simulacro, evocación de espacios inexistentes que contrasta con la proliferación de espacios desmemoriados, pérdidas masivas de significado en nombre de una pseudomemoria cosificada y fraudulenta, que es la que suelen propiciarse en nombre de intereses políticos de legitimación simbólica o económicos vinculados a la industria turística.


Ahora bien, acaso deberíamos reconocer, de entrada, que un lugar sólo existe en tanto la memoria de un modo u otro lo reconoce, lo sitúa, lo nombra, lo integra en un sistema de significación más amplio. Dicho de otro modo: un lugar sólo lo es porque un dispositivo de enunciación puede pensar o decir de él alguna cosa que por él o en él es recordada, esto es «tenida presente». Esta es la conclusión a la que llega Michel Izard en su trabajo sobre el reíno Yatenga de los moose, en el Oeste africano: «La scène de la memoire», en L´Odysée du Pouvoir, (Éditions de l´EHESS,). Decir «lugar de memoria» no deja de ser entonces un pleonasmo, puesto que un lugar sólo llega a ser distinguible a partir de su capacidad para establecer correspondencias que permiten dibujar una cruz sobre la superficie del territorio en que se ubica. Son estos dispositivos los que acuerdan conceder a los lugares —a cualquier lugar, que porque lo es, es lugar de memoria—  propiedades lógicas, entre las que destaca la de una inalterabilidad más duradera que la de las palabras, los hechos o los actos a los que aparecen conectados circunstancialmente. 

Por eso le sugería que incorporase lo que está trabajando al inventario de las destrucciones o de los abandonos patrimoniales, que sería inmenso, y lo confirmaría todo aquello que, a las antípodas de los supuestos «lugares de memoria», haríamos bien en designar como «lugares de olvido» que es un concepto que le invito a tomar como central y que tomo de Jonathan Boyarin, que la adupta para referirse a la ocultación del barrio pobre Lowe East Side, en favor de la exaltación de Brooklyn, en orden a la construcción de una memoria étnica urbana «pertinente» de los judios de Nueva York («Un lieu de l´oubli: le Lower East Side dels Juifs», Communications, París, 49 (1989). Se lo adjunto.


Empiece por ahí. Trabaje el contraste entre los lugares de memoria y los lugares de olvido y compruebe como puede soportar teóricamente la evidencia que lo que usted tiene entre manos es una expresión colosal de estos últimos.


Canals de vídeo

http://www.youtube.com/channel/UCwKJH7B5MeKWWG_6x_mBn_g?feature=watch