dimarts, 13 de juny del 2017

El lugar del sexo en la cutura

La foto es de Yanidel
Reseña de Cultura y sociedad en las prácticas sexuales. José Antonio Nieto. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Fundación Universidad-Empresa. Madrid, 1990, publicada en Babelia, suplemento de libros de El País el 20 de agosto de 1991.

EL LUGAR DEL SEXO EN LA CULTURA
Manuel Delgado

La sexualidad es para los occidentales de hoy –reconozcámoslo-, más que otra cosa, un tema de conversación. Además, y con la excepción de algunas especulaciones valiosas, también es fuente de inspiración para una literatura masiva y de paupérrima calidad, compuesta por manuales de uso que conciben los lechos de amor como si fueran gimnasios, y libros y folletos de difusión sexológica destinados a demostrarnos que somos todos unos jodedores incompetentes y, en la línea de un reciente y exitoso programa televisivo, a hacer aumentar el porcentaje poblacional de ansiosos. A esa colección de tomaduras de pelo habría que añadirle las contribuciones de una seudosociologia sexual entestada en hundirnos aún más en la superchería estadística dominante hoy.

En comparación, bien poca cosa se ha escrito y se ha leído acerca del lugar del sexo9 en esa compleja construcción comunicacional a la que llamamos cultura,que es donde se define el color de nuestros deseos, donde la libido escoge la forma de sus fantasmas, y en la impresión de cuyos códigos pueden hallarse las claves que justifican las diferentes maneras de habitar la genitalidad. El sexo de los humanos deviene incomprensible sin esa estratégica herramienta conceptual, que es la que nos permite contemplarlo como un sistema simbólico más, una modalidad de intercambio de señales  signos compartidos que determina comportamientos y creencias.

En esa dirección socioculturalmente orientada de esclarecimiento de la sexualidad y sus sentidos, la antropología ha provisto de aportaciones célebres, muchas de ellas de ambientación entre lo exótico, debidas a las ilustres miradas de Davenport, Kardiner, Du Bois, Mead, Malinowski, etcétera. Todos ellos insistieron en la importancia de establecer la ideología cultural –las reglas secretas del juego amoroso- que subyacía en lo que las gentes pensaban, hacían y decían a propósito de la dimensión erótica de su existencia, demostrando además que cualquier concepción de buena sexualidad resultaba altamente vulnerable al ejercicio comparativo entre los diferentes modelos con que las sociedades han dotado su organización sexual.

Si ya se ha hecho notar cómo en Occidente la sexualidad es esencialmente un tema de charla, debería decirse que en España suele ser también motivo generalizado de cachondeo. Po r ello, que se haya producido una contribución de manufactura propia en ese campo de la antropología sociocultural de temática sexual constituye una excelente noticia. Debe decirse también que Cultura y sociedad en las prácticas sexuales, de José Antonio Nieto, es uno de los libros de texto empleados en el master en sexualidad humana que imparte la UNED y la Fundación Universidad-Empresa, que también acaba de entregar Sexualidad y sexismo, de J.M. Marqués y R. Osborne, y prepara un prometedor Género y sexualidad,  de Teresa del Valla y C. Saz de Rueda. Esta condición divulgadora sin claudicaciones permite al lector, no por fuerza especializado, ponerse al tanto de la que se puede decir de distinto acerca de cuestiones masacradas por el tópico, como el aborto, la homosexualidad, la prostitución o las llamadas perversiones. En cualquier caso, he aquí una lectura importante en orden a rescatar la sexualidad del despotismo de vocación policial al que la tienen sometida médicos y curas. También para enterrar para siempre ese ingenuo prejuicio que nos hizo creer alguna vez que lo que ocurría entre dos en la soledad de las alcobas era un acto estrictamente privado.



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