dimecres, 1 de gener del 2014

El proceso soberanista catalán como movimiento de masas. Saludo de Año Nuevo para los/as estudiantes de la asignatura "Antropología de los espacios urbanos y de la globalización", del Máster de Antropología y Etnografía de la UB

Damas de la alta burguesía catalana manifestándose en favor de la independencia.
La foto es de Àlex Brull.
Os envío mis mejores deseos para que este 2014 os sea propicio. Me gustaría aprovechar esta felicitación para haceros notar algo sobre el contenido de la asignatura y su relación con lo que muy probablemente va a pasar en este año que ahora empieza.

Yo sé que la impresión que os puede ofrecer la materia es que es de orden casi exclusivamente teórico. No es así. A lo que os estoy invitando, como marco general, es a que tengáis en cuenta el papel que juega la calle y el tipo de sociabilidad que la caracteriza en tanto que verdadera institución social, es decir ámbito en que se desarrollan mecanismos, dispositivos, lógicas..., mediante los cuales un orden social abre espacios y tiempos en los que el azar y la indeterminación juegan un papel que puede llegar a ser estratégico. Ese "ahí afuera" —los huecos y canales que se abren entre volúmenes construidos de una ciudad— es el escenario de una actividad que no es sino la del trabajo de lo social sobre sí mismo, una labor incansable en la que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento y de la que están siempre a punto de derivarse y se derivan desarrollos inopinados.

Al respecto, hemos estado hablando en concreto de cómo, en relación con ciertas circunstancias, las calles y las plazas se llenan de conglomerados humanos solidificados, coaliciones viandantes de viandantes, que actúan al unísono siguiendo pautas que no debemos dudar en catalogar como rituales, que ponen de manifiesto la capacidad creativa y a veces transformadora de la acción colectiva. Ese es el asunto del que hemos hablado a lo largo del curso: aquello a lo que un día llamamos —y merecen todavía ese nombre— las masas.

Pues bien, me atrevo a pediros que estéis atentos a lo que pase a vuestro alrededor y ante vuestros ojos este 2014, porque de seguro que comprobareis la vigencia de ese viejo poder de la calle que un día creímos desactivado. No sé cuáles son vuestras opiniones acerca del proceso político que está viviendo Catalunya ahora mismo. Imagino que cada cual tendrá las suyas, legítimas, por supuesto. Es más, sospecho que algunos de quienes venís de otros países ni siquiera estáis al corriente —al menos a fondo— de lo que está ocurriendo. Lo que sí que os puedo asegurar es que este 2014 os brindará la oportunidad de conocer de cerca, y quién sabe si vivir, eso que se da en llamar acontecimientos históricos.

Puestos a hacer un pronóstico, creo que no habrá referéndum, que se celebrarán elecciones anticipadas plebiscitarias y un parlamento con abrumadora mayoría independentista proclamará un estado catalán. Qué pase luego, cuál vaya a ser la reacción del gobierno de Madrid, del ejército y de sectores sociales en los que se está larvando un auténtico odio étnico, es lo que queda por saber. Pero no se puede descartar algún tipo de uso de la fuerza o reacción violenta ante lo que muy probablemente sea la disolución de España, al menos tal y como la conocemos hasta hoy. Por muchas vueltas que le doy, no veo que esto tenga otra salida, porque lo que no va a haber es marcha atrás.

Pues bien, todos los episodios que están jalonando esta dinámica de cambio histórico son, en efecto, ejemplificaciones de lo que en otra época llamaríamos movimiento de masas o lo que la tradición sociológica clásica designaría, siguiendo a Durkheim, como efervescencia colectiva. No os quepa duda de que la iniciativa la llevan las movilizaciones en la calle y lo que sea que pase tendrá sus momentos clave también ahí afuera. Es posible que todo lo que está pasando fuera inicialmente impulsado desde instancias de poder y con el apoyo de medios de comunicación afines a sus intereses, pero está claro que la reacción suscitada ha desbordado ampliamente las intenciones de sus eventuales instigadores. Eso es lo que distingue precisamente el proceso que está conociendo Catalunya de otros parecidos con los que suele comparársele, como Quebec o Escocia, puesto que aquí aparece impulsado por eso que damos en llamar la sociedad civil, es decir por instancias organizativas de base y no gubernamentales. En todo caso, es importante que me dejéis remarcaos esto, porque vais a tener bien cerca un ejemplo de cómo se van a continuar desencadenando episodios cuyo protagonismo le corresponde a las calles y a lo que sucede en ellas, que no es otra cosa que lo que os estoy describiendo como algo parecido a la escritura automática de la sociedad.

Cabe plantearse, es cierto, qué pasará luego, cuando la ebullición cese y las cosas se vuelvan a asentar. Es muy probable, casi seguro, que los de siempre recuperarán el control y se asegurarán de que todo vuelva a su cauce, es decir al cauce de ellos, el que ellos impongan de acuerdo con los intereses de clase que obedecen. Ahora bien: atención a ese "casi". Nada está escrito en la historia de las sociedades y ahí están esas aberturas en la estructura social que siempre y en todos sitios están dispuestas para que se abran paso nuevos proyectos de sociedad. Es decir, en este proceso hay mucha gente que está dispuesta a, puestos a cambiar, cambiarlo todo. Desde luego la oportunidad va a ser única y no se va a repetir.

Atended no solo lo que pasa, sino también los discursos que suscita el escándalo de la actividad colectiva en las calles. Oiréis que os dicen que se trata de una movilización al servicio de los intereses de la burguesía. Informaros bien y veréis que la burguesía aquí, incluso la nacionalista catalana, ha sido siempre españolista y es posible que buena parte lo continúe siendo. Por otra parte, creedme, no hay cientos de miles de burgueses en Catalunya. Con la burguesía catalana se llena el Liceo, pero no las calles y carreteras de un país.

Otra cosa que escucharéis es que la gente que ha salido y —no lo dudéis— volverá a salir a la calle están manipuladas. Como veis, el argumento contra las muchedumbres se repite: si hacen lo que creemos que deben hacer es que han visto por fin la luz; si no, son víctimas de la sugestión de los medios de comunicación o de la demagogia política. Según nos de la razón, son el pueblo o el populacho. Ya os remarqué que las teorías sobre la manipulación de la gente acuden siempre en auxilio de quienes viven como un enigma insufrible el que los demás no piensen como ellos.

Os pediría que hicierais una indagación en vuestras cercanías. Que habléis con personas que participaron en la manifestación del 11 de septiembre de 2012 o en la cadena humana de hace unos meses. Averiguad quiénes son, a qué estratos sociales pertenecen, cuáles son sus ideas políticas. Os encontraréis de todo: gente de ideas conservadoras, pero también un montón de radicales de izquierda que intuyen la ocasión de una transformación radical de la realidad; burgueses, sin duda, pero sobre todo gente trabajadora, como mucho de esa baja clase media que conforma la mayoría de la población; obreros/as, amas de casa, perqueños/as empresarios/as, funcionarios/as, oficinistas, tenderos/as, estudiantes, parados/as, jubilados/as, niños/as...; catalanoparlantes, pero un número ingente de "charnis" -lo que yo soy- e incluso de inmigrantes recientes. Son vuestros/as vecinos/as. Imaginároslos fundidos o cogidos de la mano. Luego tomadlos uno a uno y miradles a la cara. Preguntadles que hacían allí, por qué salieron a la calle, qué les convocó, de quién fue la llamada y por qué la atendieron. Exigirles que confiesen que estaban manipulados por la prensa nacionalista; obligadles a asumir que eran marionetas en manos de los intereses de la burguesía. Y veréis  lo que os dicen.

¿Quien le dice a esa multitud que la fiesta se ha acabado y que se vuelva a sus casas? Esa gente está ahí —porque continúa ahí, de guardia, aunque no la veamos— porque creen que pueden volver a empezar en un país nuevo, y quién sabe si, puestos, también una nueva sociedad. No aceptarán una decepción. Lo que quieren, lo quieren ahora. Recordar lo que explico en clase: las masas no mienten, ni disimulan.

En cuanto a quienes contemplan con desprecio o indiferencia lo que está pasando, también hay que saber entenderlos —no descarto que haya alguno de ellos entre vosotros. Se saben superiores y ya sabemos lo difícil que resulta ser modesto cuando se es el mejor. Mantengámosles al corriente para que nos juzguen y esperemos de ellos la benevolencia de los lúcidos.  


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