divendres, 18 de febrer del 2022

Los malos siempre pierden



Artículo publicado en El Periódico de Catalunya el 3 de marzo de 2000, con motivo de uno de los juicios contra Pedro Varela, en relación con la Librería Europa, acusada de vender libros nazis.

LOS MALOS SIEMPRE PIERDEN
Manuel Delgado

No se trata ahora de discutir sobre los límites que debe tener la circulación de ideas, ni si todo lo pensado puede o no ser dicho. Ni siquiera es cosa de cuestionar lo justo de la sentencia que ha condenado a Pedro Varela por lo alarmante de sus pensamientos en voz alta. Se trata más bien de advertir ciertas paradojas curiosas que se han dado en relación con ese juicio y con todo lo que se ha escrito al respecto en los últimos días.

No es por dar la nota, contrariando lo que todo el mundo parece encontrar indiscutible, pero alguien debería recordar que hay personajes no muy alejados ideológicamente de Pedro Varela que merecen, cerca de Madrid, un colosal panteón para ellos solos llamado Valle de los Caídos. No es por aguar la fiesta de quiénes celebran la condena de Varela, pero existen importantes ciudades españolas –Burgos, Palencia, León– cuyas avenidas principales tienen nombres como División Azul, General Sanjurjo, Generalísimo Franco, José Antonio Primo de Rivera, etc. Ya ven que cosas, a unos les mandan a la cárcel y a otros, por algo parecido pero bastante más cruento, les levantan un mausoleo o les dedican una calle.

Tampoco es por fastidiar, pero alguien debería recordar que se calcula que la llamada «conquista de América» supuso el exterminio físico de unos veinticinco millones de indios, en una carnicería que, como saben desgraciadamente los habitantes de la Amazonia, todavía no ha terminado. No sé si a eso se le puede llamar genocidio o no, pero lo cierto es que cada 12 de octubre se considera perfectamente legítimo hacer de aquella «hazaña» una apología por todo lo alto.

Cuesta no contemplar la escena como una comedia, una representación en la que lo que se escenifica es el justo y necesario castigo contra una super-malvado oficial, que está ahí –como en los malos westerns– para que todo el mundo vea que el malo-malísimo es él, que los buenos son los buenos y, sobre todo, que nosotros estamos dónde hay que estar : en el bando correcto.




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