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La foto es uno de los trabajos de Jon Sochor sobre jóvenes de maras en El Salvador |
Consideración para Cristina López, doctoranda.
COMENTARIO SOBRE LA FUNCIÓN SIMBÓLICA DE LOS MARCAJES CORPORALES EN JOVENES "MARGINALES"
Manuel Delgado
Yo creo que debería estar claro que la función de los marcajes corporales de estos jóvenes “marginales” de tu investigación es justamente esa: la de denotar inequívocamente lo que se supone que son, en este caso marginales, y más en concreto “peligrosos”. Es esto lo que justifica la búsqueda de elementos conductuales, vestimentarios, corporales, protocolarios, estilísticos, lingüísticos…, que resultan deliberadamente “inquietantes”. A mí me recuerdan bastante a esos tipo de que, desde que se proclama que los skins son peligrosos, se visten de skins justo para parecerlo. Porque la clave está ahí, en esa lógica de “aparecer pareciendo”, es decir autotematizándose, exhibiéndose como siendo una sola cosa. La lógica de ese nuevo dandismo, al que se ha referido Patrice Bollon en Moral de la máscara (Espasa-Calpe), sobre principios de visibilización que están planeados deliberadamente para llamar la atención, práctica al mismo tiempo de ostentación de presencia física y de maximización de la distancia estética.
Pienso que estás ante una variante
de lo que la microsociología de Goffman denominaba fachada (front), aquella parte de la actuación de un individuo en
que éste trata de definir las situaciones en que se ve involucrado a partir de
su aspecto externo, de su attrezzo.
Quien adopta los rasgos externos que se supone que corresponde a un “tipo
peligroso”, lo que quiere es resultar, sea como sea, interesante. Se tiene interés en despertar interés en quienes
deberían estar interesados en percibirlos. El control sobre las impresiones se
suscita por una dotación de signos que permite a su usuario ser reconocido como
una cosa y basta, o al menos como preferentemente una cosa. El mecanismo desencadenado es aquel que Erving Goffman
definía en La presentación de la persona
como fachada personal, que, poniendo
como ejemplo los uniformes militares o las batas blancas de los médicos, hace
de vehículo transmisor que permite identificar de manera absoluta al
interactuante a partir de su apariencia (appearance).
El status y la función social de la persona uniformada son, allá donde vaya o
dónde se halle, haga lo que haga, siempre y cuando mantenga su aspecto, los
mismos. Esas adhesiones estéticas llevan a sus últimas consecuencias lo que
Bourdieu llamaba «visión pequeño burguesa sobre la identidad», que pretende
reducir el ser social al ser percibido, mostrado, representado. Concreción
paródica de aquella «redención del ser en la apariencia» de la que hablaba
Nietzsche en El nacimiento de la tragedia,
como la base misma del instinto artístico.
Como ha señalado Bourdieu,
refiriéndose a las estrategias basadas en el gusto exhibido, sus operaciones
prácticas no son ni intencionales, ni utilitaristas, ni finalistas, ni siquiera
racionales en el sentido weberiano, pero tampoco gratuitas. Son ante todo interesadas, en el sentido que denota su
origen en interesse, que significa formar parte, participar, estar
incluido, «entender que el juego merece ser jugado». Esa frase la tienes en Razones prácticas. Sobre la teoría de la
acción, Anagrama, Barcelona, 1997, p. 142. O, más bien, como propone acto
seguido Bourdieu, ilusionadas, de illusio, derivada de ludus, estar metido en el juego,
tomárselo en serio, tener en la cabeza las estructuras del mundo en que se
juega, fascinación por lo que no deja de ser más que una complicidad ontológica
entre las estructuras mentales y las estructuras del espacio social en que se
está. Identidad narcisa que responde a la voluntad radical de ser contemplado, sea como sea, incluso
con asco, con odio, con inquietud o con miedo. Ansia irrefrenable de
protagonismo en ese espacio público del que aspiran a ser protagonistas
escénicos, esfuerzo denodado por ser vistos, por ser advertidos, por ser si
hace falta hasta temidos, entre la masa humana indiferenciada que les envuelve
y que debería tener razones para contemplarlos con preocupación o ansiedad
antes su presencia.