dissabte, 30 de setembre del 2023

La fama

La foto es de Henri Cartier-Bresson

Notas para el espacio "El rincón y la esquina", con Marta Sanz, en "Hoy por hoy", Cadena SER. Emisión del 15 de septiembre de 2022.

La fama
Manuel Delgado

Fama puede tener como sinónimos "popularidad" y "reputación". Como popularidad una persona tiene fama porque es conocida y, por tanto, reconocida por la calle. "Mira; es...", "¿sabes a quien me he encontrado..."

La gente que se encuentra a una persona famosa suele recabar testimonios que lo acrediten, y piden autógrafos o se hace selfies con él o ella. Es la misma lógica que lleva a hacerse fotos con monumentos famosos para que quede claro que has estado ahí.

Una persona puede ser reconocida por la calle porque se le atribuye algún mérito en algún campo: deportivo, musical, literario, político. Su imagen ha sido publicitada y se asocia al éxito. No tiene sentido tener éxito si no te lleva a la fama. No existe gente con éxito que no sea famosa. No existen triunfadores que no sean famosos. No existen triunfadores anónimos.

La fama suele responder al reconocimiento de un mérito, de tal forma que la fama se supone que se ha de ganar en otro campo. Aunque hoy el famoso puede ser famoso porque es famoso, es decir trabaja de famoso. La TV o internet están llenos de famosos que solo son famosos porque salen ahí, dan la cara.
Eso implica que no siempre el famoso tiene dinero. Los medios están llenos de gente que no sabe hacer nada y son famosos porque van a programas de famosos. Son famosos profesionales porque en realidad no tienen trabajo y no les sale nada.

En el fondo su papel es el de ofrecer perfiles sociales más o menos emblemáticos. Son comediantes a los que se les atribuye un papel en el gran guiñol social, como polichinelas a las que se saca al escenario para que, manipulados por su público, representan papeles caricaturescos, parodias de personalidades imaginarias que son como sombras chinescas de un drama que sucede como fuera del mundo, pero que lo representa simplificado en extremo. 

Actores de una comedia, gente del espectáculo. Su destino es ser destruidos. Son juguetes que se tiran en cualquier momento en que cansen. Ser famoso te vuelve frágil y vulnerables. Sabes que tarde o temprano irán a por ti y te aniquilarán. Tus fans te abandonaran y quienes te han encumbrado te harán sucumbir y pasar de la fama a la vergüenza.

El famoso tiene opiniones que se atienden porque son de un famoso. Internet ha generado famosos que lo son porque dicen cosas. Es un ámbito en el que se gilipollas es un oficio. Las opiniones de un famoso valen más que la de los demás y nunca entiendes por qué, puesto que sus opiniones apuntan a temas sobre los que no tienen ninguna competencia, si es que tienen alguna.

El caso más extremo de este tipo de fraude moral es el de las cartas de intelectuales famosos, incluso de izquierdas, que es una forma soterrada de culto a ese éxito que algunos tanto desprecian como meta, pero que buscan.

Y ahí esta el otro concepto de fama como reputación. La paradoja es que en ciertos ambientes ser famoso te desacredita, te hacer desmerecer el respeto y el reconocimiento. Ser famoso, en ciertos contextos, te da mala fama. En el terreno académico -el mío- lo peor que te puede pasar es ser famoso. La reputación es mayor cuanto menor es tu éxito público. En la universidad, ser famoso es la muerte. Estás hundido.

Cuando Joan Ramon Mainat -en paz descanse- me invitó a hacer un programa en TV, le dije que me preocupaba que mi popularidad mediática perjudicara mi lado académico. Lo que me dijo fue que era al revés: lo que he de procurar es que mi lado académico no perjudique mi carrera en TV. Lo juro.



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