El montaje está tomado de http://www.fundacionrba.com/actos/richard-sennett_158
Hace unos días, la revista Arbor me invitó a participar en un debate sobre el último libro de Richard Sennett, Habitar y construir. Ética para la ciudad (Anagrama). Se trataba de mandar antes unas líneas sobre la impresión que suscitaba la obra. Envié este texto, cuyo título es, como se habrá notado, una alusión a uno de sus primeros libros, El declive del hombre público, de 1977.
El declive de Richard Sennett
Manuel Delgado
¿Es posible diseñar ciudades dignas bajo esa máquina de destruirlas y entristecerlas que es el capitalismo? Richard Sennett considera que sí, que es posible construir y habitar ciudades que, a pesar de la depredación mercantil de que son víctimas, pueden existir acordes con el idealismo universalista kantiano. Esa es la tesis central de Habitar y construir.
Sennett fue un sociólogo que en los años 70 puso su erudición al servicio de una genial etiología de la modernidad urbana. Hoy es una estrella del show business intelectual. Las instituciones que lo convocan suelen sacarle a pasear para que contemple sus logros en materia urbana y algunas lo premian o lo incorporan como asesor, consultor, colaborador o cualquier otro título que justifique su papel como justificador. En este libro vuelve a desplegar su conocimiento –hecho de lecturas y de experiencias casi siempre de oídas o de paso– para argumentar a favor de un urbanismo audaz, al tiempo que socialmente sensible, pero que no estorbe los procesos de apropiación capitalista de las ciudades. Es más, contribuye al objetivo de hacer estas dinámicas más sostenibles y soportables, menos atroces, reclamando una participación de los urbanizados en las políticas urbanísticas que convierta a sus víctimas en cómplices.
El libro prueba la actualidad de un viejo contencioso inherente a la historia misma de la ciudad moderna: el que opone el conjunto de maneras de vivir en espacios urbanizados –la cultura urbana propiamente dicha– a la estructuración de las territorialidades urbanas, es decir la cultura urbanística. En la práctica y hasta ahora el urbanismo se ha configurado casi siempre como una colosal máquina de guerra contra lo urbano. Sennett revoca ese antagonismo y propone una conciliación entre estos dos polos. Parece convencido de que la aplicación de criterios ordenadores claros y pertinentes es capaz de resolver o al menos aliviar problemas sociales profundos, no por la vía de un cambio en estructuras brutalmente asimétricas, sino por el de una redefinición de los lugares y de su organización. Al servicio de ese presupuesto reclama dotar al urbanismo de un contenido “ético” que le confiriera un sentido no meramente tecnocrático, sino también moral. Ha caído víctima de lo que Lefebvre –ese autor que Sennett ignora– presentaba como "la ilusión urbanística", la ensoñación que afecta a los planificadores de que pueden escapar de las gravitaciones que someten el espacio a las relaciones de producción capitalista, o reconducirlas. No reconocen o no quieren reconocer que obedecen órdenes. Buena fe no les falta, pero esa buena conciencia agrava aún más su responsabilidad.
Todo este libro es una interpelación conjunta a Lewis Mumford y a Jane Jacobs. Sennett toma partido por la izquierda liberal y posibilista de Mumford y evoca el tiempo pasado en que simpatizó con Jacobs y su denuncia intempestiva de los desmanes del urbanismo, que definía como esa pseudociencia hecha de una plétora de sutiles y complicados dogmas levantada sobre unos cimientos idiotas. En Habitar y construir Sennett proclama satisfecho haberse liberado de “la sombra de Jane Jacobs”, esa sombra que todavía continúa iluminándonos a algunos.