TRIBUS DE LEYENDA
Manuel Delgado
No hay mucho que leer en serio acerca de lo que suele instalarse bajo el capítulo de «tribus urbanas», y que no es sino lo que las ciencias sociales de la ciudad estudían en tanto que «microsociedades», «culturas» o «subculturas juveniles». Hace algún tiempo Paidós publicó el más que discutible Tribus urbanas, de Josep Oriol Costa y otros. Casi como un acto de desagravio a la complejidad y la profundidad del asunto, Ariel nos ofrece ahora este De jóvenes, bandas y tribus, del joven antropólogo catalán Carles Feixa, con un breve prefacio de Michel Maffesoli.
Nos encontramos ante un trabajo de valor, que ya lo sería por el sólo hecho de abordar el tema con seriedad, competencia y con respeto a esa misma diversidad humana que se propone dar a conocer. Ahí ya tenemos un primer paso en orden a rescatar a los jóvenes inventores de cultura de las leyendas mediáticas que les afectan, las más de las veces en un sentido estigmatizador. A ese mérito cabe añadirle el de que la obra puede usarse a la manera de un manual que recorre el asunto siguiendo diferentes ejes. Uno de ellos repasa el repertorio de perspectivas que han abordado la cuestión, desde la Escuela de Chicago hasta los teóricos anti-sistema, pasando por la escuela de Birminghan, el estructural-funcionalismo o las lecturas inspiradas en Gramsci. El otro propone un desplazamiento histórico y transcultural, en el que se pone de manifiesto la variedad de sentidos que afecta al concepto de «juventud» en cuanto se le somete a la comparación entre épocas y sociedades.
Otro movimiento nos coloca ante un modelo analítico que considera las formas específicamente juveniles de hacer, de pensar y de decir en clave de etnicidad, de clase, de género, de territorio y, en especial, de parámetros estéticos. Es esto último lo que permite reconocer las expresiones culturales de los jóvenes como paradigma de las adscripciones basadas en puestas en escena compartidas, es decir del paso de la comunidad de consciencias propia de las sociedades todavía deudoras de la tradición, a la comunidad de experiencias, forma preferente que adopta en las sociedades contemporáneas la producción de identidad. Dos capítulos de contenido etnográfico, referidos a movimientos juveniles en México D.F. y Lleida le dan al volumen el toque empírico que requiere todo buen trabajo antropológico.
El libro de Feixa explora los términos en que se descompone ese gran continente cultural que es la juventud, desgajado hace ya varias décadas de las macroculturas occidentales. La premisa es la de que, a pesar de todos los paralelismos posibles con las sociedades pre-modernas o exóticas, la sociedad contemporánea concita condiciones de reproducción social y cultural en las que las nuevas generaciones ya no son depositarias del legado del pasado, sino herederas del futuro. Ese complejo cultural exento –los jóvenes– mantiene con las culturas hegemónicas y con las de los adultos una relación que puede interpretarse en términos de disonancia –oposición, desacato, rebeldía–, pero también de resonancia, esto es de caricaturización y parodia de los estilos culturales dominantes.
En resumen. Este es un libro que, al lado de sus cualidades de rigor y utilidad, aporta un testimonio más sobre la naturaleza heterogénetica de las sociedades urbanas actuales, que, no conformándose con importar diversidad humana de otras sociedades, se abandonan a la creación y recreación constante de diferencias de «factura propia», por así decirlo. Contemplar a los jóvenes en la tarea ininterrumpida de generar parte de esa pluralidad de la que dependen las ciudades constituye una prueba de que está lejos de agotarse la capacidad humana de producir mundos. He ahí la consecuencia moral a la que esta obra conducirá a quienes se acerquen a ella.