diumenge, 5 d’abril del 2020

Refritos culturales

Carlos Reynoso

Reseña de Apogeo y Decadencia de los Estudios Culturales. Una Visión Antropológica, de Carlos Reynoso (Gedisa, 2000), publicada en Babelia, suplemento de libros de El País, el 25 de noviembre de 2000.

Refritos culturales
Manuel Delgado

Hace unas cuantas semanas (El País, 16 de septiembre) Enrique Gil Calvo nos informaba en Babelia de la llegada al mercado editorial español de varias obras representativas del último grito en ciencias sociales: los «estudios culturales», una especie de refrito en que se mezclan, entre otros ingredientes, marxismo vulgar y populista, sociología de Bourdieu, algún que otro concepto secuestrado a la antropología –«cultura», «etnografía»–, crítica literaria y fascinación por los mass media. Pues bien, todavía por digerir estas novedades que nos ponían al corriente de unas últimas tendencias, se nos informa de que éstas deben ser solemnemente declaradas pasadas de moda, lo que nos da cuenta de hasta qué punto es difícil estar al día en castellano de lo que se va produciendo en sociología o antropología.

Apogeo y decadencia de los estudios culturales es, en efecto, una demoledora crítica del antropólogo argentino Carlos Reynoso a una corriente que prometía revolucionar el análisis de la sociedad contemporánea y a la que se empieza a contemplar en proceso de disolución. Esta obra debe conectarse con el amplio prólogo que Reynoso redactara para El surgimiento de la antropología posmoderna (también en Gedisa, 1991), en que ya expresaba su preocupación por las inclinaciones anticientíficas, subjetivistas y atomizadoras que se abrían paso en su disciplina. Esa inquietud se extiende ahora a esa a un tiempo nueva y ya vieja culturología, en la que algunos teóricos –Clifford, García Canclini– llaman a disolverse a la antropología misma.

Este libro de Reynoso no debe verse como una introducción al programa culturológico, sino más bien como una crónica de su crisis y un desenmascaramiento que lo reconoce como parte de una ofensiva en toda regla para desautorizar la vocación científica con que nacieron la sociología y la antropología. Un seguimiento pormenorizado de los avatares de la escuela de estudios culturales revela enseguida su escasez de aportes teóricos serios y solventes, difíciles de encontrar entre una maraña de artículos menores producidos con sospechosa copiosidad. La contribución metodológica de la culturología ha sido, según Reynoso, pobre y se ha reducido a una depredación de propuestas ajenas, entre ellas algunas de las impugnadas desde la propia corriente. El resultado: un eclecticismo que, como suele ser habitual, no hace sino disimular la mediocridad de sus resultados. Por otro lado, a pesar de presentarse como un antidisciplina, los estudios culturales han acabado propiciando nuevas formas de autoritarismo ortodoxo, a costa de desfigurar lo que era su propio proyecto inicial, derivado de la obra de Raymond Williams, Richard Hoggart o Stuart Hall, entre otros. En cuanto a su presunción de ser un arma al servicio de la crítica cultural de izquierdas, Reynoso la muestra como poco justificada, puesto que la escuela culturológica no dejaría de ser, en realidad, más que la prolongación de aquel posmodernismo reaccionario que decía venir a superar.

En resumen, un duro alegato contra las pretensiones desmesuradas y los indicios de impostura de una escuela que, por si fuera poco, se reclama centrada en un concepto –«cultura»– crecientemente criticado desde la propia disciplina que se lo arroga como su ámbito natural de acción: la antropología. En efecto, son cada vez más los antropólogos que renuncian a esa noción o se rodean de precauciones a la hora de usarla, precisamente como respuesta a la usurpación de que es objeto desde todo tipo de estrategias banalizadoras, alguna de las cuales, como ésta de los «estudios culturales», ha sido capaz de convencer a algunos de la seriedad de sus propósitos.






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