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Reseña de Susana Narotzky, Mujer, mujeres, género. Una aproximación crítica al estudio de las mujeres en las Ciencias Sociales. Centro Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1995, publicada en Babelía, suplemento de libros de El País, el 24 de febrero de 1996
ANTROPOLOGIA Y FEMINISMO
Manuel Delgado
Que el feminismo no es un mero movimiento civil más, sino también una corriente de pensamiento que, por encima de los desmanes producidos por su trivialización, es capaz de conmover los cimientos de los saberes concernientes a lo humano es algo de lo que ya no se puede dudar.
Para proveer de nuevas razones tal evidencia, Susana Narotzsky de quien ya conocíamos su notable Trabajar en familia: mujeres, hogares y talleres (Alfons el Magnànim, 1988) hace con este Mujer, mujeres, género una contribución de última hora al empeño de la antropología por atender las diferencias entre sexos como uno de los aspectos de la construcción cultural de la realidad, mucho más que como resultado de determinaciones presuntamente "naturales". La perspectiva de elección es aquí la que, tanto desde una síntesis entre marxismo y estructuralismo Godelier como desde una cierta lectura francesa del pragmatismo interaccionista norteamericano Bourdieu , desautoriza viejas separaciones analíticas, del tipo material/ideal o proceso/estructura en el análisis de lo social.
Así orientada, esta obra aporta una visión en panorámica de lo que desde la antropología se ha constatado a propósito del lugar de las mujeres en la producción y reproducción de la vida social. Al mostrar cómo asuntos mayores de la disciplina familia, supervivencia, sistemas representacionales se ven atravesados estratégicamente por la cuestión del género, este libro nos advierte de que los análisis provistos en ese sentido no se conforman con generar un mero espacio protésico, ni tampoco inauguran una nueva jurisdicción específica, a la manera de una "antropología de la mujer". Más bien se hace notar que tal apertura de ángulo conduce inevitablemente a revolver por completo todo lo dado por supuesto a la hora de estudiar y contrastar culturas, al tiempo que se delata la manera como el androcentrismo ha sido la puerta trasera por la que el etnocentrismo ha conseguido penetrar hasta el núcleo mismo del conocimiento antropológico. De la mano de obras como esta, la llamada ciencia del Otro asume la necesidad de serlo también de la Otra.
Ahora bien, ciertas preguntas aparecen como pertinentes. ¿Qué hay de esa desazón que algunos experimentan a la hora de valorar la posibilidad misma de una antropología feminista como la que aquí se nos propone, es decir de un feminismo que somete sus premisas a la comparación intercultural y halla además en ello un poderoso refuerzo argumental? ¿No será el esfuerzo por encontrar por doquier los signos de un universal agravio contra las mujeres una reedición de la obsesión que llevara a los antropólogos psicoanalíticos a ver agitarse, allá donde mirasen, el fantasma del complejo edípico, o los denuedos con que el etnomarxismo vulgar se empeñó en descubrir explotaciones de clase activas o latentes en todas las sociedades contempladas? ¿Puede el discurso feminista aplicarse en realidad a otra cosa que a temas de interés local?
Dicho de otro modo, ¿y si fuera esta antropología feminista, ella también, otra trampilla, otra inopinada vía de acceso por la que las grandes palabras de Occidente, que la disciplina había querido y creído expulsar para siempre, vuelven de regreso a casa, esta vez para quedarse? En cualquier caso, en este debate la obra de Narotzsky, que reclama una toma de partido radical en antropología al servicio de la causa feminista, será una prueba testifical de la que no se debería prescindir.