dijous, 19 de març del 2020

Antropología y feminismo

La foto es de Peter Lnd @SnappyPete
Reseña de Susana Narotzky, Mujer, mujeres, género. Una aproximación crítica al estudio de las mujeres en las Ciencias Sociales. Centro Superior de Investigaciones Científi­cas, Madrid, 1995, publicada en Babelía, suplemento de libros de El País, el 24 de febrero de 1996

ANTROPOLOGIA Y FEMINISMO
Manuel Delgado

Que el feminismo no es un mero movimiento civil más, sino también una corri­ente de pensa­miento que, por encima de los desmanes producidos por su tri­vializa­ción, es capaz de conmo­ver los cimien­tos de los sa­beres con­cernientes a lo hu­mano es algo de lo que ya no se puede dudar.

Para proveer de nuevas razones tal evidencia, Susana Na­rotzsky de quien ya conocíamos su notable Trabajar en fami­lia: mujeres, hogares y talleres (Alfons el Magnànim, 1­988) hace con este Mujer, mujeres, género una contribución de úl­tima hora al empe­ño de la antropolo­gía por atender las dife­rencias entre sexos como uno de los aspectos de la construc­ción cult­ural de la realidad, mucho más que como resultado de determi­naciones presuntamente "na­turales". La perspectiva de elec­ción es aquí la que, tanto desde una síntesis entre mar­xismo y es­tructuralismo Gode­lier como desde una cierta lec­tura fran­ce­sa del pragmatismo interaccionista norteameri­cano Bo­ur­­dieu , desau­toriza viejas separaciones analíti­cas, del tipo mate­rial/ideal o pro­ce­so/estructura en el análisis de lo social.

Así orientada, esta obra aporta una visión en panorámica de lo que desde la antropología se ha constata­do a propósito del lugar de las mujeres en la produc­ción y repro­ducción de la vida social. Al mostrar cómo a­suntos mayores de la disci­plina familia, supervivencia, sistemas repre­sentacionales se ven atravesados estratégica­mente por la cuestión del géne­ro, este libro nos advierte de que los análisis provis­tos en ese sentido no se conforman con generar un mero espa­cio pro­té­sico, ni tampo­co inaugu­ran una nueva ju­ris­dic­ción es­pecí­fica, a la manera de una "an­tropo­logía de la mu­jer". Más bien se hace notar que tal aper­tura de ángu­lo conduce inevitable­mente a revolver por completo todo lo dado por su­pues­to a la hora de es­tu­diar y contrastar cultu­ras, al ti­empo que se de­lata la ma­nera como el an­dro­centris­mo ha sido la pu­erta tra­se­ra por la que el etno­cen­­trismo ha con­se­guido pene­trar hasta el nú­cleo mismo del cono­cimiento an­tro­pológi­co. De la mano de obras como es­ta, la lla­mada ci­encia del O­tro asume la necesi­dad de serlo también de la O­tra.

Ahora bien, ciertas preguntas aparecen como pertinentes. ¿Qué hay de esa desazón que algunos experi­mentan a la hora de va­lorar la posibilidad mis­ma de una an­tropología feminis­ta como la que aquí se nos pro­pone, es de­cir de un feminismo que so­mete sus premisas a la comparación intercul­tural y halla además en ello un po­deroso refuer­zo argu­mental? ¿No será el esfuerzo por encon­trar por doquier los signos de un universal a­gravio contra las muje­res una reedi­ción de la ob­sesión que llevara a los antro­pólogos psi­coana­líticos a ver agi­tarse, allá donde mirasen, el fan­tas­ma del complejo edípi­co, o los denuedos con que el etnomarxismo vulgar se empeñó en des­cu­brir ex­plota­cio­nes de clase activas o la­tentes en todas las socieda­des con­templadas? ¿Puede el dis­curso fe­mi­nista apli­carse en reali­dad a otra cosa que a temas de inte­rés lo­cal?

Dicho de otro modo, ¿y si fuera esta antropología femi­nista, ella también, otra trampilla, otra inopinada vía de acceso por la que las grandes palabras de Occidente, que la disciplina ha­bía querido y creído expulsar para siempre, vu­elven de regreso a casa, esta vez para quedar­se? En cualquier caso, en este de­bate la obra de Narotzsky, que reclama una toma de partido radical en antropología al servicio de la causa feminista, será una prue­ba testifical de la que no se debería prescindir.

Canals de vídeo

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