dissabte, 3 d’agost del 2019

De la inutilidad de la acción necesaria

Imagen de la performance ""Borrador Battonz Cabaret", de Idea Destroying Muro
Comentarios luego de una conferencia en el Teatro de los Manantiales de Valencia y encuentro con las IdeaDestroyingMuros, el 26/3/10

DE LA INUTILIDAD DE LA ACCIÓN NECESARIA
Manuel Delgado

Ha vuelto a ocurrir. Este viernes -26 de marzo- estuve en Valencia invitado por el Teatro de los Manantiales, uno de los pocos lugares en Valencia, y sospecho que en el mundo, donde se puede respirar. Son gente que hace cosas valientes, es decir que se atreve a hacer planteamientos creativos y políticos cuestionadores, es decir en las antípodas de lo que se hace, se piensa y se dice en general. Os recomiendo que entréis, no en la página, sino en el teatro por supuesto. La cosa la lleva Chimo Flores. Difícil no identificarse con él y con una tarea casi heroica de mantener un proyecto así

El caso es que me invitaron a hablar después de la proyección de “El Forat”, ya sabéis el documental sobre el conflicto en el Forat de la Vergonya que hizo Chema Falconetti. Lo presentaba era una cosa que titulaba “El activismo desactivado. La artisitización de la insolencia en contextos urbanos” y era un poco lo que había presentado en el X Congreso de Geocrítica, con el desenlace del conflicto y la protesta de castigo contra/ante el MACBA, todo ello prolongado a partir de la lectura de la versión catalana del libro de Richard Florida Les ciutats creatives (Columna) y sobre todo del texto que me han mandado mi amigo Georges Yúdice para las actas del encuentro Cultura viva que hicimos en Barcelona este otoño pasado. Todo ello aderezado con una serie de consideraciones de un ejemplo reciente que me ha llegado sobre lo que pasa cuando a las acciones de un colectivo activista las cuelgan de una exposición sobre performances urbanas en un museo y el colectivo se disuelve ante la vergüenza que para ellos supone que lo que hacen sea considerado oficialmente como “expresión artística”.

Lo que pasó después, cuando al final hubo intervenciones, es lo que me pasa siempre y no consigo evitar. Dado que una buena parte del público –y mis propios anfitriones- eran gente vinculados al mundo de la creación artística, seguro que hubo quien se lo tomó como una descalificación del trabajo honrado y creativo de grupos y personas que creen que el arte todavía puede ser un instrumento de agitación y propaganda política.

“Ya está”, me dije. Ya estamos otra vez con esa imposibilidad de expresar un escepticismo que lo más fácil es confundir con una llamada a la pasividad. Yo no puedo evitar se escéptico y mucho más con respecto al eventual papel del arte y los artistas, lo que se da en llamar artivismo y no puedo dejar de decir lo que pienso. Pero no consigo hacer entender que lo que yo pienso es que no es lo mismo que no haya nada que hacer que no haya que hacer nada. Y todavía más grave. Me encuentro sistemáticamente que hay muchas personas que vienen a una charla mía con la perspectiva de encontrar y escuchar algo parecido a un discurso y no sé cómo decir que no tengo ningún discurso –en el sentido de una postulado coherente y de amplio espectro- y que no tengo ninguna pretensión de que nadie me tome como lo que no quiero ni puedo ser, que es un referente teórico o intelectual de nadie ni de nada. Me duele acabar siempre con la sensación de que quienes acuden a escuchar lo que digo acaben dándose cuenta de que en realidad no tengo nada importante que decir sobre la vida, el mundo o la sociedad en general.

Yo venía allí a compartir una reflexión y explicar unas experiencias, no a proponer una teoría general sobre la acción política y lo que se debe y se puede hacer. Sobre esos asuntos no tengo la menor idea. Es más, ya quisiera que alguien me explicara a mi que se puede y se debe hacer, porque no lo sé.

Fue después, a la puerta del teatro, que me di cuenta plenamente de la dimensión de la catástrofe. Allí me encontré con unas muchachas alguna de las cuales había intervenido al final para hacerme notar que me quedaba todo por decir, lo que en el fondo me pareció un elogio. 

Resultó que eran la gente de un colectivo artístico que se llama IdeaDestroyingMuros y que justo actuaban al día siguiente en la sala con un trabajo titulado “Pornodrama”. No me pude quedar, pero he entrado en su blog y su página web y me he podido hacer una idea de las cosas que están haciendo. 

Entonces me di cuenta hasta qué punto lo que pienso puede ser problemático, no porque se interprete mal, sino porque es difícil de entender y no digamos de compartir un defensa cínica de la implicación política. Está claro que no todo el mundo está predispuesto a complicarse la vida gravemente en causas en las que no cree en absoluto.

Mientras tanto, me permito dedicarles uno de los poemas políticos de Brecht que refleja, 
mejor que mis palabras, lo que pienso sobre la relación entre lo que vale la pena hacer y lo que hay que hacer, que no son para nada la misma cosa.

Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender matemáticas?

¿Para qué? quisiera contestarle. De que dos pedazos de pan son más que uno
ya te darás cuenta.
Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender francés?
¿Para qué? quisiera contestarle. Esa nación se hunde.
Señálate la boca y la tripa con la mano,
que ya te entenderán.
Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender historia?
¿Para qué? quisiera contestarle. Aprende a esconder la cabeza en la tierra
y acaso te salves.
¡Sí, aprende matemáticas, le digo,
aprende francés, aprende historia!



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