La fotografía es de Jule Grace Immink |
¿EXISTE DIOS? Y OTROS TEMAS DE VARIOS DE CIERTO INTERÉS
Manuel Delgado
¿Cuál es su estado de ánimo frente a la sociedad actual?
Una mezcla de asco, rabia y odio ante la manera como la
injusticia social, la miseria de una inmensa mayoría de seres humanos y su
explotación se han convertido en hechos naturales frente a los que no se antoja
inminente ni posible superación, ni siquiera una mejora. Frente a ese cuadro
tan desolador, uno sólo encuentra indiferencia o cobardía. Especialmente me escandaliza
la proliferación de un discurso biempensante y bondadoso que se llena la boca
de invocaciones a las buenas prácticas, los buenos sentimientos y las ideas
correctas. Esos hipócritas del virtuosismo y del exhibicionismo de la bondad me
repugnan.
¿Cuáles son aquí y
ahora las nuevas plagas de Egipto?
El paro, la falta de expectativas para los jóvenes, las
nuevas y viejas formas de abuso social, la inaccesibilidad de la vivienda, el
desmantelamiento del llamado “estado del bienestar”, la deserción de la
izquierda, la hipocresía del ciudadanismo, la depredación del territorio, la
política como factor de despolitización, la trivialización generalizada, las
nuevas formas de sumisión que encubre la llamada “educación en valores”, la
persecución contra la disidencia política, la desactivación de los antagonismos
sociales, la renuncia a la lucha y la represión contra quienes todavía se
empeñan y se atreven a sostenerla.
Aunque en currículo
diga “antropólogo”, su pensamiento y obra
le acercan a la tarea del filósofo, de modo que le preguntamos como al
resto, ¿Cual es el papel del filósofo y la filosofía en la sociedad de hoy?
En cuanto he tenido
la oportunidad de hacer mi propia presentación, siempre la he hecho en tanto
que “profesor de antropología”. Eso es lo que me considero. En cuanto al papel
del filósofo, creo que debería ser la que siempre ha sido: procurar conceptos.
Por desgracia, hoy por hoy se espera del filósofo –y éste a veces se presta-
que contribuya a la banalización general como dispensador de opiniones más o
menos sofisticadas.
¿Qué acción,
descubrimiento o transformación puede hacer cambiar la sociedad a mejor?
Se me antoja especialmente urgente la invención de un
sistema social, basado en la justicia, la igualdad y la libertad, en
condiciones de servir de alternativa al capitalismo.
¿Hay algo, positivo o
negativo que caracterice al hombre de hoy?
No conozco al “hombre de hoy”. He oído hablar de él, pero no
sería capaz de pronunciarme sobre el temperamento, las virtudes y las carencias
de un ser que, como el Yeti o el monstruo del lago Ness, nadie ha visto ni verá
nunca en realidad.
¿Qué podemos aprender
de la crisis?
Si se refiere a la crisis económica actual, nada nuevo. Su
lección es la de todas las crisis que se han dado y que vendrán: que el sistema
socio-económico que padecemos vive siempre en crisis. Es más: vive y se nutre
de ella. Esa es su naturaleza. Pero habrá una crisis que será la última.
Seguro. Igual es ésta; o la próxima. Pero tarde o temprano todo esto estallará
en pedazos.
La última visita del Papa
parecer dar actualidad al “anticlericalismo y misoginia” de uno de sus libros.
¿Cómo la valora?
Me molesta el anticlericalismo vulgar, puesto que, en
general, detesto lo fácil. Y no entiendo cómo pueden considerarse tan
trascendentes opiniones como las del Papa, que en principio sólo deberían
interpelar a su feligresía. Que tantos y tan importantes no creyentes se
pronuncien con tanta insistencia sobre los pronunciamientos papales me parece
el signo más inequívoco del fracaso del proyecto de una sociedad realmente
secularizada. En cuanto a su alusión a lo que he publicado sobre el contenido
misógino del anticlericalismo del reformismo burgués y librepensador del XIX
sólo sería encontrable en la actualidad bajo formas muy pálidas.
¿Cómo sería su ideal
o modelo de ciudad? ¿Conoce alguna que se le parezca?
No tengo ningún modelo de ciudad. Todo modelo de ciudad
acaba intentando generar una ciudad modélica, en la que sólo acaban cabiendo
ciudadanos modélicos. Una ciudad modelo realmente realizada sería una pesadilla:
una colosal máquina de excluir. Por desgracia, Barcelona, mi ciudad, es o
quisiera ser un ejemplo de ello.
¿Planea algún otro
análisis u obra nueva que podamos conocer?
Estoy pensando en un libro en que formalizar asuntos en los
que he estado trabajando y que tienen que ver con la dimensión inmisericorde y
cruel que permite mantener en secreto todo orden social –incluso la pareja o el
que encarna el propio individuo intentando convivir consigo mismo. Tengo el
título. Se llamará Las instituciones
atroces .
¿Qué frase suya
representa mejor su pensamiento?
Reconozco que recurro con frecuencia a una que me sirve para
evitar que mi escepticismo crónico se confunda con una llamada a la pasividad.
Es como una coletilla. “No hay nada que hacer; lo que no quiere decir que no
haya que hacer nada”.
¿Qué pensador actual
le interesa particularmente y por qué?
Continúa fascinándome la sutileza y el sabio cinismo de
Erving Goffman, en quien descubro la síntesis perfecta entre el pragmatismo de
la Escuela de Chicago, la preocupación por lo microscópico de Tarde y de Simmel
y la gran tradición del estructural-funcionalismo ortodoxo heredero de
Durkheim, Mauss y Radcliffe-Brown. Llamo la atención sobre que Goffman no es
propiamente un “pensador”, sino un científico social, y que tampoco es
“actual”, al menos en el sentido de “con vida”.
Un libro clásico y
uno reciente que no hay que perderse
El clásico, sin duda, todavía, Tristes trópicos, de Claude Lévi-Strauss; el más reciente: me marcó
profundamente la lectura de La comunidad inconfesable,
de Maurice Blanchot.
Su recomendación para
vivir mejor
Que, parafraseando una gran canción de Julio Iglesias,
siempre haya por qué luchar y a quién amar. O por quién luchar o qué amar, si
se prefiere. Tanto da.
En nuestro primer
número analizamos la figura de Nietzsche. ¿Ha sido importante para us
Es difícil no sentirse fascinado por la lucidez de
Nietzsche. Sobre todo porque pertenece a una gran tradición de pensamiento
trágico y negativo, al que también correspondería incluir a Kierkegaard,
Chestov, Scheler o Unamuno, con sus precedentes en Lucrecio, Gracián,
Montaigne, Pascal o Spinoza. Clement Rosset sería su representante actual. Sobre
todo me conmueve el cruce de ese pensamiento con la escuela sociológica
francesa del que el producto sería el Colegio de Sociología, con Bataille a la
cabeza. Ese pensamiento no está en el núcleo de mi utillaje teórico, más bien
fiel a los cánones teóricos y metodológicos clásicos de las ciencias sociales,
pero se proyecta sobre él constantemente, a la manera de un especie de sombra
maligna.
También en el número
1, nuestro dossier se pregunta “¿Existe Dios?” ¿Tiene hoy para usted sentido
esa pregunta?
Estudié en el Seminario Diocesano de Barcelona, hace un
cuarto de siglo que enseño antropología religiosa, escribí mi tesis sobre
temática religiosa y he publicado lo que más valoro de mi trabajo investigador
en ese mismo ámbito. En cambio, reconozco que nunca he tenido ni la más remota
inquietud espiritual. Y por supuesto que Dios existe. Si no no estaríamos
hablando de él ahora. Otra cosa es que a esa existencia como concepto le
corresponda una existencia sustantiva. Esa cuestión me tiene completamente sin
cuidado. Ni me la planteo. No veo en que me puede afectar que Dios exista o no.
Es su problema.