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Comentario para Esther Vidella, estudiante de doctorado en la UB, enviado el 20 de agosto de 2018
SOBRE EL CULTO AL MÉTODO O EL MÉTODO COMO RITO
Manuel Delgado
Has de tener presente que lo que a
veces llamamos "método" es una especie de dispositivo de producción de objetos/sujetos que
son los mismos que se pretende estudiar, de manera que se hace pasar por
incontestablemente reales los propios artificios categoriales que el
"método" ha producido. Es así que la antropología acaba contribuyendo
al filtraje de la realidad para hacerla menos compleja, rescatarla de la
multidimensionalidad en que se agita. Es decir el método acaba siendo un
instrumento al servicio de la producción de aquella misma realidad que proclama
investigar.
Ese
culto al método funciona pensando las cosas como limitadas y medidas, sean
permanentes o temporales, pero siempre presupuestas como en reposo, sin
energías que no fuera estríctamente finalistas, sin sustancia, sin corporeidad. Manteniendo
en todo momento a raya todo cuanto pudiera antojarse desviación o errabundeo,
evitando toda perturbación, apartado como un desecho cualquier cosa que se
pareciese ruido. El método consiste entonces en una estipulación secuencial que
asegura el no errar –en el sentido doble de no equivocarse y no vagabundear– y
que no está hecha de etapas que no sólo se siguen unas a otras, sino también unas de otras. Requiere un recorrido
completo que impide en principio olvidos, saltos, detenciones o desvíos.
Son estás:
1) Definir el origen de la investigación concreta; 2) Establecer las hipótesis
derivadas. 3) Especificar las variables que la comprenden; 4) Determinar el
diseño a emplear para la verificación de hipótesis. 5) Delimitar el campo de la
observación. 6) Obtener la muestra necesaria correspondiente. 7) Elegir las
técnicas de observación y compilación de datos pertinentes.8) Señalar el modo
de tratamiento de los datos obtenidos. 9) Clasificar dichos datos. 10) Proceder
al análisis de los datos. 11) Extraer las conclusiones adecuadas. 12) Exponer
los resultados a través de un informe.
El
problema de este sistema es que el proceso –de las premisas a la conclusiones–
es concebido como un conjunto de relaciones regladas en que para ir del
principio a la conclusión sólo habrá que seguir el procedimiento, lo que, a la
manera de un rito mágico, garantizará la validez de la prueba.
Todo
ello, además, provocando una sensación de que el proceso ha sido realmente
autónomo. Es decir, el "método" gestiona relaciones intemporales
entre variables y acaba deviniendo justamente eso: gestor de la misma realidad
que previamente ha generado.
Lo que
hay es que respetar más los hechos empíricos, lo que vemos, no someterlo a protocolos de investigación exageradamente formalizados,
que acaban desestimando gran parte de la información disponible en nombre del
cumplimiento de programas metodológicos dogmáticos, incapaces de ver nada que
no se adapte a sus premisas y objetivos. Es de tal manera que la observación y
la descripción se acaban convirtiendo en un masivo y acumulativo desperdicio de
saber, confirmando ese defecto irónico en que el trabajo científico suele
incurrir y que consiste en preferir lo inteligible a lo real.
Lo que se aspira da la impresión que
sea configurar descripciones del mundo de forma que acaban siempre acomodándose
a creencias y conceptos consensuados como incontestables por la comunidad
científica –los valores y principios de lo que Bourdieu llamaba el campo
científico–, modelándolos para que se ciñesen a las exigencias de guiones
de trabajo de los que bajo ningún concepto había que apartarse: lo que él llama
el "método".
El método,
entendido de manera dogmática, lo que hace es acudir siempre en auxilio de
teorías previas que deben ser confirmadas a toda costa. Eso fue lo que le dije:
no se trata de acudir al terreno sin ideas ni intuiciones, sino de no someter
los datos a esas predisposiciones y permanecer expectantes ante cualquier
elemento que pueda desmentir o matizar lo dado por supuesto. La sujeción
acrítica a un cuerpo teórico preestablecido que no cabía defraudar y a unos
métodos de manual, cuya operacionalidad se daba por descontada, hacía que los
proyectos que se derivaban –plan de investigación, modelo, hipótesis, variables
por adoptar, instrumentos normalizados, muestra, grupo de control– acabaran
convirtiéndose en sucedáneos inconscientes del examen directo del mundo social
empírico. Es decir, que las preguntas que se formulaban, los problemas que se
planteaban como centrales, los caminos que se decidía seguir, los tipos de
datos que se indagaban, las relaciones que se tomaban en cuenta y la clase de
interpretaciones que se aventuraban terminaban por ser el resultado del esquema
de investigación, en lugar de ser producto de un conocimiento de la realidad sometida a estudio.
¿No lo ves? En gran medida, la confianza ciega que a veces nos merece el método es una variante del papel primordial e irrevocable que asignamos al lenguaje, a la ideología, a la representación, a costa de un mundo empírico que parece habernos dejado de interesar hace mucho o que acaso hacemos lo posible para mantener a raya como sea. La formalización metodológica severa y la sumisión del trabajo investigador a los dogmas académicos funciona, de hecho, como una ritualización. Una ritualización no sólo en el sentido de que implica un conjunto de ceremonias de aproximación al objeto de conocimiento, sino en el de que asume la tarea de devenir instrumento destinado a aliviar la ansiedad epistemológica que provoca la inaccesibilidad de lo real, el abismo que se extiende entre lo pensado y lo vivido.