Artículo publicado
en Cuadernos de Pedagogía, núm. 408 (2011)
LAS GANG MOVIES O EL CINE DE LOS INTERSTICIOS URBANOS
Manuel Delgado
La noción de intersticialidad fue acuñada por Frank
M. Thrasher en su libro The Gang. A Study of 1313 Gangs of Chicago, publicado en
1927, para referirse al
tipo de sociabilidad que desarrollaban los jóvenes organizados en pandillas en
las calles de las grandes ciudades norteamericanas. La naturaleza de esa vida
social cuyo escenario era los huecos urbanos –hendiduras o grietas que se
abrían al mismo tiempo entre volúmenes construidos y estructuras primarias de
la sociedad– ha sido uno de los temas más recurrentes en el cine americano, un
subgénero –las gang movies– que
tendría su correspondiente réplica en el cine de cada país. La cantidad de
películas madi in Hollywood que ilustran esa fijación por el universo
pandillero, en el que se producían aspectos estratégicos de la socialización de
la juventud en contextos urbanos, es enorme, pero algunos títulos merecerían
ser destacados.
Algunos de ellos explicitan en sus títulos en la versión española el papel central que juega el espacio público como marco para ese tipo específico de entrenamiento social: Calle sin salida (William Wyler, 1937), Las pandillas del Bronx (Philip Kaufman, 1979); Los chicos del barrio (John Singleton, 1991); La ley de la calle (Francis Ford Coppola, 1983). Otros films destacables podrían ser The Warriors (Walter Hill, 1979), Rebeldes (Francis Ford Coppola, 1983) o Colors (Denis Hooper), entre tantos otros que probablemente merecerían ser también mencionados. Martin Scorsese acertó al advertir la génesis de este tipo de colonizadores del espacio urbano ya en la segunda década del siglo XIX. Lo hizo en su Gangs o New York (2002). Aunque, de todas, acaso la que mejor representa esa íntima relación entre las microculturas juveniles y los vacíos entre edificaciones y puntos fijos del organigrama social fuera West Side Story (Robert Wise y Jerome Robbins, 1961). En esta película aparecía reflejado con especial sensibilidad, de la mano de las coreografías de Robbins y la genial partitura de Leonard Bernstein, el protagonismo de los recorridos entre puntos y las lógicas territorializantes en que consisten las colonizaciones juveniles de los intersticios que se abren en la trama urbana y, metafóricamente, en la organización social.
Algunos de ellos explicitan en sus títulos en la versión española el papel central que juega el espacio público como marco para ese tipo específico de entrenamiento social: Calle sin salida (William Wyler, 1937), Las pandillas del Bronx (Philip Kaufman, 1979); Los chicos del barrio (John Singleton, 1991); La ley de la calle (Francis Ford Coppola, 1983). Otros films destacables podrían ser The Warriors (Walter Hill, 1979), Rebeldes (Francis Ford Coppola, 1983) o Colors (Denis Hooper), entre tantos otros que probablemente merecerían ser también mencionados. Martin Scorsese acertó al advertir la génesis de este tipo de colonizadores del espacio urbano ya en la segunda década del siglo XIX. Lo hizo en su Gangs o New York (2002). Aunque, de todas, acaso la que mejor representa esa íntima relación entre las microculturas juveniles y los vacíos entre edificaciones y puntos fijos del organigrama social fuera West Side Story (Robert Wise y Jerome Robbins, 1961). En esta película aparecía reflejado con especial sensibilidad, de la mano de las coreografías de Robbins y la genial partitura de Leonard Bernstein, el protagonismo de los recorridos entre puntos y las lógicas territorializantes en que consisten las colonizaciones juveniles de los intersticios que se abren en la trama urbana y, metafóricamente, en la organización social.