Componentes del grupo ruso Pussy Riot, condenadas a dos años de cárcel en 2012 por blasfemia |
Consideraciones para Esteban Navarro, enviadas en agosto de 2012, en respuesta a un comentario suyo sobre la concepción de la historia de las religiones como historia de la blasfemia
ALGUNAS REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS SOBRE LA BLASFEMIA EN EL MUNDO CRISTIANO
Manuel Delgado
Sí que hay cosas sobre la blasfemia, sobre todo desde la historia cultural o de las mentalidades, sobre todo, como es lógico, en la tradición historiográfica francesa. Pienso en los trabajos que reuniera Jean Delumeau para Francia e Italia entre los siglos XVII y XX en su Injures et blasphemes (Imago). O con los suscitados por el interensantísimo caso de los jurons y los sacres en el Quebec, uno de los países en que la normalidad de las imprecaciones contra lo sagrado es más comparable con la que aquí se registra. Los tienes en G. Charest, Le Livre des sacres et blaphèmes québecois (L´Aurore), o J.-P. Pichette, Le Guide raisonné des jurons : langue, littérature, histoire et dictionnaire des jurons (Quinza), ambos en editoriales quebequenses. Luego, sobre este mismo tema, y más accesible, tienes a N. Huston, Dire et interdie. Éléments de jurologie (Payot).
Otra
aportación importante es la de Jean Cuisenier –me lo
presentó hace años José A. González Alcantud en Granada– sobre las blastemas, las formas de imprecación
injuntiva altamente ritualizadas que registra el folclor rumano. Está en un artículo titulado «La malédiction,
l´imprécation et le blasphème», compilado por Ricardo Sanmartín en Antropología sin fronteras. Ensayos en honor
de Carmelo Lisón (CIS). O el estudio de Michael
Herzfeld –a quien por cierto conocí el año pasado en una movida sobre el Bon
Pastor–, sobre las imprecaciones a Dios en la Grecia rural, en , «The significance of the insignificant :
Blasphemy as ideology», Man, XIX/4
(diciembre 1984), pp. 653-664. y menos todavía con el
completo tratado de Leonard W. Levy sobre la historia de la blasfemia en el
mundo anglosajón, en su libro Blasphemy. Verbal Offense against the Sacred, (Alfred A. Knopf), que es un mamotreto de lo más
completo. Por cierto, no sabes lo que me emocionó la pista que me pasó Quim Monzó de una
revista especializada en este asunto de las imprecaciones contra lo sagrado,
que se publicaba desde 1977 y que se titulaba Maledicta,
especializada en el estudio de las agresiones verbales en distintos contextos.
Encontré un artículo sobre el caso catalán de, sólo uno estaba dedicado a las
injurias contra lo santo en Cataluña. Véase el índice de los números publicados
en J.J. Vinyoles, «Catalan Blasphemies», Maledicta,
VII (1983), pp. 99-108. Los índices de la revista los puedes encontrar en http://hermes.ucd.ie/~artspgs/mal/highlights.html.
Precisamente
en esa revista tienes un trabajo muy interesante sobre la historia del tratamiento teológico de la
blasfemia. La referencia es J.S. Salemi, «Canonical Strictures against Swearing and
Blaspheming», Meledicta, XXI
(1990-1995). Allí te explica que la blasfemia es una figura teológica alusiva al pecado de imprecación contra
Dios en cualquiera de sus figuras, y por extensión, contra la Virgen, los
santos o los objetos y lugares del culto.
El caso
de Javier Krahe no es un hecho tan raro. Recuerda el caso de aquel anuncio de pantalones Swish a cargo de Naomi Campbell en Italia, en octubre de 1995. En España, el
poeta Ángel Guinda fue denunciado en marzo de 1987 por haber escrito un poema
mural de contenido supuestamente blasfemo. En Austria, Peter Turrini se
encontró en noviembre de 1990 con idéntica acusación por el contenido de su
obra La muerte y el diablo, sobre la
vida de un sacerdote católico. Para que veas que en todos sitios cuecen habas,
entre los protestantes suecos causó un gran revuelo una coreografía de Birgit
Cullberg sobre la relación entre María y el Espíritu Santo, en setiembre de
1993. El caso islámico es bien conocido, con casos como aquel de enero de 1994
por los fragmentos del Corán incluidos por Chanel en algunos de sus modelos. Recuerdo
que por aquel encontré hubo dos casos bastante sonados: la petición de pena de
muerte para un niño pakistaní cristiano, acusado de blasfemar contra el Islam,
o la retirada de las pantallas egipcias de la película El emigrante, de Youssef Chahine, por la misma causa. Los casos más
sonados fueron el de la condena a muerte de Salman Rushdie por el ayatolá
Jomeini en febrero de 1989, por causa de sus Versos satánicos, y el de las caricaturas de Mahora en la revista
satírica danesa Jyllands-Posten en el 2005. Supongo que tienes presente el caso
más cercano de las viñetas ofensivas contra el Profeta que publicó. En cuanto a
las iglesias orientales, el caso de las Pussy Riot de ahora mismo es un ejemplo
bien a mano de lo mismo. He puesto como ilustración de la entrada una foto de
las tres condenadas.
Ciertamente
es un asunto que merece la pena pensar en serio. El término blasfemia se deriva del griego blasfhmein, que resulta de combinar dos
expresiones, blaptein, herir,
ultrajar, y fanai, expresar mediante
palabras, proferir. La blasfemia, por mucho que pueda parecer que implica una
conducta espontánea, más bien convulsa, más o menos marginal, implica siempre
la obediencia a unas reglas de enunciación, se acompaña de formulaciones
musicales y gestuales que en ningún caso son arbitrarias. La blasfemia es una
forma de violencia, un acto de agravio que se comete contra lo más alto
colocándolo en lo más bajo, una ofensa cuyo efecto no es físico, puesto que no
afecta a objetos materiales, sino simbólico. En un sentido amplio, a lo largo
de la historia se han podido considerar blasfemas conductas heréticas de todo
tipo, o simplemente vulneraciones del segundo mandamiento, «no emplearás el
nombre de Dios en vano». A veces comportamientos impíos en general. Pero lo que
nos interesa aquí es la blasfemia en su acepción más consuetudinaria, aplicado
al insulto soez contra lo sagrado. El objetivo de la blasfemia así entendida es
dañar con crueldad la identidad misma de lo divino, la integridad moral de las
personas más santas y de las cosas más intocables, y hacerlo empleando fórmulas
que hacen entrar en juego lo lúbrico, lo grosero, lo sucio, lo excremental, las
partes «bajas» del cuerpo. Como toda imprecación, la blasfemia se incluye en el
seno de un sistema. Lo que quiero decir, siguiendo el acertado criterio que
Marta Madero ha invertido en su indagación sobre la injuria en la España
medieval (Manos violentas, palabras
vedadas. La injuria en Castilla y León (siglos XIII-XV), Taurus), podríamos
decir que la blasfemia es un enunciado que debe ser colocado en la cadena
compleja de otros enunciados, en contacto lógico con otros rituales y con otras
actitudes cotidianas.