Gustave Caillebotte, "Paris Street, Rainy Day", 1877 |
Notas para José Luis Saéz, doctorando
APUNTES METODOLÓGICOS PARA SOCIEDADES SIN ASIENTO
Manuel Delgado
Piensa. ¿Qué es lo que estás estudiando? Lo que están estudiando es una sociedad
que configuran desconocidos que coinciden momentáneamente en una determinada
área o de conocidos relativos que hallen en ella un lugar para sus
reencuentros. ¿Qué es lo que hay que hacer? En una primera fase, centrada en la observación y
compilación de datos, se lleva a cabo na aproximación a las condiciones
ecológicas del lugar, un estudio sobre sus cualidades morfológicas y su
evolución histórica, todo ello acompañado de una elaboración de planos de los
espacios a observar y una recopilación de documentación relativa a
intervenciones urbanísticas en el sector ya realizadas o en marcha.
Esa primera fase
implica una impregnación de las cualidades sensibles de los espacios a
considerar, así como una localización de sus puntos fuertes, de los distintos
accidentes que aceleran o ralentizan la acción social, de los atractores que
provocan las distintas formas de territorialización fugaz. Se atienden los
aspectos morfológicos, las infraestructuras, la división en áreas y la densidad
de presencias y actividades que registra cada una de ellas, los canales de
paso, tanto los provistos por el diseño inicial como los generados por los
propios usuarios en sus recorridos. También la distribución de servicios,
elementos del mobiliario, señales, comercios estables y otros elementos
permanentes del entorno. Ese registro de los elementos contextuales no puede
dejar de interesarse por actores habituales, tales como vendedores ambulantes,
vagabundos, empleados públicos y otros personajes asiduos. Una permanencia prolongada
y asidua en el lugar te hace posible una clasificación de los practicantes
regulares e irregulares de los espacios a conocer y la elaboración de mapas que
recogan sus formas específicas de apropiación transitoria. Ello supone
establecer una taxonomía sobre quiénes llevan a cabo las distintas
utilizaciones en función de criterios tales como edad, género,
Ten en cuenta que esa sociedad, la base de la cual es el concierto entre
percepciones inmediatas, es una sociedad entre individuos o grupos que se dan
a ver, es decir que se someten al principio de publicidad y accesibilidad
que hacen de ellos seres públicos. El etnógrafo o la etnógrafa que asumen el
rol de alguien que pasa o de alguien que acaba de deternerse,
intentando pasar desapercibido –sólo en el sentido de no llamar la atención–,
pero sin perder de vista lo que acontece, se convierten en ejemplos
perfectos de observadores participantes, puesto que cumplen el requisito de
permanecer lejanos y a la vez próximos a la actuación social que pretenden
registrar primero, describir después y analizar por último. Es más, recuerda,
lo que haces es la apoteosis de la observación participante, porque es porque observas que participas,
puesto que ese contexto social es un
espacio de y para la aparición, una sociedad óptica, es decir sociedad de
percepciones inmediatas, de miradas y seres mirados.
Matiz importante éste, puesto que permite distinguir –y en cierto modo
oponer– el método de la observación simple, directa, no intrusiva, de la
observación encubierta, tantas veces descartada en tanto que deshonesta por la
deontología antropológica. A diferencia del periodista “de investigación” que
se hace pasar por algo que no es con el fin de obtener información, el
etnógrafo o la etnógrafa que asumen el estilo del naturalista y atienden el
flujo de acción visible que transcurre ante sus ojos o a su alrededor, no
intentan que les tomen por una cosa distinta de lo que son. Cabe insistir: el
etnógrafo está ahí y, como todos con quienes comparten esa misma
parcela de tiempo y espacio y con quienes forma sociedad, adopta una actitud de
expectación ante todo cuanto sucede a su alrededor, sin perder detalle, aunque
ese registro de actividad utilice con frecuencia estratagemas de disimulo
–mirar de reojo– que no alteren esos principios de copresencia entre desconocidos
totales o relativos fundamentados en el distanciamiento, la frialdad y la
indiferencia relativos. En el fondo, lo ue haces es sistematizar la actividad
ordinaria de los viandantes, que consiste en permanecer siempre atento a lo que
ocurre, actividad ésta que puede incluso prescindir de los mínimos principios
de discreción en el caso del flânneur o paseante ocioso o de quien ha
decidido hacer un alto en su camino y sentarse en un banco o en la terraza de
un café para explicitar que están entendiendo la vida pública como lo que en
última instancia no deja de ser: un espectáculo.
Pero, atención, estas estrategias de observación no son del todo
originales. Están ya en la etnografía clásica, cuanto menos si se recuerda la
manera como Malinowski relata su técnica etnográfica preferida en las islas
Trobriand: deambular por los poblados y contemplar lo que hacía la gente con la
que se iba encontrando a su paso. Dando un paseo por la aldea, explica en sus Argonautas,
“descubrimos muchas cosas que, para un observador preparado, evidenciarían en
un primer momento los hechos sociológicos más profundos.” O como describía en
su célebre diario de campo: “Levantarse, pasear, buscar lo que se esconde a la
vuelta de la esquina.” Me viene a la cabeza también como arranca el Dios de agua, el maravilloso libro de
Marcel Griaule sobre los dogón (Alta Fulla).
En todos los casos, tú, como etnógrafo, te comportas como un observador
en todo momento observado, cuya preocupación principal es la de que no se le
atribuyan las malas intenciones que siempre se sospechan del merodeador, aquel
cuya presencia en un área pública no puede ser explicada de inmediato en clave
instrumental. Pero ese inconveniente –la amenaza constante que acecha al
etnógrafo de que sus intenciones no sean bien interpretadas– no encuentra en
ese marco singular que es el espacio urbano una excepción, sino todo lo
contrario: la confirmación definitiva de que la práctica del trabajo de campo
es consustancialmente problemática y permanece en todo momento expuesta a las
confusiones que convierten al etnógrafo, siempre y en todos sitios, en un
personaje moralmente ambiguo y, por tanto y acaso por buenas razones, a punto
de ser descubierto en su impostura.
Que primes la observación directa no obstrusiva no implica que se
descarte la entrevista como método que ayude a conocer cómo es posible y qué
formas adopta la vida social en lugares públicos. La selección de una muestra
de usuarios habituales considerados significativos permite, mediante
entrevistas abiertas –lo más parecidas posible a charlas–, una aproximación más
afinada a la composición de los flujos humanos que deambulan o se estancan en
el espacio a analizar. Puedes conocer quiénes son, cuál es su procedencia y
destino inmediatos, la razón de sus costumbres horarias. Procura establecer a
su vez cuáles son los motivos que aducen para establecerse transitoriamente en
un determinado punto del que son ocupantes asiduos y sobre el que pueden
reclamar un cierto derecho de uso: ancianos, jóvenes, padres y madres con sus
criaturas, niños, vagabundos. También acerca de la dimensión conflictiva de
esos paisajes públicos, cómo argumentan individuos o grupos involucrados los
derechos territoriales que reclaman. Las exclusiones que se registran de usuarios
considerados indesesables. Todo ello permite determinar cuáles son los
imaginarios colectivos que intervienen en la manera como los usuarios emplean
un determinado espacio urbano, en función de atributos simbólicos, evocadores,
sentimentales o pragmáticos. La entrevista personal también permite saber más
sobre las ventajas que los usuarios pueden obtener de algunas de sus propias
prácticas, incluyendo aquellas que podrían antojarse de riesgo.
¿Qué has leido? La lectura básica es Relaciones en públlco, de Goffman,
por supuesto, pero hay más. Por ejemplo, James H. Whyte, que tiene hasta una
esplèndida pelicula que es casi una guia de observación: https://archive.org/details/thesociallifeofsmallurbanspaces.
Dime qué has leído y te paso cosas. Fundamentales las aportaciones de John Lofland, como Analyzing
Social Settings. A Guide to Qualitative Observation
and Analysis. Wadworth Publishing, Belmont, 1971, o Doing
Social Life: The Qualitative Study of Human Internaction in Natural Settings.
Basic Books, Nueva York, 1976. Cabe destacar también el ya clásico trabajo de William H. Whyte sobre la
actividad cotidiana en los parques y pequeñas plazas de Nueva York, mostrando
cómo se produce la interacción sincrónica entre los caminantes, la lógica
cooperativa de los encuentros buscados o fortuitos, las pautas de
aprovechamiento que realzaban el valor de ciertos puntos y descartaban otros (City.
Redisconvering the Center. Doubleday,
Nueva York, 1988. Por último, tienes cerca un buen modelo, que és Rambla del Raval, de Gerard Horta
(Montesinos). Búscalo; te irá de perlas. O la tesis doctoral de Dani Malet
sobre la Praço do Rossío de Lisboa. http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/35227/9/05.DMC_5de5.pdf. Te mando algunas cosas.
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