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Comentario para Claudia Palma, doctoranda
LA CONFIDENCIA
Manuel Delgado
Lo que me planteas, Claudia, tiene dos sentidos posibles.
Iré por partes. La confesión tiene que ver con la revelación de secreto. La
confesión es el momento central del sacramento de la penitencia y también la
información que se obtiene mediante un interrogatorio, que puede implicar la
coacción o incluso el tormento de quien calla algo que otros quieren saber. Tal
y como tú lo planteas tiene que ver más bien con la confidencia, es decir el
hecho de confiar algo que no se debería saber a alguien que se supone que no lo
va a revelar.
Tú piensa que el secreto actúa como un patrimonio y un valor
que ensalza o deteriora la personalidad de quien lo protagoniza o lo posee.
Pero esto lleva en sí una contradicción: lo que se reserva y se esconde a los
demás adquiere justamente en la conciencia de los demás una importancia
particular; el sujeto destaca justamente por lo que oculta. Esto prueba no sólo
que la necesidad de destacar socialmente puede utilizar un medio en sí
contradictorio, sino también que el secreto está, aparentemente, en las
antípodas del adorno, es decir, de lo que se exhibe para atraer las miradas de
los otros.
En cambio, no pocas veces el secreto adorna, y su posesión
-real o sólo atribuïda- es un atributo que genera admiración o envidia. En este
sentido, resulta tentador caer en un punto de vanidad y descubrir tu
personalidad escondida a una persona que se quiere seducir, que es lo que puede
ocurrir con tus informantes. Quien hace
una confidencia sabe que esta confesión tiene siempre efectos seductores.
Piénsalo.
Como toda variedad de comunicación del secreto, la
confidencia es una vía para descargar o aliviar la tensión que supone
mantenerlo. Después de todo, el secreto experimenta una tendencia natural a ser
revelado. Es más, podría pensarse que la función verdadera del secreto es la de
dejar de serlo. Es como si la tendencia del secreto fuera acabar, por así
decirlo, estallando, es decir escapando de su blindaje para acabar
expandiéndose, afectando a otros con su onda, y ello porque no se puede
soportar la tensión que provoca por más tiempo y hay que contárselo a alguien. El
silencio aísla y es difícil de mantener en sociedad.