La foto es de Anthony Bautista |
Comentario para Horacio Espinosa, de la Universidad de Guadalajara, sobre Georg Simmel y el secreto, enviado en octubre de 2010.
EL SECRETO COMO FUENTE DE ESTRUCTURACIÓN SOCIAL
Manuel Delgado
El texto de Georg Simmel al que me referí es mi c0nferencia es decididamente fundamental. Se trata de «El
secreto y la sociedad secreta», de 1908, publicado en el volumen II de su Sociologia (Alianza). Hay ahí varias ideas fundamentales. Por ejemplo,
la de que el secreto puede definirse como «conocimiento recíproco limitado», es decir,
como expresión de este principio que siempre hace de nosotros, cuando estamos
en presencia de otro, "otra cosa". Por eso en la coferencia explicaba
que lo que es inquietante no es lo que se dice, sino lo que oculta. Esto es lo
que deriva de nuestra naturaleza fragmentaria, de personajes obligados a
representar papeles diferentes que nos constriñen a tematizarnos -es decir, a
reducir a una imagen parcial y sesgada de nosotros mismos- en cada oportunidad
y en función de esta oportunidad. Una forma, en definitiva, de mantener a raya
la ambigüedad consustancial a la condición humana y evitar que los otros sepan demasiado
de todo lo que éramos, somos o seremos más allá de la situación concreta que
compartimos con ellos.
Esto implica que hay una parte de nosotros que nos
negamos a socializar, que no es convocada a intervenir en cada una de las
interacciones en que nos vamos viendo involucrados, en la medida en que
descomponemos nuestra personalidad y mostramos sólo algunos rasgos que, siempre
organizados de una manera coherente y clara, nos permiten mostrarnos como lo
que nunca somos en realidad: una sola cosa. Pasamos el tiempo descodificando lo
que los demás nos comunican directa o indirectamente, pero también lo que intuimos
que nos ocultan, en un juego interminable de sobreentendidos e insinuaciones.
Simmel advertía de la virtud del secreto como factor estructurador de las
relaciones humanas, especialmente en sociedades dotadas de un alto nivel de
complejidad, en las que la delimitación de los diferentes círculos sociales y
su organización interna hace indispensable la acción protectora de la
ocultación mutua. El secreto, incluso la mentira, son recursos imprescindibles
de cara a ofrecer una idea coherente de nosotros mismos, que nunca se
corresponderá con una realidad vivida, siempre inconexa y fragmentaria. Sólo
podemos merecer el crédito ajena en la medida en que estemos en condiciones de
mostrarnos sólo en parte, escondiendo o disimulando aquella información sobre
nosotros que podría ser inconveniente o incompatible con la imagen que queremos
o necesitamos proyectar a propósito de nuestra personalidad o del nuestro
estatus.
Esta parte mutuamente ignorada y no revelada sobre quién o qué somos
-lo que Simmel denomina la "propiedad privada espiritual"- es lo que
provoca la condición intrínsecamente ambigua de las relaciones personales, hechas con ingredientes variables de comunicación y reserva, de verdad y error
, de claridad y oscuridad, sin la cual cada uno se convertiría automáticamente
vulnerable ante la acción malévola de todos aquellos que supieran mucho más de
lo que se ha querido revelar de sí mismo. Por lo tanto, la utilización del
secreto constituye «una técnica sociológica, una forma de acción sin la que, atendiendo
al ambiente social, no sería posible alcanzar determinadas metas», como escribe
el propio Simmel en ese texto que, sin duda, es urgente que leas.