dilluns, 14 d’octubre del 2019

La inocencia del ojo

"Ches le père Lathuille", Édouard Manet (1879)

Nota para Miren Uharte, investigadora de GRECS



LA INOCENCIA DEL OJO
Manuel Delgado

Muchas gracias por abrir la carpeta en dropbox con materiales sobre la mirad. Me pemito aportarte algunos referentes, básicamente los relativos a la problemática de la percepción ocular entre los impresioninstas. Como te dije son cosas a las que accedí codirigiendo con Bernat Castany la tesina de Federica Pesce sobre Oliverio Girondo, que realmente me hizo aprender cosas bien interesantes que luego he ampliado y que ahora comparto contigo.

El punto de partida sería lo que me permito recordarte que escribú acerca del naturalismo decimonónico, que sabes que me fascina por su voluntad a llevar al campo de la creación artística y literario las primeras formulaciones del positivismo científico, lo que se tradujo en un rechazo a cualquier forma de introspección para dejarse atraer por lo que aparece expuesto a los sentidos. Recordarás que citaba El naturalismo, de Émile Zola (Península), cuando escribía que los naturalistas debían ser “obreros de la verdad, anatomistas, analistas, investigadores de la vida, compiladores de documentos humanos”, gentes que, animadas por un obsesivo sentido de lo real, “describen mucho, no por el placer de describir, como se les reprocha, sino porque el hecho de circunstanciar y completar al personaje por medio de su ambiente.” Todo ello en por de un “estudio de los seres y de las cosas por medio de la observación y del análisis, al margen de toda idea preconcebida de lo abstracto”. Ya recordarás que en Sociedades movedizas citaba fragmentos de Gustave Flaubert y reproducía un buena fragmento del prólogo de Guy de Maupassant para su Pedro y Juan.

Quiero que sigas la pista que te conduce al pariente pictórico del naturalismo, es decir a los impresionistas. Ya sabes, Manet, Pissarro, Degas, Monet, Cezanne... El primer material en el que quiero que te fijes es el prólogo de John Ruskin para su The Elements of Drawling. Te adjunto en pdf un edición de 1920 del original de 1857. Mira la larga nota de la página 4, donde comenta algo elogioso sobre la pintura del gran preimpresionista romático, Turner. Verás que allí dice algo interesantisimo. Dice -lo traduzco a mi manera: "El poder técnico conjunto de la pintura depende de nuestra recuperación de lo que puede llamarse la inocencia del ojo; es decir, de una especie de percepción infantil de estas manchas planas de color, simplemente como tales, sin conciencia de lo que significa, como si un ciego vería si de pronto dotado de vista". 

Reconocerás que la apreciación de Ruskin es exactamente la misma que le pedía Baudelaire a Constatin Guys, su "pintor de la vida moderna". Me refiero a cuando se lo imagina de noche, organizando todo lo "iluminado" de su experiencia visual en las calles: . . Todos los materiales de los que se ha atestado la memoria se clasifican, se alinean, se armonizan y experimentan esa idealización forzada que es el resultado de una percepción infantil, es decir de una percepción aguda, ¡mágica a fuerza de ingenuidad!". Reconocerás ese asunto en varias de las películas que mencionas en tu tesis, sobre todo en las de Win Wenders en las que el tema es precisamente el de esa inocencia del ojo. Recuerda sobre todo "Tokyo-Ga", el comentario que hace su voz en off en el avión que le lleva a Tokio, donde reclama la posibilidad de "mirar por primera vez", "mirar sin interpretar". Luego, todo lo que explica sobre aquel niño que aparece al principio, que le sirve para evocar la mirada infantil de Yasujiro Ozu. También es el tema, como sabes, de "Lisboa Story", con aquel director enloquecido que llega a la conclusión de que la única forma de otorgarle a la cámara cinematográfica la posibilidad de ser ese ojo infantil es la de rodar atándosela a la espalda, para que el cameraman no sepa qué está registrando. Creo que también ese es el sentido de la mirada de Ulises al final de "Le mépris", de Jean-Luc Godard, que sabes que es una de mis peliculas favoritas.

El tema me parece bien interesante para lo que estamos discutiendo. Lo que plantea Ruskin no es otra cosa que una vindicación de la agnosia como método creativo. La agnosia, como sabes, es una enfermedad que impide a quien la padece reconocer lo que percibe, en este caso lo que ve. Ve, pero no sabe qué ve, es decir es incapaz de interpretar, convertir lo que aprecia una cualidad sensible en información inteligible. 

Esa es la misma consideración que hace Mallarmé comentando la pintura de Manet, cuando escribe: "El ojo debe olvidar todo lo demas que haya visto y aprender de nuevo la lección que tiene ante él. Debe abstraerse de la memoria, cuando sólo aquéllo que mira, y eso como por primera vez". Esto lo tienes en una cosa que publicó en 1876, titulada "Los impresionistas y Édouard Manet". Está en una compilación que deberías tener o retirar de la biblioteca para estudiarla. Se titula El impresionismo: la visión original, editada y con un prólogo muy bueno de Guillermo Solana. Es una de esa maravillas que publica Siruela. Es una colección de críticas de arte de la segunda mitad del XIX, que pone el acento en como lo impresionistas se plantearon de manera central sobre la naturaleza y la validez de la percepción visual, es decir sobre nuestro tema.



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