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Consideraciones para Gioia Hengel Mordoh, estudiante del grado de Antropología Social de la UB.
LÓGICA DEL TRANSCURSO
Manuel Delgado
Te interesa entonces la figura del transeúnte en cualquiera
de sus modalidades, tomando como referencia el transeúnte ritual de Van Gennep
y Turner, es decir el iniciado en cualquier rito de paso: aquel que no es ni
una cosa ni otra, puesto que es sorprendido en un lugar intersticial e
intermedio, por el que es imposible hacer otra cosa que pasar. Hablamos por
tanto de todos aquellos que ya han
salido, pero todavía no han llegado. Eso vale tanto para el
vulgar viandante cotidiano como para el viajero cósmico, pasando por el
peregrino mistico o el protagonista de una road movie.
La base está en reconocer la importancia de la trayectoria
o transcurso, es decir la aplicación de un movimiento
que convierte un lugar supuesto como sincrónico en una sucesión diacrónica de
puntos recorridos. Una serie espacial de puntos es substituido
por una articulación temporal de sitios. Ahora, aquí; en un momento, allá;
luego, más lejos. Jean-François
Augoyard, en un texto fundamental Jean-François Augoyard (Pas à pas. Essai sur le cheminement
quotidien en milieu urbain, Seuil; hay versión en
inglés),
nos habló de esta actividad diagramática –líneas temporales que sigue un cuerpo
que va de aquí a allá– en términos de enunciaciones peatonales o también
retóricas caminatorias. Caminar -por extension, desplazarse- viene
a ser como hablar, emitir un relato, hacer proposiciones en forma de
deportaciones o éxodos, de caminos y desplazamientos. Caminar es
también pensar, hasta el punto de que quien se mueve -viandante o
viajero- es en cierta manera una especie de filósofo, abstraído en su
pensamiento, a la manera del Rousseau de las Ensoñaciones de
un paseante solitario de
quien te hablé, convierte su itinerario en su gabinete de trabajo, su mesa
de despacho, su taller o laboratorio. Moverse es el artefacto que le trabajar a
la manera de los filósofos peripatéticos clásicos; o de lo que Epíceto denomina
ejercicios éticos, consistentes en
pasear y comprobar las reacciones que se van produciendo durante el
paseo. Michel
Foucault alude a ellos en su Tecnologías del yo (Paidós).
Por extensión también, toda forma de nomandismo convierte a quien lo ejecuta en
un
cavilador, rumia, barrina, se desplaza desde y en su interior. Andar es, por
último, también transcurrir, cambiar de sitio con la sospecha de que, en
realidad, no se tiene. Fue a eso a lo que me refería cuando te dije que
caminar
realiza la literalidad del discurrir, al mismo tiempo pensar, hablar,
pasar.
El elogio del nomadeo como nutriente para la inteligencia y
la imaginación, los primeros sociólogos y antropólogos de la ciudad –la Escuela
de Chicago–, que advirtieron de las virtudes del judío y del hobo –el
trabajador ocasional que recorría los Estados Unidos en busca de empleo– como
representantes de la agilidad mental humana, puesto que habían obtenido su
habilidad para el pensamiento abstracto de las virtudes estimulantes de la
errancia constante. Como escribiera Robert Ezra Park en 1923: “La conciencia no
es sino un incidente de la locomoción” (“El espíritu del hobo:
reflexiones sobre la relación entre mentalidad y movilidad”, en La ciudad y
otros ensayos de ecología urbana, Serbal, Barcelona, 1999).
Algunas recomendaciones bibliográficas. De entrada una
compilación: Eduardo Restrepo y María Victoria Uribe, Antropologias transeúntes (ICAH). Luego mira Dilemas de la cultura, de James Clifford (Gedisa), atendido lo que
explica sobre las poéticas del desplazamiento. Hay cosas filosóficas que te
valdrían. Por ejemplo El nomadismo,
de Michel Maffesoli (FCE), Si te atreves, mira el "Tratado de
nomadología", de Deleuze y Guattari, que está en Mil mesetas (Pre-Textos). Y una maravilla: Caminar, de Henri-David Thoreau (Árdora). Por último tienes una
cosa reciente que también te será de la máxima utilidad. Una preciosidad: Wanderlust. Una historia del caminar (Capitán
Swing).