La foto es de Joan Colom |
Consideración para Luis
Carmona, doctorando
Es que
el otro día te hablaba de los peripatéticos y, de pronto, caí en la cuenta de
que una peripatética no es la seguidora de una escuela filosófica clásica, sino
una puta callejera. Y eso lo conecte con el tema de la mujer que, sin ser
prostituta, aparece sola en la calle. Ahora por supuesto que no, o acaso
todavía un poco. Por ejemplo, cuando es una doctoranda la que hace trabajos
sobre apropiaciones sociales de espacios públicos siempre la
"confunden". Recuerdo el caso de Martha, que hizo su tesis sobre el
Parc de les Planes en l'Hospitalet, y no digamos el de Eva, que hizo su trabajo
de máster sobre las prostitutas que se apostaban en la Ronda Sant Antoni. En
ambos casos su presencia solas, en un lugar público, daba pie a problemas de
identificación, porque acababan pasando por prostitutas.
Y me
viene a la cabeza que todo lo que se pueda decir de ese personaje al que
constantemente aludimos como hombre de la
calle no sería aplicable a una mujer
de la calle que, como sabes, es
algo bien distinto. Una mujer de la calle
no es la versión en femenino del hombre
de la calle, sino más bien su inversión, su negatividad. De entrada, mujer
de la calle significa sencillamente «prostituta», mujer que es situada con frecuencia
en el estrato más bajo del sistema de jerarquización moral de las conductas. No
es casual que a su trabajo se le llame eufemísticamente "hacer la calle"
y a ellas se las llame "mujeres de las esquinas".
Una
mujer de la calle es aquella que confirma las peores sospechas que pueden
recaer sobre una mujer que ha sido vista sola, caminando por la calle, detenida
en un quicio cualquiera o tomando alguna cosa en un local de diversión. La
mujer de la calle es aquella a la que le tiene sin cuidado su reputación,
puesto que ésta no puede sufrir ya un mayor deterioro. Es la puta callejera, en
el escalafón profesional de las meretrices la que ocupa el peldaño más bajo. En
el imaginario dominante acerca de quién tiene derecho a un pleno uso del
espacio público, es un personaje que encarna en cierto modo una anomalía a
corregir: está sola, ahí, ante todos, luego espera ser acompañada, y acompañada
por ese hombre al que espera y en cierto modo convoca, puesto que su presencia
señala un lugar vacante, que no es sino el del varón que debería como
naturalmente ir a su lado.
Lo
mismo pasa con la noción de «hombre público», término que designa ese personaje
que nace con la modernidad. El hombre público es simplemente aquél que se
expone –en el doble sentido de visibilizarse y de arriesgarse– a relaciones
sociales entre extraños basadas en la apariencia y la puesta a distancia, de
las que la franqueza no es jamás un requisito, que encuentran en el anonimato
una fórmula de preservación de una supuesta autenticidad del yo y que se basan
en la cortesía, la publicidad y la mundanidad. En un sentido más restringido,
el «hombre público» es aquél que se entrega, por así decirlo, a lo público,
entendido como lo que afecta a todos y se constituye por tanto en reino de la
crítica y la opinión, por lo que le corresponde el deber de rendir cuentas de
sus acciones en el momento en que se le requiera. En esta última acepción, el
hombre público se identifica con el político o con el profesional de cualquier
signo que desarrolla su actividad sometido a valoración por ese personaje
abstracto que es el público, de cuyo
juicio depende su reputación. En cambio, «mujer pública» es un atributo
denegatorio que se aplica a una persona para la que el calificativo «pública»
implica simplemente accesible a todos.
En este
caso, no es que la mujer esté en el
espacio público, sino que ella misma es parte de ese espacio público en que se
encuentra, definido precisamente a partir del principio de accesibilidad que en
teoría lo rige. Lo contrario de una mujer pública es una mujer privada. No una mujer que disfruta de vida privada, sino una
mujer que es propiedad privada de un hombre y accesible sólo para él. Una mujer
pública es, como todo el mundo sabe, una manera más de designar a una puta.