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Consideraciones para Carlos Figueroa, doctorando
LA FUNCIÓN FATICA EN INTERNET
Manuel Delgado
Me refiero a lo que comentabas acerca de esas formas de vínculo en las que no hay presencia física mutua, a la manera como ya pasaba con otras formas de comunicación, como las cartas o el teléfono, pero de manera más intensa y hoy más generalizada y frecuente en las llamadas redes sociales. Precisamente ese sería un campo al que aplicar todo lo que hemos hablando varias veces sobre la situación —recuerda uno de los libros que me devolviste el otro día, que se titulaba Teorías de la situación—, entendida ésta como una sociedad en sí misma, dotada de leyes estructurales inmanentes, autocentrada, autoorganizada al margen de cualquier contexto que no sea el que ella misma genera, es decir un fenómeno social autorreferencial.
Dentro de las corrientes
situacionales existe un ámbito específico en que integrar la cibersociabilidad.
Se trata del consagrado al análisis de las conversaciones, lo que Schegloff
llama «situaciones discursivas», o Goffman «interacción discursiva
verbalizada». Es lo que se llama "teoría de la conversación".
Te recomiendo un libro de Amparo Tusón que se titula La
conversación (Paidós). La conversación, dice, es una ficción
operativa, un conjunto socialmente ordenado de acontecimientos lingüísticos que
los participantes ejecutan en virtud de su conocimiento y aplicación de ciertos
procedimientos, competencias y protocolos, un buen número de los cuales pueden
ser producidos por los participantes sobre la marcha y ad hoc... La
conversación es una actividad negociada intersubjetiva que no conduce a una
recíproca comprensión mutua, un conocerse mejor y más a fondo, sino en un mero
acuerdo operativo para fines prácticos, entre los que puede estar el simple
«pasar el rato». Tiene sus reglas y sus licencias: ambigüedades, dobles
lenguajes, malentendidos, insinuaciones, un cierto derecho a simular, encubrir,
esconderse, mentir. También es posible el absurdo -los «diálogos para besugos»-
y el desorden, en este caso los llamados «desórdenes conversacionales».
Yo creo que en la charla
nos encontramos de bruces ante el límite mismo de toda sociabilidad, su grado
0. Quiénes charlan en un café, en cualquier sala de espera o a través de
internet, en este caso, casi nunca tienen nada que explicarse en realidad.
Hablan por hablar, por no tener nada más que hacer. El tema de conversación es
la conversación misma, y lo que se comunica es que hay comunicación, sin que
importe acerca de qué. Se trata de lo que lo lingüistas llaman función
fática del lenguaje. Esto seguro que lo has estudiado. Ya sabes, las
funciones del lenguaje que Jakobson explica en Lingüística y poética:
apelativa, referencial, emotiva, estética, metalingüística... y fática, que sirve, por así decirlo y resumiendo muchi, para comprobar el
contacto. Por cierto, ¿tú sabías que ese concepto Jakobson lo toma de la
antropología, en particular de Bronislaw Malinowski? Malinowski habla de la
"comunión fática" en un texto de 1923 que en castellano se tituló
"El problema del significado en las lenguas primitivas", que
tienes en una compilación titulada El significado del significado (Paídós).
Hablar del tiempo es el
ejemplo perfecto de función fática. No se intercambia información —los
hablantes ya saben que llueve o hace un día espléndido—, sino la posibilidad
misma de intercambiarla, como si previera alguna vez llegar a tener alguna cosa
que decirse de verdad. Es más, esa es la definición que hace más de un siglo
Gabriel Tarde —¿te acuerdas de Las leyes sociales, que te lo pasé?—
daba de conversación en La opinión y la multitud (Taurus):
«Todo diálogo sin utilidad inmediata y directa, donde uno habla simplemente por
hablar, por placer, por juego, por cortesía».
Lo que interesa es que
las relaciones establecidas a través de internet están reguladas por rituales,
normas y prácticas que comparte cualquier participante concreto en el cauce de
la relación mutua, que se mantienen vinculados con los demás por una
proximidad ecológica, aunque en este caso se base en la sincronicidad y la
pantalla. Pero en el intercambio de mensajes se han anulado los elementos de
glosa personal, los gestos. Es cierto que esto tiene la excepción que implica el uso de skype, pero en la mayoría de casos la exteriorización de los sentimientos se ha de
limitar como mucho a un repertorio de signos gráficos estandarizados
–smiles, caretas, emoticonos–, puesto que no hay rostro, ni corporeidad, ni
aspecto, ni ningún indicativo no verbal voluntario o involuntario. Ese es
el tema: que estaríamos ante una forma de vida social de la que las
miradas están excluidas. Se habla, pero el otro con quien se habla ha
desaparecido, no está, no tiene cuerpo. ¿No te parece interesante?