diumenge, 23 d’agost del 2020

La ciudad opaca

La fotografia es de Xavier Berdala

Artículo publicado en la edicion barcelonesa de El País el 21 de septiembre de 2001, en un de los cuadernillos dedicados a las fiestas la Mercè de ese año.

LA CIUDAD OPACA
Manuel Delgado

Barcelona ha vivido en los últimos años un colosal experimento urbanístico obsesionado por la coherencia y la legibilidad. La ciudad debía ser, se proclamaba, ante todo clara, y con tal fin se desplegaron todo tipo de dispositivos destinados a arquitecturizar el espacio público y a someter la forma urbana a principios de ordenamiento basados en principios a medio camino entre la especulación y la espectacularización. Todo ello, por supuesto, esperando el concurso pasivo de una muchedumbre de usuarios-figurantes que se avenían en todo momento a colaborar. En otras palabras, un gran ensayo en el que políticos, arquitectos y urbanistas intentaron vencer a su peor enemigo: la ciudad, esa maraña imprevisible hecha en gran medida de ambigüedades, indefiniciones y desacatos. Lucha por la victoria final de la ciudad concebida sobre la ciudad practicada.

El Raval debía ser el último reducto a conquistar en ese esfuerzo por reconstruir una Barcelona de la que hubieran sido expulsados para siempre el conflicto, la incongruencia y el azar. Objeto de todo tipo de iniciativas higiniezadoras, regeneradoras y de esponjamiento, redimido por la emergencia de grandes templos consagrados a la diosa Cultura –sin duda la nueva religión de Estado–, el núcleo duro del casco antiguo de Barcelona no podía continuar resistiéndose a formar parte del magno spot publicitario en que debía convertirse la ciudad. La principal de esas intervenciones tuvo que ser la Rambla del Raval, un brutal hachazo que abría en canal el barrio para contener como fuera el avance de lo inorgánico. En nombre de la uniformización moral, política y estética de la ciudad debía morir todo aquello que estimuló la imaginación literaria de Pierre Mac Orlan, de Genêt, de Mandiargues, de Eduardo Mendoza, de Henry Miller, de Josep Carner, de Italo Calvino, de Vázquez Montalbán, de Malraux, de Bataille... Y eso se logró. El barrio chino ya no existe. El Distrito Quinto es sólo el decorado que reconocemos en películas como Bilbao o Sinatra. En nombre de la eliminación de ambientes carentes de calidad se han demolido manzanas enteras, bajo cuyos escombros quedó la memoria diseminada y en murmullo de generaciones de vida urbana.

Pero hay un genio maligno que devuelve las cosas siempre a su sitio, a base de pasarse el tiempo desorganizándolas. Allí donde había una tienda de gomas y lavajes, se abrió un locutorio para inmigrantes; donde había una vieja tienda de ultramarinos, un videoclub de películas pakistaníes; las viejas bodegas supervivientes conviven al lado de carnicerías coránicas; donde se levantaba un meublé, el local de algún movimiento social alternativo. Se creyó que hasta las prostitutas obedecerían las campañas municipales contra lo feo y lo inconveniente y se disolverían en la nada, pero, con la piel más oscura, continuan estando donde estaban. Muchos emprendedores profesionales que intentaron colonizar aquel territorio salvaje se arrepienten ahora de haber tenido fe en el gran sueño barcelonés y ahora se sienten acechados por la vida que les rodea. Como buenos estetas antirracistas, llevan a sus hijos a colegios fuera del barrio, para evitar un contacto excesivo con los hijos de la pobreza.

Por donde antes proliferaban historias sórdidas sobre crímenes y pecados, ahora circulan otras cuyos protagonistas no son proxenetas o despechados, sino pederastas y otros seres del subsuelo social. En los nuevos bloques de protección oficial y en las plazas sin bancos la gente cuenta y vive historias nuevas que son siempre las mismas. Muchos miserables que antaño habitaron la zona se han mudado o se han extinguido, pero otros miserables –con otros acentos– han llegado en masa a hacinarse en su lugar. Los diseñadores urbanos han descubierto que un entorno de calidad no basta para vencer la injusticia y la marginación. Ni en las reproducciones maquetadas, ni en los prospectos de promoción había drogadictos ni delincuentes; en cambio, en las calles sí. En paralelo, los jóvenes –de aquí y de otros sitios– acuden en masa al más viejo y desinhibido de los barrios para reunirse o para vivir. La apertura de nuevos centros universitarios en la zona –miles de estudiantes concentrados en un área ya de por si hiperdensificada– acabará de convertir el Raval en una auténtica olla a presión, un espacio en el que, ya ahora, en cualquier momento puede pasar cualquier cosa.

Una ciudad ejemplar y sosegada, hecha de rectas y curvas perfectas, cerca el Raval. Los especialistas en ciudad pensaron que todo era cosa de propuestas, acciones inmediatas, remodelaciones, planes estratégicos, proyectos, decretos y tipificaciones. Se creyó que el barrio se prestaría a trocar mágicamente sus imperfecciones sociales por la impecable paz de las representaciones y los proyectos. En sus sueños, los arquitectos y los gestores sólo veían vecinos agradecidos, nuevos inquilinos, comerciantes con iniciativa, ávidos inversores e incluso turistas, en un Raval monitorizado y amable. Lo que han descubierto al despertar es que, a pesar de los vados de diseño y los equipamientos sociales, aquello continúa siendo lo que Bohigas llamó una vez “un nido de nostalgia y de problemas”. Se quiso hacer legible y significativa aquella neblina oscura a ras de suelo que era Ciutat Vella, pero se olvidó lo que el Raval hacía evidente: que la ciudad no es, nunca ha sido ni será, un texto, sino una textura.

Ajena a las pretensiones de los planificadores –tan soberbios, tan ingenuos–, la ciudad va a la suya. Sabe que la nutre lo mismo que la altera. Para demostrarlo, el Raval vive tremendas transformaciones, mutaciones vertiginosas, sorprendentes cambios morfológicos y sociológicos..., que le permiten continuar siendo lo que fue: el reducto desde el que resiste y triunfa lo inquieto y lo inquietante, lo complejo y lo insumiso, todo aquello que constituye lo opaco de las ciudades.


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