Detesto tener que decir cosas solemnes. La circunspección siempre se me ha antojado algo más bien ridículo, sobre todo cuando se aplica a la muerte de alguien que conociste y que significa algo para ti.
Ese es el caso de Teresa, Isabel Núñez o Bel, que murió hace unos días. Me escribió un correo Assumpta Roura para comunicármelo y se lo agradezco de veras. Digo Teresa porque es como siempre la había llamado. Supe que se llamaba Isabel Núñez una mañana en que coincidimos en la sala de actos de Belles Arts de la UB en la presentación de un libro en cuya edición ella había tenido algo que ver. Era a finales de los años 80. Me parece que trabajaba para la editorial que había sacado la obra, que tampoco recuerdo cuál era. Estaba tan bella como antes, cuando no sabía cómo se llamaba, a pesar de que teníamos una relación de mutua y profunda implicación vital.
Luego nos vimos ya más asiduadamente a partir de 1996, que fue el año que quien entonces era su marido, José Aguirre –buen amigo–, me encargó comisariar la exposición “La ciutat de la diferencia” en el CCCB y para la Fundación Baruj Spinoza. Durante más de un año estuvimos trabajando juntos, José, Isabel, David Cirici y yo preparando la muestra. Fue una experiencia muy hermosa; con sus cosas, claro, pero de las que ya ni me acuerdo cuando las comparo con lo bien que me lo pasé con ellos y ella. Recuerdo que aprovechamos el vínculo para salir algunas veces en plan “matrimonio amigo”. José y ella y Carlota y yo, con nuestras respectivas descendencias, pasamos un par de días entrañables en Cadaqués.
Me fue pasando cosas suyas. Por ejemplo Du fond des méres. Correspondance entre deux femmes, un libro que había publicado en francés recogiendo las cartas cruzadas entre ella y Rauda Ramis a propósito de su experiencia como madre de Willy, gran muchacho, que con el tiempo acabó estudiando antropología. Ahora está de Erasmus en Bolonia. El libro lo sacó Urania en español en el 2003.
Luego estuvimos trabajando en un proyecto que era esencialmente una idea suya y que desarrolló ella sola también. Era una cosa sobre la visión que diversos escritores de lo que fue un día Yugoslavia tenían acerca de las guerras balcánicas de los años 90. Fue un proyecto que cobijó el ICA y que financió la Fundació Jaume Bofill. De aquello nació un libro: Si un árbol cae. Conversaciones en torno a la guerra de los Balcanes, publicado por Alba, que presentamos en La Central en un acto del que también guardo un gran recuerdo. En él se produjo un momento interesante cuando me atreví a preguntarle por qué había recabado la opinión de literatos sobre la guerra que había asolado su país, y no la de, por ejemplo, taxistas, porque no veía por qué la opinión de personas que escribían tenía que valor tanto más que la de los que conducían taxis. Eso era lo único que creo que nos separaba un poco: que ella sí creía en el "compromiso de los intelectuales", algo que siempre he tenido como una superchería del vulgo, que atribuye un valor especial a lo que digan ciertas personas por el hecho de que inventan historias y luego las escriben, a pesar de que su competencia intelectual sobre el tema en torno al cual se pronuncien sea escasa o nula.
Nos vimos más veces. Me complicó –y se lo agradezco– en la presentación de un libro genial que escribió vindicando un azufaifo, un ramnáceo del que jamás había oído hablar y que, gracias a Isabel/Teresa supe que también se llamaba jinjolero o ginjolé en catalán, que era originario del sudeste asiático y que había uno en su calle, la calle Arimón, que estaba seriamente amenazado por una de las típicas movidas urbanísticas –léase inmobiliarias– que afectaban su barrio, Sant Gervasi. Un barrio, por cierto, del que muy poca gente sabe en Barcelona que, a pesar de su reputación de zona de clase media alta, contiene auténticas bolsas de miseria urbana. El libro se tituló La plaza del azufaifo y lo publicó Melusina con prólogo de Enrique Vila-Matas. La presentación la hicimos el 30 de junio de 2008 en la plaça Enric Folgueras; también estaba Enric Cassases, el poeta, del que me gustaría decir, sin sentir que exagero, que somos amigos. El último acto formal para el que contó conmigo fue para la presentación de Crucigrama, un libro casi de memorias que le publicó Galeria H20. Fue en enero de 2009, en La Central de la calle Mallorca. Me dicen que en algún párrafo habla de mí, pero la verdad es que no me he encontrado.
Pero sobre todo a quien he perdido es a Teresa. Teresa fue una camarada de las Joventut Comunista de Catalunya, en cuyo seno practicamos juntos la resistencia clandestina durante la terrible etapa final del franquismo. No estábamos en la misma célula, pero coincidíamos a veces en acciones y también en algún encuentro conjunto de las JCC de bachilleres. Pasamos juntos una buena parte de nuestra juventud escondiéndonos de la policía y haciendo cosas ilegales y peligrosas. Ahora no me acuerdo si ella llegó a caer; me parece que no, que tuvo suerte y nunca la pillaron. Luego, cuando tuve que apartarme de la organización por seguridad, dejé de verla. No sé por qué, pero nos recuerdo en un tren camino de algún sitio del Maresme para ir a una reunión. Quien más o quien menos, todos estábamos enamorados de ella. Era muy bella. Seguro que continua siéndolo en algún sitio. En mi memoria desde luego.
Para el bloc he recordado un vídeo de la presentación de su último libro, Mis postales de Barcelona (Triangle). Lo he tomado del canal de la editorial youtube.com/user/trianglemultimedia. Fue en abril de este año, en La Central del Raval y estaba con Javier Mariscal, que ilustraba la obra, y Pepe Ribas, el que fuera director de Ajoblanco. Por cierto, una de las últimas veces que me cruce con Teresa/Isabel iba con él. Era en la manifestación convocada por el 15M en junio del año pasado, después de los incidentes ante el Parlament de Catalunya.
Releo ahora las páginas de sus blog, que es una auténtica joya literaria. Me detengo sobre todo en la autocrónica que hace de sus últimas semanas y me siento profundamente impresionado. No sé si envidio o temo su lucidez. En cualquier caso, su lectura es una experiencia intelectual y humana inmensa. Es http://isabelnunez-zbelnu.blogspot.com.es/.
Lo que más me duele ahora es no haber estado con ella en aquellos momentos y muchos otros. Yo sé que nunca ocupé en su corazón el lugar que ahora ocupa ella en el mío.