APUNTES SOBRE DOS AÑOS DE MOVILIZACIÓN Y PERSPECTIVAS DE RUPTURA DEMOCRÁTICA EN EL REINO DE ESPAÑA
Luis Juberías, Edgar Manjarín, Quim Cornelles, Ayoze
Alfageme y Celestino Sánchez
El 19 de julio de 2012 muchos centenares de miles de
personas salieron a la calle en 80 ciudades del Reino de España. Convocaban los
dos sindicatos mayoritarios, pero también todo el resto del movimiento sindical
(incluido el nacionalista), asociaciones profesionales de todo tipo, partidos,
colectivos, asambleas de barrio y movimientos variopintos. Era impresionante
ver a los policías como los manifestantes más activos y decididos. Según las
encuestas, hasta un 80% de los ciudadanos, incluidos un 40% de los votantes del
PP, simpatizaba con la convocatoria. Marcharon unidos contra un paquete de
medidas aprobado por el gobierno del PP que incluía reducir el subsidio de
desempleo, el aumento del IVA en los productos básicos y la eliminación de una
paga extra a todos los funcionarios. Un tiempo atrás estas contrarreformas
hubieran parecido imposibles, cierto, pero aún así sería iluso pensar que esta
unión surgió de golpe.
¿Qué hay de la confluencia en las calles en la huelga
general del 29 de marzo de 2012? Una huelga por primera vez coprotagonizada
tanto por los sindicatos de trabajadores como por el movimiento ciudadano; con
activistas y estudiantes jugando un papel clave en las acciones de bloqueo; con
huelga de consumo; con acciones hacker, y una fuerte movilización en las redes
sociales y en las calles. ¿Y en las movilizaciones por la sanidad, la educación
y la universidad pública, por la defensa de derechos, contra los planes de
destrucción del territorio? ¿Y en la marcha minera, impulsada por sindicalistas
del sector de la minería? Son cada vez más los ámbitos de la vida social que se
están politizando a medida que se ven acorralados por la crisis. De ese abrupto
despertar en un lado y en otro surgen todo tipo de complicidades, sinergias,
alianzas y gestos de solidaridad. No bastaría un análisis de unos pocos actores
de la izquierda social para comprender la inclusividad de este proceso
incesante de readaptación.
La ruptura del pacto de clases y la
pérdida de legitimidad de las instituciones
Son tantos los cambios de escenario de un breve período a
otro, que resulta difícil elegir, entre tantos, la situación que escenifique de
forma más rematadamente diáfana la ruptura del pacto de posguerra, aquél que
sigue a la derrota del nazi fascismo con una correlación de fuerzas favorable
al movimiento obrero y con la amenaza del comunismo como alternativa. Lo que es
indudable es que nos encontramos en el período de culminación del fracaso de
las estrategias capitalistas que se pusieron en marcha, hace alrededor de tres
décadas, para tratar de remontar la tasa de ganancia: remundialización de la
economía, neoliberalismo (con sus privatizaciones y ofensivas antisindicales) y
financiarización. Éstas dieron lugar al fortalecimiento de una oligarquía
financiera y a la gran divergencia: los salarios reales se estancaron y la polarización de rentas aumentó sin parar.
Ante la crisis del 2008, los últimos rescoldos de la autonomía de lo político,
de la efectividad de la democracia limitada (y soberanía monetaria) que
gozábamos en Europa occidental, se extinguen. La ruptura unilateral del pacto
social por parte de los de arriba niega la base material (margen democrático
para decidir políticas y garantía de derechos) y por tanto realidad, a la
institucionalidad establecida. Reemerge el conflicto social en toda su crudeza.
En el Reino de España pueden señalarse al menos dos momentos
especialmente significativos:
El 10 de mayo de 2010, el presidente Zapatero, que había
afirmado que el Reino de España no estaba en crisis y que la banca española era
la más robusta del mundo, que había coqueteado con políticas anticíclicas
basadas en la inversión en infraestructuras, da un giro a su política y anuncia
que para evitar una intervención de la Troika es necesario apretarse el
cinturón. Dictamina una rebaja general de salarios a los funcionarios (un 5% de
media) y anuncia una reforma que “flexibilice” el mercado laboral (abaratando
el despido). Los sindicatos convocan huelga general el 29 de septiembre, que
tiene un buen seguimiento y donde se experimenta con comités ciudadanos de
apoyo en los barrios. No consiguen una rectificación del gobierno, pero
consiguen sentarse a negociar y cerrar un acuerdo en la siguiente reforma: la
elevación de la edad de jubilación a los 67 años. Es a principios de 2011.
Vuelven a sentirse un actor institucional respetado en la concertación y se
disponen a negociar la aplicación de las “dolorosas medidas” de la mejor manera
posible en función de la correlación de fuerzas. Su argumentación pasaba por la
necesidad de seguir la táctica del mal menor, pues, según ellos, los
trabajadores y la ciudadanía no estaban dispuestos a movilizarse en grado
suficiente para defender derechos, dado el miedo paralizante provocado por la
crisis (análisis que se mostró completamente equivocado).
La segunda escena candidata a sentenciar y dar paso a la
siguiente parte de todo este drama es la situación más reciente a la que nos
referíamos al principio: El 20 de julio de 2012, el gobierno se compromete al
Memorándum de Entendimiento, un documento firmado con los prestatarios de las
ayudas (la Troika) para rescatar el sistema financiero español y que compromete
al país a cumplir una serie de condicionalidades políticas que se centran en el
recorte de derechos y la reducción del gasto público (entre las que se
encuentran las que provocaron la respuesta del 19J). Este documento no es dado
a conocer por el gobierno, se filtra a través de webs institucionales de otros
países y tiene que ser traducido al castellano por plataformas ciudadanas. Días
antes, mientras el presidente Rajoy presentaba en el Congreso el paquete de
medidas que llevó a la convocatoria de la “movilización general” del 19J los
diputados del PP aplaudían entusiasmados. Andrea Fabra, una diputada del PP,
exclamaba ante el anuncio de la rebaja del subsidio de desempleo “Que se
jodan”. Las redes sociales se incendiaban, las manifestaciones ante el Congreso
y ante las sedes del PP (pero también del PSOE) se sucedían y #quesejodan se
convertía en la consigna de quienes se oponían al paquete de medidas y al
Memorándum.
Entre ambas escenas se ha hecho evidente la incapacidad, la
corrupción y consecuente deslegitimación, de los actores (1) y del marco
institucional surgido de la etapa de la Transición -remedo hispánico del estado
social y democrático de derecho, expresión del pacto de clases tras la muerte
de Franco. Se ha abierto, pues, un proceso de politización y movilización
durante dos intensos años en los que gran parte del pueblo se ha lanzado a la
calle y la izquierda organizada no ha podido seguir agarrándose a la táctica
del mal menor. Un planteamiento de ruptura con un sistema institucional
percibido como corrupto y caduco, una orientación a un cambio en el sentido de profundización democrática y
a la garantía de derechos se convierte en el único posible (2).
La significación política del 15M
Repitámoslo una vez más: no sólo estamos asistiendo una
descomposición de las instituciones, estamos asistiendo también a un proceso de
movilización con el que poder establecer una negociación abierta sobre las
reglas de juego. La movilización se reconfigura continuamente, pues se
encuentra en el centro de un desarrollo de la redefinición de los consensos
básicos y espacios sociopolíticos ante la erosión de las convenciones y la cultura
política de la Transición.
En vísperas de las elecciones municipales, y tras varios
meses sin que el descontento social encontrara cauce, llegó la manifestación
del 15 de Mayo de 2011, convocada por las redes sociales (3), y tras ella la
aparición del movimiento de las plazas (bautizado de los “indignados” por los
medios de comunicación de masas), en que unas pocas decenas de personas
acampadas fueron desalojadas de la Plaza del Sol de Madrid por la policía
-hecho que fue el desencadenante de una masiva muestra de indignación popular
hacia las políticas de recortes dictadas desde Bruselas y refrendadas por el
gobierno español. “Democracia Real Ya, No somos mercancía en manos de políticos
y banqueros”, el grito “Que no nos representan”, la crítica al bipartidismo
(“PPSOE”) y a la injusta ley electoral, fueron –no por casualidad- las banderas
del movimiento iniciado en mayo de 2011. La desobediencia civil frontal ante
las instituciones pasó a convertirse en una actitud masiva. Basten unas
pinceladas de la situación social en el Reino de España para entender el porqué
de la movilización: un 25% de la población activa en situación de desempleo y
uno de cada dos menores de 35 años (el resto inmerso en el trabajo precario),
centenares desahucios diarios, aumento desorbitado de las tasas universitarias,
recorte en los servicios públicos y conculcación de derechos, descubrimiento
diario de escándalos de corrupción política y financiera...
Las interpretaciones al uso de lo sucedido suelen ser
superficiales, cuando no condescendientes. Se tiende a identificar al
movimiento sólo con las acampadas y con las asambleas, cuando no como un actor
con el que interlocutar, con quien discutir, a quien aleccionar, a quien
exigir. A nuestro entender, el 15M no es eso, ni tan siquiera el enjambre de
grupos de activistas que darían continuidad a las movilizaciones de 2011, sino
que lo entendemos como un impulso profundo de la sociedad, transversal, que
recoge y da formas de expresión a las intuiciones básicas ante un salto cualitativo
en el escenario sociopolítico. Por eso, es un devenir, una corriente de fondo
que atraviesa todas las estructuras de la sociedad civil, incluidos los
partidos y los sindicatos, que se han visto sometidos a intensos debates y
cambios en su actuar. Expresa también una enmienda a la totalidad de todo tipo
de tejemanejes tras los cuales se concentran los poderes económicos y
políticos, así como la necesidad de construir colectivamente nuevas
perspectivas para amplias capas de la sociedad, que han visto que lo impensable
se volvía inevitable y que las viejas certezas se desvanecían en el aire.
Siguió una explosión de la movilización: el movimiento de
las plazas y los centenares de acampadas, la proliferación de colectivos de
activistas surgidos ex novo, la popularización del activismo en las redes
sociales, la extensión de la PAH, la movilización internacional del 15 de
octubre, una proliferación de las marchas por la salud, por la educación, de
manifestaciones, de iniciativas diversas... Los índices de apoyo a la
movilización estaban durante todo ese período en torno al 70% por lo bajo en
los estudios demoscópicos. Fue y sigue siendo algo más que un síntoma. Supone
además la apertura de prácticas de lucha social que descubren nuevas formas de
organización y movilización de recursos materiales y culturales. La
movilización de recursos a través de las redes sociales, el debate, la
construcción colectiva de discurso y
movilización a través de la proposición en twitter, la inundación de la
red con virales, la desobediencia civil, la ocupación de espacios y vías
públicas... son algunas de ellas.
Durante la huelga general del 29 de Marzo del 2012,
convocada por todo el movimiento sindical, el objetivo anunciado de rechazar la
reforma laboral y reaccionar frente al desmontaje de la negociación colectiva,
fue la excusa para la expresión de un amplio rechazo político al rescate a los
bancos, a los recortes y privatizaciones de los servicios públicos, sanidad y
educación en particular. Coincidieron y se amalgamaron fuerzas diversas- no
exentas de contradicción- y se empezó a perfilar, a partir de las mismas luchas
que se han ido consolidando y mostrando como referencias, un programa de
alternativas, que empezó a concretarse durante las jornadas del 12M15M.
Hacia la construcción de las condiciones de posibilidad de
una ruptura democrática
Vislumbramos en los próximos meses tres dinámicas que
deberían de retroalimentarse para cimentar las condiciones de posibilidad de
una ruptura democrática: 1- La continuidad de la experimentación, la
confrontación, la construcción de propuesta alternativa y la coordinación de las diferentes experiencias y expresiones
de movilización (4), 2- la movilización
sostenida impulsada por el movimiento sindical en confluencia con todo tipo de
organizaciones e iniciativas, que ganará en masividad e intensidad, culminando
con toda probabilidad en al menos una huelga general (5) 3- la apertura de un
proceso de construcción de un movimiento político que dé expresión y
perspectiva política al nuevo espacio político emergente orientado al cambio
institucional y la garantía de derechos (6).
A modo de conclusión, pensamos que las nociones de proceso
abierto y de construcción en función del hacer, de la praxis, son claves para
entender la política en este período de inestabilidad caracterizado por la
centralidad política de una movilización de las mayorías caracterizada por tres
aspectos: orientación al cambio institucional, crisis de la táctica del mal
menor y desarrollo de un clima de redefinición de los consensos básicos y
espacios sociopolíticos. (7)
Notas
(1) Los partidos de
la izquierda y los sindicatos, en tanto
que autoconcebidos y organizados
en función de la representación de intereses o ideologías, son
percibidos como piezas de ese sistema institucional en crisis y, por tanto,
rechazados. Sólo desde la inmersión y el reacomodo a las lógicas
de fondo de la movilización social en curso, lo que implica
necesariamente un repensarse a fondo,
pueden legitimarse y jugar un papel en el presente y futuro.
(2) Para ilustrar
esta orientación de la movilización
social al cambio institucional, veamos la favorable acogida social que
tuvo el gesto de los grupos de izquierda
de abandonar el Congreso y ausentarse de la votación del paquete de recortes
presentado por el gobierno el 19 de julio de 2012, rechazando ser cómplices y
escenificando la ruptura institucional. Comparémosla con el rechazo a la opción
de la izquierda en Catalunya de participar el 15 de junio del año pasado en la votación de los presupuestos de
2011 y defender la legitimidad del Parlamento (con recortes sustanciales en los
servicios públicos, en especial los de salud y educación) ante el llamamiento
del movimiento de las plazas a rodear y bloquear el Parlamento, a impedir que
los diputados pudieran acudir para votar los presupuestos.
(3) Durante todo ese
tiempo, una serie de iniciativas, de grupos de activistas, habían ido cogiendo empuje. Ahí podemos
destacar a la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca impidiendo desahucios, exigiendo la dación en pago de los
créditos hipotecarios y defendiendo el derecho
a la vivienda. También hemos de mencionar el activismo en internet
del movimiento por la neutralidad de
red. Ubiquemos también ahí las voces
clarividentes e ignoradas de la izquierda política, social y sindical,
así como la organización de la campaña de convocatoria del 15M a través de las
redes sociales. A partir de abril la
movilización contra los recortes en los servicios públicos, especialmente en sanidad,
protagonizados por el recién estrenado
gobierno de Catalunya, se desbordaba. Los trabajadores de los centros sanitarios dirigidos por sus comités
de empresa protagonizaban cortes de
carretera. Varios miles de sanitarios se echaban a la calle convocados por las redes sociales. La segunda semana de mayo la agitación social se
podía palpar en el ambiente:
multiplicación de iniciativas, protestas... El 14 de mayo, una masiva manifestación recorría las calles de
Barcelona convocada por toda la
izquierda política, social y sindical
contra los recortes.
(4) En este sentido, la construcción y el desarrollo
de un Plan de Rescate Ciudadano que sintetice los principales objetivos
expresados en la movilización es un paso fundamental en la maduración y
eficacia del proceso de movilización, la construcción de consensos básicos y la
consolidación de un nuevo espacio.
(5) Tendríamos que recordar que los
sindicatos, no obstante y hasta el día de hoy, se siguen sintiendo ante todo un
actor institucional obligado a la responsabilidad y a la concertación. Ante un
hipotético llamamiento - anhelado por una parte de la dirección del PSOE- a la
unidad nacional expresado en un gobierno de unidad y una reedición de los
"pactos de la Moncloa", es posible que las direcciones sindicales
tengan la tentación de aceptar "la rectificación" y de participar. Si
esto fuera así, su deslegitimación sería muy fuerte socialmente y entre las
bases sindicales. No deberían olvidar que la liquidación de los sindicatos y su
capacidad negociadora es parte esencial del programa oligárquico de salida de
la crisis.
(6) Se hace imprescindible abrir
una perspectiva política a nivel de Catalunya, a nivel estatal y a nivel
europeo ante el hundimiento del bipartidismo (40% de intención de voto para
PSOE y PP juntos en las últimas encuestas demoscópicas, siendo el PSOE el que
más se hunde). La alternativa sería la dejación de un espacio político para su
ocupación por la extrema derecha.
Para que sea posible una salida europea, construir otra
Europa, es imprescindible abrir un proceso de movilización de masas a nivel
europeo. Ante las dificultades para que pueda haber una respuesta coordinada
del movimiento obrero, o paralelamente si se avanza en este sentido, es
necesario establecer una iniciativa que permita construir alianzas y práctica
política. Desde sectores de activistas se está
proponiendo, con buena acogida, la celebración de una consulta social
sobre la deuda a nivel europeo. (7) Este artículo será publicado en alemán en
la revista de la Fundación Rosa Luxemburg.
Luis Juberías, Edgar Manjarín, Quim Cornelles, Ayoze
Alfageme y Celestino Sánchez son activistas sociales
[La fotografía es de Joel López y está tomada de http://pakoraphoto.com/blog/]