dimecres, 23 de febrer del 2022

El efecto skin

La foto es de Paul Ashby

Este artículo fue publicado en El Periódico de Catalunya el 20/9/2003 a raíz de unos supuestos ataques skins que se estaban produciendo en diversas poblaciones del Vallès. El artículo apareció publicado con el título de "Todos los peligrosos quieren parecer skins".

EL EFECTO SKIN
Manuel Delgado

Dejando de lado su aspecto realmente más preocupante –sin duda el de la actitud al parecer nada imparcial de la Guardia Civil en los hechos–, los ataques ultraderechistas en Castellar del Vallès nos advierten de la agudización en Catalunya de un fenómeno grave: el de la adhesión de buen número de jóvenes de origen obrero a un nacionalismo radical español altamente agresivo y cada vez más arrogante. La tendencia responde a que muchos adolescentes de extracción popular han encontrado en la agresividad xenófoba un eficaz mecanismo de adaptación al fracaso y a la frustación que afectan a su clase y a su generación. Pueden dirigir así su hostilidad contra las dos instancias a las que responsabilizan de su no-futuro: hacia arriba, contra una “progresía” de clase media –bienpensante, catalanista, suavemente izquierdista– que contemplan ocupando el poder y, hacia abajo, en dirección a unos inmigrantes a los que pueden atribuir el malogramiento de sus expectativas sociales. Eso sin dejar de expresar su odio hacia cualquier joven que haya elegido otras vías por las que hacer discurrir su disidencia.

Esos jóvenes no son skins. Los skins son un movimiento cultural juvenil resultado de la fusión, en la Inglaterra de finales de los sesenta, de rude boys y hard mods. Les une el ritual de reunirse para beber cerveza, el pelo muy corto, la música ska o el Oi! y ciertas predilecciones vestimentarias, como las botas Rangers, los pantalones tejanos remangados sujetos con tirantes y las chaquetas Harlington. Fuera de eso no tienen nada más en común, y menos una ideología. Los hay machistas y gays, racistas y negros. La mayoría son apolíticos y el resto se han adscrito a opciones que van de la izquierda radical –sharps, rash– hasta una especie de anarcofascismo que asume como propia la simbología nazi, como es el caso de los bone heads.

La imagen altamente distorsionada del skin racista e hiperviolento, a la que se le achaca por sistema todo tipo de incursiones brutales es en esencia –y como el resto de las imaginarias “tribus urbanas”– un invento mediático-policial. La prensa ha cultivado el mito del skin salvaje como parte del espectáculo de lo que no menos arbitrariamente se presenta como la “violencia juvenil” –¡como si hubiera una violencia senil o de la mediana edad!–. A la mínima oportunidad, se hace irrumpir melodramáticamente a estas bandas de malvados a las que se puede imputar cualquier desmán. Así, por ejemplo, al día siguiente de cometido el asesinato de un joven en la Vila Olímpica, en abril de 2000, los titulares de prensa corrieron a adjudicarle el crimen a una banda skin, cosa que hubo que desmentir al poco. Por supuesto que las mayorías sociales son cómplices de esa simplificación, por cuanto les permite una explicación satisfactoria y tranquilizadora de fenómenos como el racismo, percibido así como un mero conflicto entre minorías de marginados.

En cuanto a la policía está interesada en hacer creer que los skins son el principal peligro a controlar para proteger a los pobres inmigrantes, escamotando que el grueso de denuncias que publican los informes de SOS Racismo o Amnistia Internacional sobre España acusan sobre todo a las fuerzas de seguridad del Estado y no a la actuación de bandas de fanáticos disfrazados. Una prueba de ese interés por excitar el miedo social al skin fue aquella terrible agresión en la plaza Catalunya de Barcelona, el 5 de febrero de 2000, a plena luz del día, contra una joven que habría quedado tetrapléjica a resultas de la paliza de unos cabezas rapadas. Al final se desveló que toda la historia había sido un montaje de la propia policía y que el espeluznante ataque jamás había tenido lugar.

Eso no quiere decir que no haya jóvenes con algún o algunos rasgos skin que se dediquen a agredir por la calle a quienes les caigan mal. Pero eso sucede como la consecuencia de la misma imagen proyectada por la imaginación mediática, gubernamental y popular. Tanto repetir que todos los skins son peligrosos, se ha conseguido que todos los peligrosos hagan todo lo posible por parecer skins.




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