dilluns, 30 de maig del 2016

Lorca en su contexto

Margarida Xirgu junto con la actriz Milagros de la Vega, en su última representación teatral de "La casa de Bernarda Alba" en 1958, en el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires
Reseña del libro Un etnólogo en el teatro. Ensayo antropológico sobre Federico García Lorca, de Joan Frigolé (Muchnik), publicado en el suplemento literario de El País, Babelia, el 4 de septiembre de 1995.


LORCA EN SU CONTEXTO

Manuel Delgado

Fue a mediados de los años setenta cuando el director teatral y teórico Richard Schechner, muy interesado por la literatura etnológica, puso de relieve como determinadas piezas de Ibsen, Chejov o Brecht escenificaban conflictos relacionados con el sistema de parentesco. Según Schechner, la condición implícita como performance y explícita como proceso social que se daba en los dramas familiares de la vida ordinaria invertía sus términos en las representaciones teatrales, que eran performances manifiestas que remitían a un proceso social implícito.

Esta perspectiva ha encontrado una excelente aplicación entre nosotros de la mano de Joan Frigolé, de quien Muchnik acaba de proveernos de su análisis del teatro de Federico García Lorca. Frigolé nos invita en Un etnólogo en el teatro a un recorrido por el contexto social que focalizan cuatro obras de Lorca, contexto  la sociedad rural andaluza tal y como era hasta hace no mucho  del que se evocan aspectos que preocupaban especialmente al autor: las desigualdades de clase, los valores morales y la relación entre reproducción biológica y reproducción social. En Bodas de sangre, Doña Rosita la soltera y La casa de Bernarda Alba, Lorca pone en escena.

La inflexibilidad del sistema de estratificación social y de las estrategias matrimoniales aceptables en su seno, en las que el amor y el interés patrimonial enmascaran sus perfiles el uno en el otro. En Yerma el asunto central es el del modelo de procreación y, a él aso-ciado, el tema  no menos presente en las otras piezas  de la construcción cultural de la identidad de género. Cabe añadir que una comprensión así de estas obras de Lorca - contempladas ahora a la manera de auténticos etnodramas, no podía corresponder a nadie mejor que a Frigolé, cuyo Llevarse a la novia (UAB, 1984) certifica su competencia en el tratamiento de los sistemas matrimoniales en la sociedad tradicional del sur español.

Esta lectura contextualizadora de la obra de Lorca le sirve a Frigolé, además, para descalificar el grueso de sus interpretaciones, que ha visto en ella tragedias arquetípicas relativas a la madre, el sexo o la muerte, o cuestiones  la modernización, la emancipación femenina o la autonomía personal  ausentes o periféricas en la Andalucía rural de los años 30.

Ahora bien, siendo irreprochable la manera como Un etnólogo en el teatro reconstruye el marco sociocultural en el que transcurren las tragedias lorquianas, un análisis así plantea el riesgo  común a ciertas teorías del ritual o del mito  de un nuevo evemerismo, es decir del fajamiento de un significado verdadero en origen del material estudiado, del que las versiones y exégesis posteriores constituirían degeneraciones o pérdidas. Dicho de otro modo, Frigolé no resuelve  tampoco lo pretende, es cierto  el enigma de la vigencia de Lorca, su capacidad de resultar elocuente todavía hoy. La explicación de esa virtud de durar habrá que buscarla justamente en esa capacidad que el público ejerce de distorsionar a su antojo todo tipo de productos literarios o artísticos, para forzarlos a ser vehículos de una voz que ya no es ni la de su autor ni la de su época. Quizás Lorca se haya visto reducido a temas morales de amplio espectro o a asuntos que le eran ajenos, pero ese no fue sino el precio que un punto de eternidad vino a exigirle a su obra.


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