Reseña del libro de Peter Winch, Comprender una sociedad primitiva (Paidós, 1994). Traducción de María José Nicolau y Gloria Llorens. Publicada en Babelia, el suplemento literario de El País, el 13 de marzo de 1994.
LA VERDAD PRIMITIVA
Manuel Delgado
¿Hasta que punto es pertinente juzgar las creencias mágico-religiosas de las sociedades no modernizadas como ilusorias o falsas? Durante mucho tiempo los propios antropólogos que habían informado acerca de ellas tuvieron un criterio bien claro al respecto. Así, en un libro reputado como clásico para la disciplina, Brujería, magia y oráculos entre los azande (Anagrama), Sir E.E. Evans-Pritchard sentenciaba en 1937 que las convicciones de los nilóticos sobre los embrujos y la adivinación eran ciertas en relación a sus propios postulados lógicos, pero estaban equivocadas ya que no podían demostrar empíricamente sus afirmaciones ontológicas.
Fue en torno a esa obra que habría de organizarse décadas después una discusión digna de figurar como un momento estelar en la historia de las teorías del conocimiento. Los antropólogos afines al objetivismo de Popper ‑indiferentes como él a la cuestión del significado y atentos más bien a la racionalidad o no de los fenómenos sociales‑ apostaron por colocar las ideas y actitudes místicas de los primitivos al servicio de tareas puramente simbólico-expresivas, sin relación alguna con la vocación instrumental ‑predicción de acontecimientos, control técnico sobre procesos objetivables, etc.‑ de la ciencia de las sociedades "abiertas" como la nuestra. Robin Horton (Ciencia y brujería, Anagrama) e I.C. Jarvie fueron los exponentes más notables de tal perspectiva, una de cuyas últimas aportaciones acaba de hacer aparición: Posmodernismo, razón y religión, de Ernest Gellner (Paidós), una apología de la Verdad entendida como método científico, que, por ello, sólo puede ser buscada, pero no poseída.
La visión contraria la defendió Peter Winch, coinciendo en parte con las apreciaciones que formulara Wittgenstein en su Observaciones a La Rama Dorada de Frazer (Tecnos) contra la presunta superioridad del pensamiento científico occidental sobre el mágico-religioso de los primitivos. Winch sostuvo que lo que determina qué es lo que concuerda o no con la realidad no es tanto la verificación empírica como los usos del lenguaje, a través de los cuales una comunidad de hablantes ‑y al tiempo de pensantes‑ constituye intersubjetivamente sus evidencias e hilvana formas específicas y con frecuencia intraducibles de racionalidad.
El tiempo vino a situar los presupuestos particularistas y relativistas de Peter Winch en un lugar privilegiado entre las estrategias hegemónicas que, al poco, habría de manejar la antropología. En efecto, el radical agnosticismo axiológico ‑al borde de una auténtica antiepistemología‑ de los etnólogos posmodernos ha otorgado a Winch el estatuto de uno de sus precursores más inmediatos.
Por ello no podemos sino celebrar que Paidós acabe de brindarnos la posibilidad de conocer algunos de los artículos de Winch que protagonizaron aquel debate sobre la verdad en las culturas exóticas, entre ellos el más importante, "Comprender una sociedad primitiva", publicado en 1964 y que da título al volumen. La bondad de la noticia es doble: por su valor en orden a ilustrar un apasionante episodio del itinerario de la filosofía por el siglo XX y porque nos hace accesible un antecede inmediato de las actuales preocupaciones centrales de la antropología y, más allá, de las especulaciones teóricas en curso en torno a en qué consiste lo real.