dijous, 11 de juliol del 2019

La nueva familia tradicional

La foto es de Todd Surber y procede de kingstreetstudios.com/family-portraits/
Reseña del libro de Joan Bestard, Parentesco y modernidad (Paidós), publicado en el suplemento Babelia de El País el 24 de febrero de 1998

LA NUEVA FAMILIA TRADICIONAL
Manuel Delgado

La aparición de Parentesco y modernidad implica una primera buena noticia. Paidós, cuya línea de antropología había venido sirviendo sólo clásicos de la disciplina –Mead, White, Geertz...–, incorpora obras recientes de autores de aquí, como Joan Bestard, que había hecho su principal aportación hasta ahora en inglés (What´s in a Relative?, Oxford, 1991).

La otra buena noticia es, por supuesto, la obra en sí, una incursión en el siempre exigente territorio de los estudios comparados sobre familia y parentesco. El libro es, por un lado, una visión panorámica de los estudios genealógicos en antropología e historia cultural, y se centra en las dificultades de la consideración del parentesco en tanto que ámbito dado por exento en las distintas sociedades por los estudios canónicos de Morgan, Lévi-Strauss, Malinowski, etc. Está en juego, en este campo, qué debe entenderse en cada contexto que es ya no sólo una «relación de parentesco», sino descendencia, procreación, padre-madre, casa, matrimonio, sexualidad, herencia..., y, todavía más lejos, persona, sociedad, naturaleza o cultura.

Parentesco y modernidad nos propone, además, un recorrido por las transformaciones que dieron paso a una familia nuclear y cerrada que, en principio al menos, debía constituirse –una vez desactivadas la mayoría de sus funciones anteriores– en refugio para la autenticidad y la naturalidad humanas, en contraste con un mundo moderno cada vez más incongruente y agitado. Frente a esa idea de que la historia reciente de las relaciones familiares lo es del proceso de devaluación de sus tareas, de su reducción a una reserva afectiva en que malsobreviven la simplicidad y la verdad, se nos muestra como en pocas oportunidades antes las tramas de parentesco habían tenido un papel tan determinante, ni habían registrado los niveles de complicación que ahora conocen.

En este caso, bien podríamos sospechar, con Bestard, que la «marginalidad» de la familia, su empeño en continuar mostrándose como los restos de una antigua forma de relacionarse las personas, que hay que conservar como lo único que puede mantener vivos los vínculos con el pasado y dar un sentido a nuestras pobres existencias en una civilización inhumana, es una astucia que le permite continuar ocupando un lugar omnipresente y estratégico en las dinámicas sociales y en las representaciones de la cultura. Si pocas cosas hay tan recientes como la «familia tradicional», lógico es que el hogar continue cultivando, a lo largo de sus sucesivas mutaciones, el camuflaje que su protagonismo real encuentra en un aspecto periférico y vulnerable.


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