dimarts, 18 d’agost del 2020

Poéticas transeúntes

La foto es de Janis Romanovskis

Fragmento de Épica y poética del viandante, conferencia invitada en el Segundo Encuentro de Ciudades por la Seguridad Vial, Córdoba, febrero 2011

Poéticas transeúntes 
Manuel Delgado

El espacio urbano –acaso la quintaescencia de todo espacio social– es lo que difumina la ciudad entendida como morfología y como estructura. En él en cualquier momento se pueden conocer desarrollos imprevistos. Espacio de la aceleración máxima de las reciprocidades y de la multiplicidad de actores y de acciones. 

El espacio urbano –espacio de los transeúntes y de los tránsitos– es esa región abierta en la que cada cual está con individuos que han devenido, aunque sólo sea un momento, sus semejantes. Es una posibilidad realizada, un escenario en el que diferentes seres humanos se abandonan en él y a él a la dramatización de su voluntad de establecer una relación, ya sea ésta frágil o intensa, originada acaso en lo que fuera una inicial mutua indiferencia. Su condición heterogenética es el resultado de que las codificaciones nacen y se desvanecen constantemente en una tarea innumerable. Lo que luego queda no son sino restos de una sociabilidad naufragada constantemente, nacida para morir al poco, y para dejar lo que queda de ella amontonándose en una vida cotidiana hecha toda ella de pieles mudadas y de huellas. Alrededor del viandante sólo está el tiempo y sus despojos, metáforas que ya no significan nada, pero que quedan ahí, evocando para siempre su sentido olvidado. 

He ahí, desplegándose cotidianamente alrededor y por entre los edificios, a lo urbano, proscenio inestable y en última instancia indescifrable en que todos los concurrentes reciben el derecho a encontrar en su propia banalidad un refugio para su verdad. Quién es cada cual es, para quien quisiera abandonarse a escrutarlo, al mismo tiempo una evidencia y una intriga. Allí, una inteligencia colectiva y secreta urde sus tramas de cooperación instantánea, en regiones de significación de fronteras difusas, entre pequeños dramas singulares que requieren el concurso de recursos prácticos y cognitivos constituidos para la ocasión. Es la ciudad que tejen y destejen sin parar los viandantes que se mueven solos o en pequeños grupos. Es también la de las grandes coaliciones peatonales que se apropian de las calles para la fiesta o la lucha. Moverse, agitarse, cambiar de sitio, vivir la experiencia de una dislocación constante, en una permanente transposición del pasaje en paisaje y viceversa.



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