dijous, 16 d’abril del 2020

Contrabandistas de esperanza

                                   


Artículo publicado en El Periódico de Catalunya, el 25 de agosto de 1995. Fue en relación con las denuncias interpuestas contra Ryke Geerd Hamer por aplicar su método de la Nueva Medicina Germánica contra el cáncer a una niña en Málaga.

CONTRABANDISTAS DE ESPERANZA
Manuel Delgado


Dos casos sirvieron para plantear cuáles debían ser los límites de las llamadas medicinas alternativas o paralelas, aquel sector del mercado de la salud, definido sólo por su marginalidad total o parcial con respecto el modelo sanitario institucionalizado, al que concurren saberes y técnicas sin apenas conexión entre sí, del curanderismo tanto tradicional como exótico, el naturismo, la homeopatía a la mística carismática o las medicinas orientales. En el mes de julio llegaba a Málaga la niña austriaca Olivia Pilhar, a la que sus padres habían secuestrado del hospital donde iba a ser sometida a la extirpación de un tumor maligno, con el fin de evitar la operación y para que la tratase el ex médico alemán Ryke Geerd Hamer, inhabilitado en su país y perseguido legalmente en Austria. Al poco, dos familias presentaban denuncias contra los médicos españoles que habían tratado mediante el método Hamer a parientes suyos finalmente fallecidos. Desde ciertas instancias médicas se urgió a que se aplicasen medidas contra unas prácticas, aplicadas en ocasiones por profesionales colegiados y situados en plantillas hospitalarias, que no eran consideradas aceptables. Antes del escándalo, en noviembre del año anterior, dos programas televisivos, emitidos en la segunda cadena de TVE, se habían dedicado monográficamente a divulgar las tesis curativas de Hamer.

La llamada técnica Hamer se basaba en la consideración del cáncer como una enfermedad psicosomática, que, por tanto, requería un tratamiento cuyo objeto era rectificar desarreglos producidos el mundo de los afectos. Se rechazaban como contraindicados los métodos basados en la cirugía, la quimioterapia o la radioterapia y la orientación de las curas era exclusivamente psicológica. El sistema Hamer es de hecho una reedición del antiguo mesmerismo ‑curación basada en los efectos beneficiosos del magnetismo‑ y guarda cierto parecido con el que aplica también en España la asociación COBRA ‑Centro Oncológico y Biológico de Investigación Aplicada‑, cuyos pacientes son casi todos enfermos de sida ‑enfermedad a la que se niega su condición vírica‑ y que combina técnicas naturistas con formas suavizadas de medicina convencional.

La actuación legal en España contra este tipo de actuaciones de medicina alternativa resultó sencillamente inviable. En primer lugar porque no se recetan sustancias que puedan causar daño a los pacientes. También porque la legislación vigente no castiga a quien trafica con lo que la medicina oficial considera falsas esperanzas, y menos si el supuesto responsable es un médico colegiado, como era el caso de los cinco facultativos que habían hecho suyo el sistema Hamer en el tratamiento del cáncer. Las instancias médicas oficiales son en cierto modo responsables de dos fenómenos negativos, cuales son una creciente medicamentalización de la sociedad y una práctica de la medicina muchas veces deshumanizada. Por otra parte, es la misma medicina institucional la que ha propiciado unas creencias acaso desmesuradas ‑y por tanto en cierta manera fraudulentas‑ sobre sus posibilidades reales ante la enfermedad y la muerte, con todo lo que ello conlleva de frustración ante unas expectativas de curación muchas veces injustificadas. Ha sido, en ese mismo orden de cosas, la medicina oficial la que ha estimulado al mismo tiempo una trivialización de su propia doctrina y ha contribuido con ello a convertir sus métodos en mercadería de consumo. Los "productos-milagro" o la proliferación de clínicas de adelgazamiento serían manifestacio­nes casi paródicas de ello.

La argumentación, esgrimida por los seguidores de Hamer, de que un malogro no desacredita los éxitos obtenidos podría valer también para la propia clínica convencional, a cuyos fracasos técnicos se le han de añadir los frecuentes casos que se denuncian de errores e irresponsabili­dades, con efectos no pocas veces letales para los enfermos. Además, frente a los ejemplos problemáticos, los médicos que han aplicado los criterios de Ryke Geerd Hamer estaban en condiciones de presentar 20.000 casos de curaciones que no habían sido desmentidos. Por último, los pacientes habían sido en todas las oportunidades individuos mayores de edad que habían abandonado la quimioterapia y se habían sometido al método Hamer por voluntad propia, con la salvedad no menos conflictiva de algún menor, como Olivia Pilhar, cuyos padres habían perdido la patria potestad. A finales de septiembre, el juzgado que había recibido las denuncias contra los doctores seguidores de Hamer en España decidía archivar el asunto.


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