dimecres, 29 de maig del 2019

El deporte como modelo de conducta

Foto de César Lloreda

Reseña de Deporte y ocio en el proceso de la civilización, de Norbert Elias y Eric Dunning (FCE, México DF, 1992), publicado en Babelia, suplemento de libros de El País, el 22/8/1992.

EL DEPORTE COMO MODELO DE CONDUCTA
Manuel Delgado

Pocos climas más apropiados que el de la euforia olímpica para la aparición en castellano de Quest for excitement, la compilación donde Norbert Elías, desaparecido hace un par de años, y Eric Dunning reunieron varios de los artículos en que habían rastreado en el territorio exento e institucionalizado del deporte y el ocio los efectos psicológicos y sociológicos de la creciente exigencia de autocontrol que caracterizaría lo que el propio Elías había llamado “el proceso civilizador”.

El marco teórico construido por Elías –formulado en su El proceso de la civilización (FCE, 1988)- puede presentarse como relativamente autónomo y ha facilitado, bajo la denominación de figuracionismo o desarrollismo, la reconciliación entre artefactos conceptuales falsamente opuestos tales como estructura estructura y proceso. Pero, a su vez, Elías pertenece a esa misma tradición que, partiendo de la convicción de Nietzche y de Freud de que la conciencia es intrínsecamente enemiga de la salud mental, se ha dedicado a escarbar el origen de ciertas instituciones de la cultura. Esa tendencia genealogizante, que conoce sus precursores inmediatos en Benjamin y Weber, desemboca, entre otros deltas, en las arqueologías de Foucault y en aquellas indagaciones psicogenéticas y sociogenéticas de las que este volumen costituiría una incursión en el campo del espíritu deportivo.

La cuestión con respecto a la que se apunta una vía explicativa es la ya planteada por Weber en La ética protestante, acerca de cómo fue que los sports, juegos tradicionales sometidos ahora a una estrictísima reglamentación , no sólo se salvaron de la furia antifestiva que marcó los primeros pasos de la modernización, sino que lograron constituirse en un modelo de conducta –como práctica y como espectáculo- que, ral y como comprobamos en Barcelona, hoy alcanza un ascendente planetario.

Porque no hay que olvidar –y ésta es una de las conclusiones que se extraen de las investigaciones de Elías- que el deporte es una invención indisociable de las condiciones que definieron el estratégico XVIII inglés, un espacio sociohistórico determinado por el contencioso entre el ascetismo puritano y las recreations pecaminosas heredadas de la Edad Media, que apartaban a los hombres de una administración ajustada a la gracia de ese nuevo valor central en la cultura: el tiempo. La respuesta provista por Elías es que el deporte propiciaba un colosal mecanismo de moderación de las oscilaciones del temperamento individual y colectivo, convirtiéndose en un dispositivo de drenaje de las tensiones derivadas del autodominio de las emociones y de la exigencia de contención expresiva, requisitos comportamentales en que se fundaría el orden cívico moderno. 

En esa perspectiva que contempla lo deportivo como ámbito de sublimación simbólica de los conflictos y de exorcismo de las tentaciones violentas de grupos e individuos, destacan las aportaciones sobre la relación entre parlamentarismo y deporte en la Inglaterra del XVIII y la desmitificación de esa notable tontería que remonta el origen del deporte a la agonística griega antigua, al igual que los desarrollos sobre la violencia y el gamberrismo. Remarcable el artículo que cierra el volumen, una aproximación de Dunning al dominio deportivo en clave de género, cuyo título es ya de por sí sugestivo: Notas sobre las fuentes sociales de la identidad masculina y sus transformaciones.



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