La foto es de Yanidel |
TODO LUGAR ES LUGAR DE MEMORIA
Manuel Delgado
Decir “lugar de memoria” es decir “lugar de olvido”, puesto que toda estrategia de memoria oficial lo es siempre de soslayamiento de todo lo que el poder que erige un monumento quiere olvidar y que se olvide. O sea, un “lugar de memoria” es un monumento, esto es la prueba de cómo el orden político hace por imponer sus discursos de homogeneización, centralización y control. Recuerda: para los historiadores un «lugar de memoria» es aquel punto en que se produce un retorno reflexivo de la historia sobre sí misma. Ahora bien, acaso deberíamos reconocer que un lugar sólo existe en tanto la memoria de un modo u otro lo reconoce, lo sitúa, lo nombra, lo integra en un sistema de significación más amplio. Dicho de otro modo: un lugar sólo lo es porque un dispositivo de enunciación puede pensar o decir de él alguna cosa que por él o en él es recordada, ésto es «tenida presente». Esto es algo que me hizo notar la lectura de un texto de Michel Izard sobre el reíno Yatenga de los moose, en el Oeste africano: «La scène de la memoire», en L´Odysée du Pouvoir, (EHESS).
Es lo que te explicaba en el despacho. Decir «lugar de memoria» no deja de ser entonces un pleonasmo, puesto que un lugar sólo llega a ser distinguible a partir de su capacidad para establecer correspondencias que permiten dibujar una cruz sobre la superficie del territorio en que se ubica. Son estos dispositivos los que acuerdan conceder a ciertos lugares propiedades lógicas, entre las que destaca la de una inalterabilidad más duradera que la de las palabras, los hechos o los actos a los que aparecen conectadas circunstancialmente. Lugar se entiende entonces como sinónimo de sitio, un punto que ha merecido ser resaltado en el mapa, apoteosis del territorio, lugar de la cosa, es decir accidente topográfico que se define por haber sido ocupado o estar a la espera de un objeto o entidad que lo reclama como propiedad –«un sitio para cada cosa, una cosa para cada sitio», se dice–, lugar que existe a propósito para una acción o conducta adecuada –«saber estar en su sitio»–, plasmación espacial de un determinado papel o estatuto –«poner en su sitio» a alguien; considerar «éste es mi sitio». De ahí también la noción de sitiar como acción de asediar un territorio defendido, para rendirlo o apoderarse de él. Como ha escrito Fernández de Rota en un artículo titulado "Límite y cultura: el contenido de una forma», Revista de Antropología Social, 3 (1994): "un sitio es «un espacio perpetrado de moralidad».
Estamos hablando entonces de una reificación territorial de algo o alguien que no puede ser sustituido por nada o por nadie más, marca concreta hecha sobre el espacio, un punto de calidad en el cual la ideología o los sentimientos relativos a valors sociales o personales se revelan. Esta fetichización –el «valor ritual» que Radcliffe-Brown colocara en la base misma de la moderna antropología simbólica–es la que hace del lugar un nudo, un lazo que permite resolver tanto social como intelectualmente las fragmentaciones, las discontinuidades que toda complejidad le impone tanto a la consciencia como a la percepción.
Bueno, tú leete el texto que te mando y mira a ver si te haces con algún clásico sobre la memoria. Por ejemplo, el de Jacques Le Goff, El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelona: Paidós. O el capítulo "La liberación de la memoria", de ese prodigio que es El gesto y la palabra, de André Leroi-Gourhan (Universidad Central de Venezuela). También Paul Ricoeur, 2003. La memoria, la historia, el olvido. Madrid: Trotta.
También podrías “reforzar” tu adhesión a Halbwachs. Por ejemplo: Mazzela, Sylvie. 1996. “Le ville-mémoire. Quelques usages de La mémoire collective de Maurice Halbwachs”. Enquête, (segundo semestre): 177-190; Ramos, Ramón. 1989. “Maurice Halbawchs y la memoria colectiva”. Revista de Occidente, (setembre): 63-81; Joseph, Isaac. 1985. "Decors et rituels de la memoire collective d'apres Maurice Halbwachs". A Metamorphoses de la ville. París: Economica. ¿Tienes el número especial que le dedicó a Halbwachs la Revista Anthropos?. Es el 218. De propina, un artículo de otro amigo-maestro: Velasco, Honorio. 1994. “Sugerencias para una comprensión de la cultura como memoria”. Antropología, 8 (octubre): 123-138.