Arte mural en Barcelona. La foto es de Justine Kibler |
Comentario para Anja Kodrun, estudiante eslovena investigando en Barcelona sobre grafitis y grafiteros.
En cuanto al
marco teórico, creo que deberías reconocer esta forma de arte mural como parte
de una lógica que comprende y participa de la ciudad como toda ella ya hipercodificada.
A la saturación de signos provistos por las instituciones y por el mercado, el
grafitero le opone una rebeldía que es del mismo orden semántico pero que lo
retuerce o lo lleva a la irrisión. A una ciudad a la que se quisiera ver
convertida y recibida como discurso, un discurso que esa especie de maquis
desbarata con su rotulación alternativa la pretensión de los poderosos de
dominar el territorio urbano a base de la imposición despótica de los rótulos
comerciales, la cartelería política o la señalética administrativa. Y lo hace,
además, con signos que se niegan a significar y que, como señalaba Jean
Baudrillard, encuentran en su vacío su valor como
sedición. Esto lo tienes en un artículo que en español se titulo "Kool
Killer o la insurrección del signo", de 1976, que aquí se incluyó en El intercambio simbólico y la muerte, (Monte
Avila).
Te adjunto más cosas que tengo sobre el asunto. No
tengo en pdf y deberias buscar en la biblioteca un trabajo clásico sobre la
historia del grafiti a partir de sus inicios en Estados Unidos, que es el Craig
Castleman, Getting Up. Hacerse ver. El grafiti metropolitano en Nueva York; lo
acaba de sacar en castellano Capitán Swing. Otro autor de referencia es Alain Milon. Te adjunto un articulo, pero no he
podido encontrar su L’étranger dans la ville : du rap au graff
mural (PUF).
Lo
que es interesante es cómo aquí, y en muchos otros sitios, las autoridades
acosan a quienes presentan como gamberros, cultivadores de una especie de insubordinación
sígnica en que la retórica gráfica es el arma con la que estropea la imagen de
una ciudad sometida a proyectos de estetización generalizada. Aunque lo que te
deciamos es que habría que hacer notar que lo que estos jóvenes hacen no es
contradecir la preocupación embellecedora de quienes administran nuestras
ciudades y las ponen en venta, sino al contrario, lo llevan a sus últimas
consecuencias, aunque con criterios ciertamente disidentes. Te lo subrayamos: las
lógicas oficiales se plasman en un modelo que podríamos llamar modelo maquillaje, mientras que este
mismo dispositivo de cartografiado simbólico-estético toma para los activistas
gráficos la forma más expeditiva e irreversible de este mismo principio
maquillador, es decir, el modelo tatuaje.
Pero
lo grafiteros no contradicen la voluntad cosmética de nuestros creativos
municipales, sino al contrario, toda su actividad consiste precisamente en
obedecer las consignas oficiales y entregarse con absoluto entusiasmo a
embellecer las ciudades..., aunque sea a su manera.
De ahí esa relación ambigua de las autoridades con estas pigmentaciones
urbanas: por una parte pueden ponerlas en valor y elevarlas a la categoría de
artísticas, incluso institucionalizarlas incorporándolas a los circuitos
museales, patrocinándolas mediante subvenciones públicas, dedicándoles espacios
privilegiados. Un caso bien
representativo sería el de Lisboa, cuyas autoridades contrataron a grafiteros
para que decorasen muros y paredes medianeras del Barrio Alto, como
contribución al combate contra la degradación de la zona. En 2014 existían
varias ciudades europeas que habían captado artistas grafiteros para su
embellecimiento oficial: Colonia, Bristol, Granada, Milán, Tesalónica, Linz,
Rotterdam, Gante, Oporto.
Ahora bien, al mismo tiempo pueden perseguir esas mismas producciones
creativas en cuanto escapan de su monitorización y darles trato legal como
auténticos crímenes, lo que los códigos penales tipifican como "deterioro
del mobiliario urbano". Por su parte, los grafiteros pueden bascular entre
la tentación de un reconocimiento que puede permitirles pensar en una cierta
profesionalización artística en algunos casos, y una suerte de obligación que
les emplaza a tender sus inscripciones como actos de resistencia.
Este
es el asunto central. La orientación hegemónica en el tratamiento estético de
las ciudades consiste en no dejar vacios en manos de la ambigüedad o la indeterminación, fijación por dotar de significado todo,
entendiendo la ciudad como un sistema referencial coherente y lógico que debe
explicitar al máximo los elementos gramaticales que hacen posible su
inteligibilidad en un determinado sentido. Para ello, los técnicos en ciudad se
cuidan de establecer una infraestructura hecha de signos, que busca estimular
determinados sentimientos de identificación y facilitar el desenturbiamiento
cognitivo de la urdimbre metropolitana en favor de un determinado imaginario
que se pretende que sea compartido. Pero esa preocupación por la producción
significante sufre la irreverencia de quienes se sienten con derecho a hacer
del espacio urbano un espejo que refleje un determinado universo simbólico
distinto y disidente del oficial. Situados en polos antagónicos, las
autoridades y las culturas juveniles insumisas se pelean para ocupar
significadoramente un mismo terreno donde cada uno de ellos procura imponer sus
marcas, y al mismo tiempo, borra o cubre las del contrario. Pero también puede
pactar treguas e incluso extrañas alianzas. Ese sería tu tema.