La foto es de Enric Català |
Ignacio González Orozo me presentó estas preguntas para una entrevista que publicó la revista Rambla en su número del 3 de febrero de 2015. Estas fueron las respuestas que envié.
¿Cuáles
son los principales activos políticos de Guanyem Barcelona? ¿El trabajo
colectivo de las organizaciones que impulsan la candidatura o la notoriedad
mediática de Ada Colau?
Guanyem recoge una amplia
tradición de luchas sociales. Si se analizan sus raíces se verá que nos llevan
no solo a la PAH y el 15M, sino a lo que fue V de Vivienda y otros movimientos
que, antes de la crisis, ya estaban fuertemente implicados en la lucha contra
la especulación inmboliaria y los procesos de reapropiación capitalista de las
ciudades. Y antes de ello, esa misma genealogía nos llevaría al mismo
movimiento okupa y en concreto a experimentos como fue Miles de Viviendas en
Barcelona. De hecho, muchas de las personas que aparecen hoy comprometidas con
Guanyem se incorporaron a la lucha politica y social en el contexto de las
grandes movilizaciones antiglobalización de principios de la pasada década.
Por supuesto que la eficacia
comunicadora de Ada Colau resultará estratégica, pero ese eco mediático de que
goza no ha hecho sino amplificar sus cualidades naturales para el liderazgo, en
el mejor sentido del término.
¿Guanyem
supone un portazo explícito a una reivindicación soberanista activa? El perfil
de la candidatura es mucho más social que independentista.
Guanyem es una opción
politica explícitamente soberanista, como lo son todas las fuerzas con las que
ha pactado presentarse a las próximas elecciones municipales en Barcelona, alguna
de ellas con una importante inclinación independentista como es el Procés
Constituent. Por otra parte, hay personas en la coordinación de Guanyem -en
algún caso probables candidatos de cabeza- que se han pronunciado inequívocamente
a favor de la independencia de Catalunya.
¿Qué
opina de otras iniciativas de izquierda de base municipalista como la Crida
Constituent?
La ventaja de la Crida
Constituent respecto de Guanyem es que, si ambas estarían empatadas en cuanto a
legitimidad combativa, la primera tendría una cierta experiencia municipalista
por el papel que la CUP ha ocupado desde las últimas elecciones municipales en
un buen número de ayuntamientos catalanes.
La
CUP se ha sumado a la Crida Constituent y ha rechazado adherirse a Guanyem. El
argumento: la presencia de IC en esta última candidatura. Tal vez una excusa,
más relacionada con la tibia postura hacia el soberanismo de Guanyem que con la
propia ICV.
Repito, Guayem és una fuerza
soberanista. De eso no cabe la menor duda. Es decir Guanyem apuesta por el
derecho a la autodeterminación. El problema ha estado, o al menos así se
publicó, en ciertas desavenencias relativas al código ético que debía regir en
el ámbito de la acción institucional. Sin duda, y desde el principio, la
presencia de ICV y la imagen que se ha podido proyectar de que Guanyem es su
marca blanca, han jugado un papel importante.
Si antes he mencionado los principales activos de Guanyem, la
vinculación con ICV y el papel de esta como soporte económico de la candidatura
son sin duda su principal debe.
En
la zona norte de la ciudad de Barcelona existe un amplio arco de barrios
populares, y por cierto muy densamente poblados, con organizaciones vecinales
muy activas pero, en contraste, también con un bajo índice de participación
política (allí se dan los niveles de abstencionismo más elevados de la urbe).
¿La clave del triunfo de Guanyem está en la movilización electoral de una masa
abstencionista por costumbre, pero ahora especialmente sensibilizada, ya que
ese entorno popular es el que sufre la crisis con mayor rigor?
Sin duda, la gran virtud de
Guanyem -y por extensión de otras fuerzas parecidas como Podemos- es su
capacidad potencial para movilizar a una clase obrera que hasta ahora había
permanecida en buena medida desmovilizada y desmotivada. No es solo que los
partidos históricos de la izquierda habían sido impotentes para arrastrar a ese
proletariado, sino que ni siquiera movimientos como el 15M dejaron nunca de
atraerlo, puesto que fueron básicamente movimientos de clase media.
Aunque
se consiguiera esa gran movilización popular, el voto en la ciudad estará muy
fraccionado: ERC tiene importantes expectativas, CiU y PSC descenderán pero
conservarán sus fortines electorales tradicionales, PP y CUP tendrán también su
pellizco. La alcaldía no solo se ganará en las urnas, también en las
negociaciones posteriores.
En este caso, solo cabe
esperar que Guanyem y las fuerzas que la acompañan hagan lo que ojala hubiera
hecho antes, que es pactar y gobernar con la izquierda independentista.
La
monarquía alfonsina cayó tras unas elecciones municipales. No se espera ese
efecto de las próximas, ¿pero sí, tal vez, el inicio de un cambio político
radical a escala estatal? Sobre todo, porque el triunfo de las candidaturas
populares en muchas ciudades crearía una interesante dinámica de contrapoderes,
además de ser un buen laboratorio práctico para las nuevas políticas a
desarrollar.
Es cierto, pero eso solo
sería asi si alternativas de nuevo cuño como Guanyem o Podemos confirmaran las
pretensiones rupturistas con que concurren a las elecciones. Cabe desear que
sea así, pero cabe también temer que, queriéndolo o no, acaben siendo una
especie de reset del sistema, es decir un rejuvenecimiento de una izquierda
domesticada que las estructuras dominantes necesitan a su servicio. De hecho
tanto Guanyem como Podemos son corrientes que podríamos denominar
ciudadanistas, que aspiran no al derrocamiento del capitalismo, sino a su
reforma moral.
Usted
ha escrito que Barcelona se parece cada día más a una “ciudad vitrina”, cada
vez más clasista y difícil para las clases populares. Y cuyos gobernantes se
escudan bajo consignas higienistas para destruir la memoria y las redes
espontáneas de contestación popular. ¿Cómo se puede trastocar este proceso?
¿Intentará usted que esas medidas sean asumidas por Guanyem?
Yo no tengo ninguna
capacidad de influencia sobre el rumbo actual de Guanyem. La verdad es que, a
pesar de que estuve en su proceso de constitución y formé parte de su núcleo
inicial, ahora me siento un poco distanciado del proyecto, sin duda como
consecuencia de la desconfianza que me produce la proximidad de Iniciativa per
Catalunya.
Me resulta difícil pensar
que Guanyem pueda obtener el objetivo de romper y acabar con ese modelo de
ciudad cuando se presenta aliada de quienes fueron sus responsables. En efecto,
ICV es no solo una de las fuerzas presuntamente de izquierdas que convirtieron
Barcelona en una ciudad en manos del capital, el mercado y el turismo, sino que
fueron clave en orden a dotar esa colosal usurpación de ingredientes de
legitimidad politica y a inyectarle una de las caracteristicas que lo hacen
singular, que es un cierto discurso basado en las virtudes cívicas y una especie
de patriotismo o nacionalismo urbano específicamente barcelonés.
¿Cuáles
son, a su juicio, los principales problemas de legitimidad de la democracia
española?
Por supuesto que fue una
herencia directa del franquista, gestionada desde el principio por el propio
franquismo y que ha servido para perpetuar en lugares de poder a las mismas
instancias políticas, económicas, religiosas, militares, etc., que lo habían detentado
protegidas por la dictadura. Toda la llamada transición no fue sino una simple
transacción. Da vergüenza contemplar la complicidad que en todo ese proceso
asumió la izquierda histórica.
La
derecha clama por el desarrollo de la sociedad civil y la reducción del Estado…
siempre y cuando se trate solo de desregular la actividad económica (incluso en
aquellos sectores que precisan de controles técnicos indispensables para el
interés público), pero aborrece cualquier intento de reforma legal y constitucional
que incremente la influencia directa de la ciudadanía sobre el poder. Desde esa
perspectiva, la política se ha convertido en una religión en la que todos somos
iguales por el solo hecho de ser creyentes (así dice la ley), pero en donde la
actividad inherente a dicha igualdad, como es el ejercicio de la ciudadanía,
está forzosamente mediada por una suerte de casta sacerdotal, la de los
políticos.
En eso consiste el
neoliberalismo: un capitalismo que le exige al Estado la reducción al máximo a
su papel de arbitraje económico y atención pública, pero que le asigna un papel
clave como su cooperador institucional, tanto por lo que hace a la represión de
sus enemigos —reales o imaginados— y la contención asistencial de la miseria,
como a la producción simbólica y de efectos especiales al servicio del buen
funcionamiento de los mercados.
Por otra parte, y por
desgracia, ese mismo principio que enuncias como consubstancial a la derecha es
también la divisa de la izquierda ciudadanista, sobre todo en su variante
libertaria, que también está por el desarrollo de la
sociedad civil y la reducción del papel del Estado. En eso consiste su
constante invocación a nociones de esencia liberal, como la misma de
ciudadanía, ignorando su misma función excluyente de una parte importante de
nuestras clases populares, que están constituidas por miles de no-ciudadanos,
es decir por trabajadores extranjeros.
Por otra parte,
los políticos no conforman en realidad ninguna casta sacerdotal. Son más bien
una elite de gestores, pero no tienen el papel de mediación con instancias
inefables e invisibles que es lo que caracteriza cualquier forma de sacerdocio.
Ese papel, en nuestra sociedad, le corresponde sobre todo a los intelectuales y
a la llamada "gente de cultura", cuya función es la producción y
distribución de significados. Eso incluye la casta universitaria, a la que sin
duda pertenecemos lo líderes de Podemos y yo mismo.
Usted
es soberanista por cuestión de pura democracia, como ha indicado en más de una
ocasión, pero ¿también es independentista?
El proceso de emancipación
nacional en Catalunya podría ser una oportunidad para no solo cambiar de
Estado, sino para cambiar también de sociedad. Para eso es indispensable que
esa dinámica no quede usurpada por la derecha nacionalista y continúe siendo,
como hasta ahora, de índole masiva y popular y sea liderada desde la izquierda y,
si es posible, desde la izquierda revolucionaria. Es difícil, pero en cualquier
caso constituye una oportunidad que sería imperdonable despreciar.
Del
mismo modo, ha insistido en el error en que incurren muchos izquierdistas al
identificar soberanismo y burguesía capitalista.
En eso ha consistido eso que
se ha dado en llamar lerrouxismo, que ha sido uno de los instrumentos predilectos
de la reacción para dividir a las clases populares en Catalunya. La burguesía
capitalista catalana, incluyendo la nacionalista, ha sido siempre no solo
españolista, sino soporte fundamental de los gobiernos españoles, incluyendo
los de la derecha neofranquista. El catalanismo conservador no ha sido, hasta
ahora, nunca soberanista y menos independentista. Ha sido la izquierda
comunista la que ha tenido en todo momento como programático el principio de
soberanía, es decir el derecho a la autodeterminación. Por otra parte, hasta la
conversión de ERC al independentismo a principio de los años 90 y a lo largo
del siglo XX, el independentismo había sido casi exclusivamente
marxista-leninista.