divendres, 18 de setembre del 2020

Presencia de la familia

La foto es de Matt Weber

Reseña de Antropologia histórica de la familia, de Martine Segalen (Taurus, Madrid, 1992, 265 p.). Publicada en Babelia, suplemento de libros de El País, el 21 de noviembre de 1992.

PRESENCIA DE LA FAMILIA
Manuel Delgado

En pocos dominios experimenta el especialista tanta desolación ante los desmanes de la sociología periodística como en el de la familia. No hay semana en que algún diario o revista semanal no anuncie, basándose en la ultimísima sentencia de los oráculos estadísticos, la inminente muerte o resurrección de la pareja, el matrimonio, el hogar, la tasa de natalidad, el amor o cualquier otra noción, tratada con parecida alegría, asociable al ámbito de las instituciones parentivas.

La responsabilidad de tal atropello intelectual no debe serle atribuida tanto al periodista como a la que ha sido la fuente de sus interpretaciones, la sociología funcionalista norteamericana. Fueron, en efecto, los Talcott Parsons y compañía quienes se inventaron aquello de la crisis de la “familia occidental”, una estructura de convivencia doméstica falsamente uniforme en las sociedades industriales y que se basaba, además, en un matrimonio monógamo cuyos miembros se casaban jóvenes y por mútuo consentimiento y que sostenían con sus respectivas redes de parentesco relaciones más bien débiles, una forma de unidad familiar cuya antigüedad no se remontaba más allá de los años treinta de nuestro siglo.

Si tal sistema matrimonial no ha hecho sino demostrar su inestabilidad en tan corta vida, es, precisamente, por la calidad de puente, que una mirada más atenta le reconocería entre los modelos de conyugalidad clásica y aquellos otros de cuyo nacimiento acaso debamos considerarnos privilegiados testimonios de ahora mismo. Para proveer de argumentos esa revisión del tema, Taurus nos acaba de brindar –optando por el título de la edición británica- la versión española de Sociologie de la famille, una obra en que Martine Segalen atina a articular los análisis procesuales prestados por la historia con la óptica estructurante propia de sociólogos y antropólogos.

Sería ideal complementar la lectura de este libro de la Segalen con La evolución del matrimonio y la familia en Europa, de Jack Goody (Herder,  1986) o, mejor aún, con los dos volúmenes de la excelente Historia de la familia que ella misma contribuyó a levantar y que Alianza nos hizo más accesible hace poco, textos que hacen mucho por reparar los desperfectos de la superficialidad con que la relación entre cambio familiar y cambio social es tratada habitualmente. Nadie que se haya acercado a visiones como las en ellos promovidas podrá continuar repitiendo después los lugares comunes habituales sobre la agonía de los lazos de filiación, la modernidad de la familia nuclear o la creciente incapacidad del sistema de parentesco en seguir generando, para el individuo y para el grupo, identidades y referentes tanto ideales como configuracionales.

En cualquier caso, esta novedad hace evidente que las relaciones familiares han vuelto a ser llamadas al centro del análisis de lo social, y no a pesar de la creciente fragilidad del vínculo conyugal, sino precisamente por su causa, fuente y refuerzo de suertes inéditas e inciertas de parentesco, de las que no es posible ni tan sólo adivinar el comportamiento futuro.

Resistente ante los intentos por desactivar su poder desde el Estado, flexible, hasta tal punto, a la hora de adaptarse al ambiente social que es capaz de tomar la iniciativa y actuar sobre él, la familia continúa conspirando en la sombra por sobrevivir. Acaso porque secretamente sabe que, como de ella dijera Lévi-Strauss, es a toda sociedad como el descanso al camino: su negación, pero también su requisito.



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