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Reseña de la compilación de Joan Prat, Ubaldo Martínez, Jesús Contreras e Isidoro Moreno, Antropología de los pueblos de España. Madrid: Taurus, 1992, publicada en Babelia, suplemento de libros de El País, el 25 de abril de 1992.
ESPAÑA SEGÚN LOS ANTROPÓLOGOS
Manuel Delgado
Se le ha reprochado a la
antropología académica española una cierta tendencia al apoltronamiento
funcionarial y a la predisposición al
madarinato. Algo habrá de verdad en ello, pero no constituiría sino el reflejo
de un síndrome que afecta al conjunto de las disciplinas universitarizadas en
nuestro país. Lo que importa aquí es, en última instancia, que hay signos que
anuncian una tendencia al desentumecimiento y que el libro que aquí presentamos
es uno de ellos.
En efecto, Antropología de los pueblos de España es
una obra que recoge esa urgencia consciente porque la etnología universitaria
española abandone su antiguo gusto por el gueto y desembarque en el presente
con toda la potencia clarificadora que guardaba hasta ahora en sus santuarios
docentes. Lo hace, además aprovechándose -¿y por qué no?- de ese afán por
hablar y hacer hablar de la polifonía étnico-cultural de la llamada España de las autonomías. Y eso es
importante. No sólo porque refleja una preocupación por dar a conocer y a
entender lo que de diferente albergan unas fronteras oficiales, sino porque
supone un hacerlo desde una forma de conocer que no es la del folclorismo
pintoresquista. Recoge un título situado en la gran tradición de los tratados
del usos y costumbres (a lo Los pueblos de España, de Caro Baroja,
por ejemplo), o de las reflexiones sobre España en términos de indivisibilidad
de lo fragmentado –el recién publicado Los
pueblos de España, de Carretero Jiménez-, pero su contenido implica un
trascender ese discurso.
Es ahora no la descripción de una colección de
singularidades externas o la justificación ideológica de una unidad política de
lo culturalmente diverso, sino la seriedad de unos planteamientos de vocación
analítica rigurosa –aunque obedientes a estrategias explicativas variadas- que
se aplican a un paisaje temático mucho más amplio y ahondado que el habitual.
Con todo, la obra no es absolutamente inédita en su espíritu –asume la herencia
de recopilaciones de los setenta como
las organizadas por Lisón Tolosana (Temas
de antropología española, por ejemplo)-, ni tampoco es del todo un
acontecimiento aislada. Véase si no una publicación del 91 como es Los españoles vistos por los antropólogos (Júcar),
dirigida por María Cátedra.
La publicación, de la que
es responsable la encomiable osadía editorial que últimamente despliega Taurus,
recoge trabajos breves de 49 autores, dividiéndolos en jurisdicciones, cada una
de ellas bajo la dirección de uno de los cuatro compiladores. Son éstas las de
la historiografía y las opciones epistemológicas, a cargo de Joan Prat; la que
agrupa especialidades como la de la ruralidad, lo urbano y la emigración,
ordenadas por Ubaldo Martínez; la que se pronuncia en torno a las relaciones
entre estratos y clases y a la forma que se constituyen las estructuras y los
procesos, dirigida por Jesús Contreras, y la que introduce la cuestión de la
construcción de la identidad y sus encarnaciones rituales y representaciones,
orientada por Isidoro Moreno.
Cabe suponer que eran
inevitables las ausencias –estamos hablando de un mamotreto de 800 páginas-,
pero el panorama dibujado hubiera sido más completo con el concurso de alguno
de los heterodoxos de la periferia académica, y pienso, por ejemplo, en el caso
del recientemente desaparecido Alberto Cardín. Acaso, como compensación, bien
está la cancha prestada en este libro a algunos de los novísimos –Bertrán, Narotzky, Roigé, entre otros- en las que la
antropología española debe confiar para su desatascamiento definitivo.