Imagen del episodio "La alegría de la secta", de "Los Simpson", en que la familia es "captada" por la secta de los movimientatios |
Artículo publicado en El Periódico de Catalunya el 29/5/1992
CÓMO ACABAR DE UNA VEZ POR TODAS CON LAS "SECTAS"
CÓMO ACABAR DE UNA VEZ POR TODAS CON LAS "SECTAS"
Manuel Delgado
Merece la pena reflexionar en torno
a la reciente sentencia de la Audiencia de Barcelona con respecto al asunto de
la supuesta secta Niños de Dios, sobre todo por lo que tiene de auténtica
bofetada al entusiasmo antisectario del Departament de Governació de la
Generalitat. El caso, como se sabe presentaba una variante interesante, por
cuánto la actuación de los Mossos d’Esquadra había consistido precisamente en
hacer lo que se supone que hacen las sectas
destructivas, es decir, separar a los hijos de sus familias para
someterles, tal y como recoge la sentencia a una fuerte presión psicológica
ajena. El redactado de la resolución de Fernández Oubiña –de cuya lucidez todo
el mundo aplaudió en su día la decisión de equiparar la violación masculina a
la femenina-, viene a ridiculizar los argumentos empleados hasta ahora en la
persecución de las sectas y lo hace empleando argumentos que destilan una
remarcable erudición histórica.
El tema es complejo y, en todo caso,
habrá que esperar que investigadores como Joan Prat, de la Universidad de
Tarragona, hagan públicos los resultados de su trabajo al respecto. Mientras
tanto, esta sentencia debería dar que pensar acerca de lo acertado o no de la
manera como se está abordando el combate contra los efectos tenidos por
perniciosos de las sectas. Para que
esa lucha sea verdaderamente eficaz se hace urgente algo más que actuaciones
tan espectaculares como estériles. ¿Qué es lo que se debería hacer para acabar
de una vez por todas con la lacra de las sectas? He aquí algunas sugerencias.
En primer lugar se deberían derogar
todos los artículos de la Constitución en que se consagra la libertad de
asociación y de culto. Después, los legisladores habrían de proceder a una
clarificación semántica definitiva que permitiera distinguir por fin adepto de fiel o militante y proselitismo
de apostolado. Eso se traduciría en una ley especial, para la que se
podría aprovechar el modelo de la Represión de la Masonería de 1940.
Por
descontado que sería indispensable definir con claridad qué hay que entender
por secta destructiva. Se necesita
una definición contundente, pero capaz también –si ello es posible- no sólo de
no eliminar de un plumazo todas las minorías religiosas habidas y por haber,
sino también de no dejar fuera de la ley asociaciones confesionales que
practican el control duro de sus miembros, como el Opus, los jesuitas o
cualquier orden conventual. Ni que prohibiera modalidades de tratamiento
psicológico en las que se producen con frecuencia relaciones de dependencia del
enfermo hacia el terapeuta, lo que llevaría a cerrarle todos los consultorios
a los psicoanalistas. Ni que afectara a asociaciones en las que niños y jóvenes
son adoctrinados y encuadrados paramilitarmente –uniformes, grados,
adiestramiento en supervivencia- y en las que se practican ritos iniciáticos
secretos, como el movimiento escultista, los boy-scouts.
Sería de igual modo indispensable
crear grupos especializados en la policía, suficientemente entrenados en este
dominio de las creencias falsas y malvadas y que evitasen –cosa difícil-
constituirse en algo así como un Grupo Antiherejes; así como tribunales
igualmente especiales, con el inconveniente de que inevitablemente –tal y como
anticipa el veredicto de la Audiencia- recordarían las andanzas del Santo
Oficio.
Y, por supuesto, también habría que
aclarar qué cargos deben serles imputados a los líderes sectarios. Desde luego,
lo que no sirven son engendros tan etéreos e impresentables como la acusación
de “daño psicológico”. Si el “daño psicológico” fuera un delito las personas
causantes de desengaños amorosos deberían ser detenidas automáticamente, un buen
número de espacios televisivos expulsados de la programación, y las
oposiciones a funcionario, suprimidas para siempre.